De un impulso conseguí ponerme yo encima. Estaba mojado y algo frío, en cambio ella desprendía calor por todo su cuerpo.
Acaricié y besé cada una de sus curvas, con esto conseguía oír su respiración cada vez más fuerte. Se estremecía entre las sábanas y contraía su abdomen con cada caricia de placer.
Subí hacia su cuello y mi pene entró en sus profundidades, ella emitió un gemido por el placer que le proporcionó y cada vez que aquella voz tan dulce y sumisa se reproducía mis ganas de aumentar el ritmo se agrandaban.
Notaba sus pechos rozar en mi cuerpo, su voz alegraba mis oídos y sentía sus adentros. Primero llegó ella que derramó todo su flujo por mi miembro hasta que cayó por las sábanas, su piel de gallina se alisaba y sus ojos me miraban satisfechos e iluminados.
En ese momento volvió a bajar su mano, luego sus labios y terminó aquel glorioso día con todo mi líquido caliente desparramado por su boca.