2: Alimentación

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Lemus

Abro los ojos, dándome cuenta de que estoy en una cama del hospital. ¿Al final sí me desmayé o todo fue un sueño? Creo que esto último no. Tengo una venda en mi pierna, entonces ese niño en verdad me mordió. Lo bueno es que ya es de día, se ve todo más tranquilo. Debería levantarme y comenzar a trabajar.

Freno mi acción cuando visualizo al hombre de anoche en el marco de la puerta. Sé que es él. Tendrá el cabello recogido, un chaleco y unos muy buenos jeans. Sin contar que sus ojos y manos, ahora son normales, pero, en definitiva, es el paciente de mi superior.

―¿Qué haces aquí? ―digo sin más.

Sonríe, se aleja de la puerta y camina hasta la camilla.

―¿Cómo estás? ―Su sonrisa es deslumbrante―. No tuve la oportunidad de agradecerte. Soy Akil, un gusto.

―¿Agradecerme...? ―Hago una pausa―. El monstruo.

―Te llamas Lemus, ¿verdad?

―S... sí.

Me paralizo y casi chillo cuando se aproxima muy tranquilo. Apoya ambas manos en los costados de mi cabeza, luego acerca su rostro al mío.

―Me pregunto si tendré que matarte ―declara tan de repente.

―¿Ma... matarme?

―Sabes demasiado. ―Se ríe, después se aleja―. Es broma.

Creo que acabo de perder toda la azúcar de mi cuerpo, pero incluso así, no me llega el alivio, o sea, creo que le vi sus dientes afilados.

―No me asustes de esa manera ―digo, temblando―. ¿Por qué ibas a matarme? ¿Saber qué? ¿A quién le diría? Es seguro que ni me crean, si es que encuentro a alguien para contarlo.

―Depende. La verdad, me preocupan mis hijos, o sea, los normales me dan igual, pero algunos demonios han estado molestando. Saben que estoy teniendo algunos inconvenientes con mi cuerpo. No quiero que andes divulgando, que llegue a oídos de los clanes Trido o Alixo.

Me espanto.

―¿Demonios? ¿Clanes? ¿Hay más de esos bichos?

Se aproxima a mi rostro otra vez, así que me sobresalto.

―Se camuflan entre los humanos, como yo.

Trago saliva.

―¿Eres un demonio?

Debo estar alucinando.

―Soy un híbrido, por eso mis hijos les parecen interesantes.

―¿Híbrido? ¿De qué...? ―Me siento en una película de fantasía.

―Soy un buen angelito. ―Su tono es burlesco, como si detestara decirlo―. Prefiero ser llamado demonio, va más conmigo y mi alimentación.

―¿Alimentación?

―Como sea, ¿puedo contar contigo? ―Se aleja de nuevo―. Sería una lástima asesinarte, pareces buena persona y el doctor Wallstrom dice que van cortos de personal. No quisiera que este pequeño hospital colapsara, lo necesito más que nunca, ya que no puedo salir de Norville.

Me cuestiono tantas cosas, ya no sé en qué creer.

Evito seguir preguntando, entonces permito que se retire. Una vez a solas, bajo de la cama. Agarro mis pertenencias y decido irme. Cruzo la puerta, pero me detengo. Lo veo de espaldas mientras se está marchando.

¿Qué estoy haciendo? ¿Iba a huir como cobarde? Un día seré médico, tengo que estar listo para lo que sea. No importa lo que ocurra.

―¡¡Lemus Peich!! ―me grita mi superior y me sobresalto―. Se ve que estás bien para andar deambulando ―critica, luego visualiza el bolso, entonces me agarra con fuerza de la ropa―. ¡¿Pensabas escapar, niñito?!

―¡¡No, jefe, ya me arrepentí!! ―Alzo las manos y la mochila se me cae, la cual, provoca un ruido en el pasillo―. ¡¡Lo juro!!

Levanta el puño.

―Ahora te voy a enseñar...

―Doctor Wallstrom. ―Escucho la voz de Akil, ha regresado―. ¿No predica el bienestar de las personas?

―Señor Stormville. ―Aleja su puño de mí y me suelta―. Debería estar descansando.

―Ya me voy a mi casa, no tiene sentido permanecer aquí.

―Quisiera hacer más estudios ―aclara.

―Será para otro día, descansaré en mi hogar, es un lugar más tranquilo, lejos de agresiones, más para los niños.

―Oh, esto. ―Me señala―. Entenderá, usted, como demonio, lo cual es nada.

Sonríe al girar su vista hacia mí, luego le presta atención a Gerestef.

―Bueno, no le veo el sentido, no es como si te fueras a alimentar de él. En todo caso, yo debería hacer eso, así que no comprendo su sugerencia, usted también es comida.

¡¿Somos comida?!

―Mil disculpas, no fue mi intención ofenderlo ―explica, aunque Akil le muestre un gesto muy amigable―. Su alimentación es muy importante, sobre todo la de sus hijos, así que insisto en que se queden. ―Cambia el tema de la conversación.

Muy inteligente de su parte.

―Por ahora, ellos beben de mi sangre, así que no es una preocupación.

Punto para Akil, aunque sea extraño.

―En ese caso, al menos, déjeme monitorearlos y les daré el alta.

―Es su pasante, ¿cierto? ―consulta por mí―. Mejor que lo haga él.

Mi jefe bufa.

―De acuerdo.

¿Qué? ¿Por qué me meten? Ya estoy en problemas, sin siquiera pedirlo. Quizás tengo muy mala suerte. Ojalá que esto sea rápido. Tuve suficiente, necesito analizar cosas, antes de que ocurran otras. Nada más, pido un respiro.

 Nada más, pido un respiro

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Engendros MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora