13: Sobrenatural

96 14 2
                                    

Lemus

Estoy en el baño de la casa de Akil. Miro la cajita de música otra vez, abro su tapa y aproximo mi mano a la daga mientras mis dedos tiemblan. Me está llamando, la melodía suena, aunque no le he dado cuerda. Alzo la vista al espejo. Se dibujan unas alas con una luz brillante, entonces trago saliva, sintiendo que estoy alucinando. Suelto la caja, así que esta cae al suelo. Cubro mis orejas, pero la canción sigue en mi cabeza, no me deja ir.

Reacciono cuando golpean a la puerta.

―Lemus, ¿estás ahí? ―pregunta Akil―. Puedo olerte.

Limpio las lágrimas que han salido por razones que desconozco, luego doy un suspiro y le abro la puerta al dueño de la casa.

―Lo siento.

―No puedes cerrar con llave ―me reprende.

Frunzo el ceño.

―Ya dije que lo siento.

Sonríe.

―Sigues enojado ―afirma―. Aunque no te culpo, eres humano, tu moral es sumamente importante, lo admiro.

―Odias a los ángeles y eres uno.

No sé si se lo digo para darle una lección o hacerlo enfadar. Me molesta que ande tan tranquilo después de lo que hizo. Aunque no es como si pudiera saber lo que piensa, no obstante, algunas acciones lo delatan.

―Tienes razón ―dice, tranquilo―. Lo lamento, no debí haber asesinado a Wallstrom. Pude haberlo amenazado o algo así. ¿Me perdonas?

Toda mi teoría se fue al cuerno, esa respuesta me descoloca.

―No sé.

―¿Por qué dudas? ―Se ríe―. ¿A dónde fue tu moral? La respuesta tendría que ser no, ¿o me equivoco?

―No sé, soy raro.

―Definitivamente. ―Se aproxima y toca mi mejilla, la acaricia―. ¿Estabas llorando? ¿Fue por mi culpa? Lo siento, te asusté.

No creo que fuera por su culpa, pero sí son bien extrañas mis actitudes frente a todos los acontecimientos que están ocurriendo. Alguien normal, ya hubiera huido, o quizás estoy desvariando. En definitiva, hay algo que no comprendo.

Igual se me olvida todo lo que estoy intentando analizar, cuando Akil aproxima su boca a la mía y, sin previo aviso, termina por besarme. Me agarro de su chaqueta, cuando me toma de la cintura, entonces le correspondo sin pensarlo demasiado. Me hace retroceder hasta el lavabo, así que lo freno, sintiendo calor y poniendo mi mano en su torso, para apartarlo.

―Despacio, ¿recuerdas? ―le aclaro con la cara por completo roja.

Se ríe.

―Cierto, debía ser solo un beso.

―¡Exacto! ―Alzo la voz.

―Me alegra que ya estemos bien, aunque me parece muy extraño que en eso sí vayamos rápido. No te hiciste de rogar ni un poco. Al menos insúltame, maté a tu jefe y los seres sobrenaturales se quedaron sin médico de cabecera.

―Algo se me ocurrirá. ―Bufo.

Sí, definitivamente, soy extraño. ¿Dónde está mi moral y la empatía por el resto? Aunque estoy seguro de que no tiene que ver con Akil. No es un loco juicio por amor, hay algo más en todo esto. Giro mi vista en dirección a donde estaba la cajita, pero esta, ya no se encuentra en el suelo, ha desaparecido, incluyendo las alas en el espejo. Trago saliva, ya que siento que debo prestar más atención a lo que ocurre a mi alrededor. Nunca creí estar pensando que lo sobrenatural estuviera en mí.

Intento distraerme con otra cosa, así que cambio de tema.

―¿Ya le pusiste nombre a tu quinto hijo?

―¿Quinto? ―Se ríe.

Enarco una ceja.

―¿Eso es un nombre?

―No soy bueno con los nombres, Ruy y Cheshire los eligió mi jefe. Además, si continúo así, tendré como mil hijos y se me acabarán las opciones.

―Buen punto.

            ―Buen punto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Engendros MalditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora