8: Una cajita de música

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Akil

―¿Estás seguro de que este es el clan Alixo? ―le cuestiono a Octavio.

Después de hablar sobre ángeles y demonios, vinimos hasta aquí para aclarar dudas. Esconderse es de cobardes. Además, necesito una estrategia y hacerlos desistir me parece una de las mejores opciones. Deberían dejar de estar del lado de los ángeles, son nuestros enemigos. Si me quieren atrapar, mínimo tengan dignidad y no se pongan en alianzas estúpidas con nuestro mayor rival, contraparte o lo que sea.

Sí, sé que soy mitad ángel, pero siempre me consideraré un demonio.

Avanzo entre el pasto muerto y Octavio camina detrás de mí. Observo que hay un leve brillo en el suelo, qué extraño. Me agacho y toco la tierra infértil. Hay algo pegajoso, celeste y fluorescente. Como los bichos trasmisores que usamos los demonios, pero espeso y sin forma. Esto, en definitiva, no es de mi especie.

―Mira ―acota Octavio.

La puerta está rota. Mi ex termina de resquebrajar la cerradura, entonces pasa, voy detrás. Vemos cuerpos bestiales tirados en el piso. Parecen muertos y las líneas azules que vi antes, pasan por todo el suelo. Aquí no hay pasto, así que se ven con más claridad. Brillan bastante.

Alzo la vista, entonces en el balcón de la planta alta veo una mujer de cabellos blancos. Su gesto es de póker y sin importancia. Algunas líneas celestes recorren sus manos pálidas, es lo único de buen color en ella.

―¿Tú los mataste? ―consulto―. ¿Quién eres?

―Alixo.

¿La jefa del clan? ¿Por qué asesinaría a sus subordinados?

―No le creas ―acota Octavio―. Conozco a Alixo y no se ve así.

―O sea... ―Quedo pensativo―. Se hizo pasar por ella y los mató.

La mujer sonríe.

―No están muertos. ―Mueve los dedos, entonces los cuerpos se levantan.

El demonio que atacó a mis hijos en el hospital, se desplazaba exactamente igual, ni siquiera me dio pelea. Alzo la vista hacia la falsa Alixo, entonces le sonrío.

―Ah, ya veo, eres un asqueroso ángel ―declaro, dándome cuenta―. Curioso, no dicen que ustedes no vienen por aquí.

Ella sonríe, entonces nos muestra sus alas, las cuales nos ciegan, pues brillan con demasiada intensidad. Vemos que desaparece, aunque sus títeres no, así que nos ponemos a pelear con estos. Mierda, no tengo tiempo para jugar con trucos de angelitos.

Lemus

Oigo una melodía, otra vez esa música que viene del bosque.

Ya me han dado el alta, pero no me gustaría dejar a los niños solos. Sé que están siendo cuidados en la guardería del hospital, pero yo tengo que mirar que no pase nada. Recordemos que son monstruitos hambrientos de carne humana. No tengo nada contra ellos, pero pobres los que no saben, sin contar que en este mismo lugar los atacaron. Debo velar por todo el mundo, siento una gran responsabilidad.

Los observo a través del vidrio mientras juegan, así que sonrío. Una ventana se abre, entonces miro hacia allí.

―Uf, qué frío. ―Tiemblo.

Voy hasta allí a cerrarla, entonces a lo lejos veo una gran luz. En el bosque, hay una silueta de mujer. Un segundo, es la chica de mi sueño.

―Qué extraño ―murmuro para mí mismo, impactado.

Observo un segundo que todo esté bien con los niños, luego atraído por la intriga con una mayor intensidad, termino por cruzar la ventana e ir en la dirección a la que soy guiado. Nunca he llegado tan lejos por esta canción, me pregunto qué estará pasando, para que todo suceda tan rápido y ahora.

Me adentro en el bosque, entonces me detengo al visualizar una cajita de música. Termina de sonar y se abre. Hay una bonita daga, tiene un lindo decorado de perlas. Cierro la caja, entonces la levanto. Observo para todos lados.

―¿Hola? ―expreso, confundido.

¿Quién me ha dejado esto?

            ¿Quién me ha dejado esto?

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