Las monedas que no se deben usar

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—¿Por qué le dijo así? —le preguntó a su abuelo.

—Porque es una casa llena de inmigrantes —Juan Pablo le hizo un gesto para que caminase hacia las escaleras—. La familia Soler, ahí donde se metieron, son catalanes. Allá afuera está Islande, que es haitiana-venezolana, y hay alguien a quien no conocemos porque parece entrar y salir como un fantasma, pero una vez le escuché insultar por teléfono y esos insultos son maracuchos, tiene que ser de Venezuela igual. Y pues el otro apartamento es el mío. Aquí ni siquiera le arriendan a gente de Venezuela, somos una gran excepción porque les dueñes están completamente segures de que Islande y yo les vamos a maldecir si nos echan por su xenofobia.

Alex llegó primero a la puerta y tuvo que esperar que Juan Pablo la abriese para él.

—Pero incluso con eso, siempre sueltan comentarios desagradables cuando vienen a cobrar y a veces la gente le tira cosas a la puerta o las paredes o se ponen a orinar afuera o gritan cosas. Sólo mira que no haya nadie justo en la puerta cuando salgas. Igual viendo ese whitepassing tuyo, capaz piensan que eres de la familia catalana y no mi nieto...

Él asintió sin pensar, inseguro sobre cómo debía tomarse esto. En donde estaba el resto de su familia "sólo" había algunos insultos de vez en cuando y las miradas de desprecio regulares.

Juan Pablo cerró la puerta detrás de él y comenzó a darle indicaciones como cuál era su cuarto, lo que podía cambiar en este y dónde estaba el baño.

El apartamento tenía un cuarto y una sala-cocina a un lado de la escalera, ambos con grandes ventanales que daban a la calle. El baño se encontraba al lado del primer cuarto. Más allá de la sala-cocina había un pasillo estrecho con el otro cuarto, el área del lavadero y un espacio abierto como una pequeña terraza techada.

Las paredes eran rojas. Alex no pudo evitar ver hacia su abuelo con cierta sorpresa.

Dentro de su cabeza, la gente mayor tenía hogares de paredes blancas o color crema y cuadros de óleo de frutas o casas. El gran sillón de cuero negro, la alfombra negra en la sala, el mármol oscuro en la cocina y los dos candelabros de aspecto moderno hechos de varas de acero no eran el tipo de decoración que se esperaba.

No se dio cuenta de que estaba sonriendo al acercarse al medio muro que dividía la cocina de la sala. Allí, colgado en la pared, yacía un enorme lienzo lleno de trazos de diferentes colores que le recordaba a las imágenes de las galaxias.

Decía "Hernández" en la esquina.

—Esto...

—Lo hizo tu abuelo —replicó Juan Pablo, que estaba más concentrado en poner las bolsas de compras a un lado del sillón y comenzar a separar lo que Alex debía meter a su cuarto de otros artículos que adquirió.

—Está increíble.

—Lo sé.

La voz del hombre fue bastante suave al decirlo y Alex volvió a sonreír. Continuó prestándole atención a la pared ya que había unos cuadros más pequeños también muy coloridos y sin formas precisas acomodados en secuencias más allá. Todos tenían el "Hernández" de firma.

En la esquina de la cocina, a una distancia segura de los electrodomésticos y justo donde terminaba la exhibición de los cuadros, encontró un letreto con unas letras de un abecedario diferente. Justo debajo había una mesa cuadrada con dos de menor tamaño que eran sostenidas por la misma base un poco por debajo.

Alex se agachó para observar mejor la figura. Su abuela materna tenía diferentes versiones de Jesucristo, la Virgen y José Gregorio, pero esta estatuilla no era una imagen católica. La postura le recordaba a las estatuas antiguas que vio en una película, donde a un hombre joven lo cubría apenas una tela que por casualidad le caía sobre la entrepierna.

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