El hombre en el armario

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Alex escuchó toda su conversación desde la incómoda silla de plástico con la mirada fija en los converse azules desgastados que llevaba.

Su madre no tardó ni un día en llevarlo con una psicóloga amiga de ella. La plática que tuvo con Alex no debió durar ni siquiera diez minutos antes de que hiciese entrar a la otra mujer.

Desde entonces, hablaban como si él no existiese y no estuviese justo ahí, escuchándolas discutir sobre su "preocupante falta de amistades" y el "horrible hábito de estar encerrado en su cuarto con el teléfono".

Lo que decían adoptaba un tono más raro con cada minuto hasta que llegó un punto en que la psicóloga le preguntó abiertamente si había sido violado o abusado sexualmente de alguna manera.

Alex observó a las dos mujeres como si le estuviesen hablando en una lengua muerta.

—¿Qué tiene eso que ver con que sea un chico? —preguntó con algo más de dureza de la necesaria.

En lugar de responder a su duda para sacarlo de ese estado de aturdimiento, siguieron hablando como si su shock se debiese a que la respuesta era un "sí" y no un "esto no tiene nada que ver con mi género y no entiendo por qué metieron el tema". De pronto usaban términos como "huir del patriarcado" y "mecanismo de defensa" y parecían convencidas de que decir que era un chico era una forma de esconderse o "protegerse" de algo.

Pues para ser un hombre, Alex no se sentía para nada "protegido" sentado al lado de esas dos mujeres adultas que hablaban de él y su experiencia sin escuchar nada de lo que decía.

Para el día de su cumpleaños, la situación en la casa estaba tan tensa que Alex se encerró en el cuarto que compartía con su hermana menor y se hizo un hueco entre el suelo en medio del viejo armario con una puerta dañada y la caja de juguetes de ...

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Para el día de su cumpleaños, la situación en la casa estaba tan tensa que Alex se encerró en el cuarto que compartía con su hermana menor y se hizo un hueco entre el suelo en medio del viejo armario con una puerta dañada y la caja de juguetes de Daniela.

La niña lo encontró allí al cabo de un rato. Les tres hijes de la familia Hernández se llevaban aproximadamente siete años entre cada une, así que desde el comienzo de la adolescencia, Alex había intentado ser para Daniela lo que fue Paula para él: siempre más responsable, más segura e inalterable.

No podía.

Cuando Daniela se acercó a preguntarle por qué tenía esa cara, Alex la rodeó con los brazos y comenzó a llorar contra el vestido rosa de la pequeña. Daniela se sorprendió e intentó hacerle "cariñitos" en el cabello como hacía su madre cuando ella lloraba, pero esto sólo empeoró el llanto de Alex porque no creía que la mujer volviese a tener un gesto como ese con él. No si no cedía y "aceptaba" todas esas cosas horribles que estuvo discutiendo con la psicóloga.

Daniela se dio cuenta de que no podía hacer nada para que su hermano se sintiese mejor, así que terminó sentada junto a él, bien apretades en ese espacio minúsculo con los brazos alrededor del otre. Su cara se arrugaba mientras se esforzaba por entender la situación sin ningún tipo de explicación.

—Paula dice que dijiste algo raro...

—No dije nada raro —repuso Alex. La voz le temblaba.

—Dijo que mamá te iba a llevar a un sitio para que te ayudasen...

—No era para ayudarme, era una persona mala.

—¿Por qué mamá te llevó con una persona mala? —Daniela no podía dejar de fruncir el ceño.

—Porque ya no me quiere.

—No digas eso, Ale...

—Alex —corrigió él sin pensar—. Dime "Alex". Es más bonito.

Después de unos instantes en silencio, Daniela asintió.

—Sí es bonito —aceptó la niña, y al ver que esto le sacaba lo más similar a una sonrisa que le había visto a su hermano en días, continuó:—. Alex.

Alex sonrió al mismo tiempo que aguantaba las lágrimas de nuevo y asintió.

—¿Y "él"? ¿Me hablarías de "él"?

—¿Como si fueses un niño?

Alex volvió a asentir.

—Bueno —Daniela igual asintió—. ¿Estás más tranquilo?

Él quería decirle que sí, pero como era la primera vez que alguien lo trataba como él, empezó a llorar de nuevo y Daniela adoptó una expresión de "¿qué hice?".

Alex se apresuró a decirle que no hizo nada malo, agradecerle y abrazar a su confundida hermana.

Pensó que si al menos una persona en esa casa estaba de su lado podría soportarlo. Quizás todo esto fuese temporal. Sólo un poco de tiempo y entenderían.

No se esperaba que se enojasen más porque escucharon a Daniela decirle por su nombre y pronombre.

No se esperaba que se enojasen más porque escucharon a Daniela decirle por su nombre y pronombre

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—...metiéndole ideas a tu hermana...

—...y la mamá de Andrea llamó para preguntar por esas cosas raras que dijiste esta semana en el colegio y ese corte de pelo tuyo...

—...vas a seguir con la psicóloga cuando regrese de sus vacaciones de navidad y después...

—...no andes diciendo eso en el colegio...

Alex estaba tan harto que soltó lo único que se le ocurrió:

—Me quiero ir a Venezuela con mi primo cuando se regrese.

Su padre le había puesto mute al televisor, aunque no se giró, y la expresión de su madre se quedó pasmada durante unos segundos antes de comenzar a reírse.

—¿...sin luz y sin comida...?

—...hemos pagado tanto para que te regreses por una estupidez tuya cuando casi tienes la nacionalidad de tu mamá...

—...si crees que tu primo te va a estar consintiendo eso...

—...y si te oye tu abuela se va a morir de un infarto...

—...para que estés de vaga sin hacer nada y diciendo estas cosas...

Él caminó de regreso al cuarto perseguido por las voces de ambes, buscó la maleta destartalada que utilizó cuando llegó en bus a Colombia y abrió el armario.

—Gracias por abrirme, a estas alturas ya no veo bien y no sabía si...

Había un hombre de cabello canoso saliendo del armario.

Alex gritó como nunca en su vida. Y puede que le lanzase la maleta también, no estaba seguro.

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