Eres Más Brillante Que El Sol

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Corre... A-Ying corre gritaba una pequeña niña de tan solo 7 años a su hermano de 4, ella llevaba dos bollos quemados en sus pequeñas manos, mientras escapaban de un comerciante furioso.

Se escabulleron en el gentío del mercado, llegando a una pequeña choza a las afueras del pueblo, la casa estaba abandonada y en mal estado, en invierno goteaba mucho y cuando nevaba el frío pasaba por todos lados haciéndola casi un congelador.

Al llegar tomaron un descanso.

-jie jie, ¿somos malos?

-a-Ying, mirame bien, no somos malos, tu eres un niño muy bueno, dime que lograste encontrar entre las sobras de esa posada?

-jie jie, a-yin consiguió una lechuguita y un repollo a la mitad, la señora de la posada me dio también unos fideos un poco quemados, a y también me dio una bolsita con dinero, me dijo que era para no se, que te la diera a ti.

-a-yin eres un sol, gracias, puedes jugar en el patio de atrás mientras hago la cena, ya sabes no te vayas más allá de la serca de palitos.

Wei Rouyi se sorprendió de todo lo que había conseguido, la señora de la posada era muy buena con ellos, se preocupaba por ellos y los ayudaba cuando podía.

Tomó los ingredientes junto al arroz qué había logrado tomar en la persecución y se preparo para cocinar un poco para la cena.

Debía racionar muy bien para que por lo menos eso les alcanzará para 3 días si comen los dos, pero si ella solo come dos días, a-yin podría comer 4 días.

Y así lo hizo, cocinó un poco de sopa de repollo y le agregó los fideos quemados qué consiguieron.

- a-Yin a cenar....

Un pequeñito un poco sucio entro corriendo, y sonriendo de oreja a oreja sentándose apresuradammente a la mesa improvisada qué tenían, era un tronco y al rededor unos cojines viejos funjian de sillas.

- jie jie, ¿no vas a comer?

- No tengo hambre, además comí un bolo antes de regresar a casa.

Apollada sobre sus codos observaba como el pequeño comía, y parloteaba de lo que había jugado por la tarde, su estómago pedía a gritos comida, se sirvió un vaso de agua para engañar el hambre.

Terminó la cena y el pequeño estaba cabeseando en su sitio, lo cargó y lo dejó sobre una alfombra la cual hacía de cama y lo arropo con mucho amor, con la manta que su madre les había obsequiado antes de partir a esa fatidica casería junto a su padre.

No quería ponerse nostálgica ante el pasado, ya había transcurrido un año en el que sus padres murieron, y ella se había hecho cargo de su pequeño hermano.

Lavo los pocos trastes qué tenía, limpió la casa, barrio y juntó la ropa para lavarla el día siguiente, el hecho que fueran pobres no decía que fueran sucios, trataba de mantener sus cosas limpias y evitar lo mas qué pudiera la suciedad, así evitar enfermarse.

Cuando terminó, se acurrucó al lado de su hermanito, sin darse cuenta unas cuantas lágrimas botaron de sus ojitos plateados, extrañando el calor de su madre y padre.

Era mentira cuando dice que no necesitaba a nadie, pero apenas era una niña, que necesitaba el calor familiar, lloraba en silencio, cuando su hermano dormía ya que el nesitaba qué fuera fuerte, el nesitaba una madre, y ella se la daría con esos pensamientos se quedó dormida.

Por la mañana, antes que el sol saliese, wei Rouyi se levantó y se dirigió al río que estaba situado atrás de su casa, una ventaja ya que por lo menos tanian agua limpia para bañarse y lavar, lavó sábanas y ropa, hasta que sus pequeñas manos estaban rojas por el frío.

No dejaré que el mundo te dañe A-yin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora