¿Un consejo simplista pero efectivo?

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Jimin arrugó, se sentía frustrado. Tenía ganas de aporrear las teclas de su piano, asimismo tenía la necesidad de dar su cabeza contra ellas. Pero su piano era en serio lindo así que optó por ignorar el ilógico y, ciertamente estúpido impulso. Alejó sus manos del instrumento y desordenó sus hebras.

¿Desde cuándo era tan difícil decidirse por algo?

Claramente no era como lanzar una moneda al aire y optar por a o b de manera tan despreocupada, pero aún así, no podía ser tan complejo como a él le estaba resultando.

Resopló y su atención se movió hacia la puerta de su estudio, la puerta se había abierto y tras de ella se mostraba su padre. A primera vista lucía sereno, encaminándose hacia él con calma y una mirada ligera.

—Yuna me dijo que estás distraído.

El príncipe evitó resoplar y rodar sus ojos. Se hizo a un lado en su banco, dándole espacio a su progenitor para que tomara asiento a su lado.

—¿Eso te dijo? —murmuró plano. Reprimiendo su irritación lo mejor posible. Su padre asintió—. Mis dedos no quieren colaborar hoy.

—Me comentó que llevas varios días así, ¿sucede algo?

El más bajo negó—. Todo en orden.

—¿Seguro? —insistió el hombre, sus ojos entrecerrados con recelo evidente—. Podemos hablar de eso.

Jimin sonrió con suavidad, aunque pareció una sonrisa vaga y desganada a suave como él creí que había sido.

Por una fracción de segundo consideró aceptar la petición de su padre, pero tan pronto recordó que al hombre no le agradaba Jungkook, la descartó. Mencionar a su prometido y el hecho de que quería romper su compromiso con éste, resultaría catastrófico. Y más aún cuando no estaba convencido de ello y los contras, si bien parecían suficientes y justos. Se sentían de muchas formas menos correctos.

Hablar de ello era igual que alimentar la espina maníaca de su padre contra el castaño, lo que prefería evitar siendo honesto.

—Tranquilo, soy lo suficientemente competente como para resolverlo por mi cuenta.

—Aún así puedo darte un consejo paternal si lo necesitas.

Jimin rió. Nunca había recibido un consejo paternal antes, ni siquiera maternal. Sólo consejos de reyes para con su hijo, un príncipe. Ni siquiera estaba seguro de la diferencia entre uno y otro, por lo que sacudió una mano. Negando lo escuchado.

—Estoy bien.

—De acuerdo —murmuró en comprensión—. Procura ser más amable con Yuna, está haciendo su trabajo.

—¿Por qué sigue instruyéndome? —cuestionó con curiosidad repentina—. ¿No se supone que a los dieciocho años es la edad adecuada para finalizar con todo eso?

—En teoría, pero si la persona en cuestión sigue teniendo algunos desperfectos no es extraño alargarlo.

Jimin rodó sus ojos, recordando el hecho que todos esperaban que fueran máquinas.

—¿Y los míos son...?

—Tu postura sigue siendo desprolija al comer y te está enseñando piano, ¿recuerdas?

Bendita sea el día que se interesó por la música.

—Cierto. Mi culpa —admitió en un bufido, ganándose una mirada de su padre que prefirió ignorar—. Oh, Jungkook irá a Daegu a atender algunas cuestiones y me invitó con él.

—¿Me estás pidiendo permiso?

—Mamá me lo concedió.

«Y ahí está esa mirada», pensó cuando sus ojos se encontraron con los, ligeramente más pequeños de su padre. Nunca supo cómo describirla, era una mezcla de exasperación con desilusión extrañas pero apropiadas.

real engagement 𐙚 kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora