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SIENNA / LEONE

Sienna

Mi cabeza estaba echa un lío. Sobre todo por las palabras de Killian en la ducha. "Antes tenía que matarte.", dijo claramente. Lo dejé pasar por razones obvias, quería disfrutar del momento en vez de comerme la cabeza. Pero después, cuando preparó ese pequeño tentempié en la alfombra, mirándome como si no hubiera hecho nada. Intentaba hacerse el duro, lo sabía, pero en realidad era todo un romántico. Si no, ¿por qué habría hecho eso? Disfruté, disfruté la ducha, disfruté ese pequeño almuerzo, disfruté las sesiones de sexo posteriores. Parecíamos una pareja, pero... ¿por qué ni cabeza no dejaba de reproducir sus palabras?

Antes tenía que matarte.

¿Por qué? ¿Por qué dijo eso? ¿Por eso me odiaba tanto cuando entré en la central? Mi cabeza estaba hecha un lío, sobretodo porque nos encontrábamos caminando hacia la salida del edificio, donde Francesco estaría esperándome. No quería verlo, era una realidad, y tampoco quería girarme hacia el hombre con el que me había pasando practicando todo tipo de posturas sexuales en la última hora. Sus palabras no hacían más que atormentar mi mente. Entonces, una mano me envolvió la muñeca, haciéndome girarme justo antes de salir. Killian me estampó contra la pared y me miró con una expresión que no supe descifrar. No dijo nada. Estampó un beso en mis labios y antes de que me diera cuenta ya había colado su lengua en mi boca. Fue un beso desesperado, frustrado, ardiente. No tuvo nada que ver con los que nos habíamos dado arriba. Notaba la ira irradiar por cada uno de sus poros. Entonces me soltó y se fue de vuelta al interior. Pensé que me iba a acompañar, pensé que iba a estar conmigo, pero cuando se giró con una sonrisa ladeada y me guiñó un ojo supe que confiaba en mí. Y yo también debía hacerlo.

Salí del edificio con paso firme, a sabiendas de la guerra que se desataría ahí fuera. Pero no tenía miedo, no volvería a temer a Francesco porque, en realidad, a quien debían temer era a mí. Ya no era la misma persona que se había dejado manipular por él. Había cambiado. A pesar de haberlo dejado en poco tiempo, algo había hecho clic en mi cabeza. Y me sentía bien. Me sentía poderosa. Me sentía fuerte. Francesco estaba de espaldas, mirando el móvil. Su pequeño flequillo rubio se movía con la suave brisa de la tarde.

-Francesco.

Se giró rápidamente en cuanto pronuncie su nombre. Una sonrisa de medio lado se dibujó en su semblante.

-Amore (Amor), sabía que vendrías. -Dijo con entusiasmo y seguro de sí mismo-. ¿Sabes? Tengo muchas ganas de realizar este operativo contigo.

Asentí sin saber muy bien como reaccionar a su sorprendente buen humor. Entonces, sin siquiera haberlo podido evitar, agarró mis caderas con ambas manos, sujetándome con fuerza. Intenté soltarme pero fue inútil.

-¿Qué haces? -Le pregunté con los pelos de punta y la ira empezando a invadir mi cuerpo.

-Joder, Sienna. Ti amo (Te amo).

Sus palabras no se colaron en mi cuerpo. Es más, se las escupió al suelo nada más recibirlas. Ni mi mente ni mi corazón amaban a ese hombre. Intenté apartarlo pero me tenía tan bien agarrada que no podía siquiera moverlo un centímetro. Estaba empezando a enfadarme de verdad.

-Suéltame, Francesco.

-Eres mía. -Sentenció con firmeza-. Siempre lo has sido.

Negué con la cabeza intentando zafarme de su agarre. Él intensificó la fuerza empezando a hacerme daño en la piel. La cólera y el miedo se apoderaron de mí al pensar que podía repetirse lo de la última vez. Intentó besarme con fuerza, con rabia, y con mucho más enfado al rechazarlo una y otra vez.

SIENNA CARUSO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora