Anti-hero

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I have this thing where I get older but just never wiser
Midnights become my afternoons
When my depression works the graveyard shift
All of the people I've ghosted stand there in the room

Paula

El fantasma húmedo y frío de todo lo que no había sido me golpeó sin misericordia en la cara mientras mi corazón latía desbocado.

El cielo apenas estaba empezando a rasgar su vestido de noche mientras apresuraba su paso ante la aparición tímida de los primeros colores del amanecer cuando en mis playas desiertas se dibujaron como hojas de otoño uno a uno todos esos sueños y deseos que jamás habían tomado tintes de realidad.

Los cuales no dudaron en gritarme todos los errores del pasado en una emboscada que conocía tan bien que simplemente rodé los ojos y no dudé en alzar a tope el volumen de mis cascos los cuales al ritmo de Silvio Rodríguez acompañado de mis pasos firmes ante el ejercicio matutino intentaron quitarle el trono perpetuo en donde se sentaban mis miedos.

Donde sorpresivamente por un par de minutos lo consiguieron hasta que finalmente todos mis intentos fracasaron y me rendí ofuscada ante el hecho de que aunque me consideraba una persona bastante feliz, aún no lograba alcanzar esas metas que me quitaban el sueño al menos una vez a la semana.

La palabra familia me atacó con sus puntas llenas de cuchillas dispuesta a desbaratarme el alma porque a pesar de que la mayor parte del tiempo solía restarle importancia a que incluso mis hermanos menores estaban casados y con una familia formada, habían días más difíciles donde mi corazón se rompía ante el recordatorio de que a mis treinta y dos años jamás había sido querida de esa forma como para llegar a construir una relación que fuese más allá del contacto físico y efímero que envolvía la mayor parte de mis encuentros nocturnos donde a la mañana siguiente no había nada más que una despedida formal de parte de alguien con quien jamás compartiría no solo mis noches sino tampoco mis mañanas ni mis tardes.

Por lo que sin siquiera ser consciente de ello, el dolor de sentirme no merecedora de esa realidad me atacó provocando ese bajón emocional que tanto odiaba.

—Vaya mierda —susurré agitada mientras mi trote se reducía al mínimo hasta llegar a una de las bancas del parque que quedaba cerca de casa en donde me recosté en un intento de detener todo el jaleo emocional con el que jugaba mi cabeza cuando me encontraba más vulnerable de lo normal.

Y es que a pesar de que era más que consciente de mis virtudes y de lo sumamente afortunada que era por tener a personas que me querían a mi alrededor, eso no quitaba la soledad desoladora con la que convivía a diario.

En donde incluso cuando me reunía con mis amigos, siempre llegaba ese momento de agotamiento total en donde las voces se volvían más distantes y el salón se llenaba de todos esos pensamientos intrusivos que me repetían que no importaba cuánto me esforzara por encajar o ser importante en la vida del resto, al final del día las personas se iban a aburrir de mí en el momento exacto en que dejaran de ver esa capa superficial dorada que me hacía atractiva a la vista de todos y se adentraran a mi inframundo donde los mares de la nostalgia y de las malas decisiones ayudaban a crear ese ambiente denso y oscuro donde vivía la mayor parte del tiempo ya que ahí no existía la Paula Faurré que todos conocían, sino que más bien solo estaba la Paula que nunca fue elegida por nadie.

Resoplé abrumada ante aquellos pensamientos que eran mis mayores némesis desde niña porque desde que tenía memoria era consciente del papel secundario en el que se desenvolvía mi vida.

En donde jamás fui lo suficiente destacada en algo como para tener la atención y amor de las personas a mi alrededor ya que ser una buena alumna, buena deportista y sobre todo una buena hija era lo esperado en mi familia, así que no tardé en descubrir que la única forma de recibir aunque fuese una dosis ínfima de cariño era no siendo yo.

¿Dónde van las hojas secas que el invierno nos dejó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora