I'd never gone with the wind, just let it flow
Let it take me where it wants to go
'Til you opened the door
And there's so much more
I'd never seen it before
I was trying to fly, but I couldn't find wings
But you came along and you changed everythingPaula
—Marta siempre estuvo ahí para mí —relaté hilvanando mi voz con todos esos recuerdos felices que tenía con mi hermana donde antes de que saliera del closet ella era mi mejor amiga, mi persona favorita en el mundo e incluso la persona que siempre quise ser de mayor porque la admiraba como a nadie—, si no hubiese sido por ella, no sería la persona que soy ahora —confesé sintiendo cómo un par de lágrimas rodaban por mi mejilla al pensarlo—, cada vez que volvía del cole frustrada y triste al no saber por qué me odiaban tanto, Marta se recostaba conmigo, me calmaba y me hacía sentir de que no importaba qué pasara ella siempre iba a estar conmigo —afirmé mientras un mar nostálgico se posaba en mi mirada, el cual no me atreví a detener o siquiera alejar sino que más bien me refugié en el pecho de la castaña sintiendo cómo sus manos quitaban todas esas hojas otoñales que cubrían todo mi cuerpo—, cuando sacó la licencia para conducir, ya no solo se recostaba conmigo sino que me sacaba a pasar la tarde con ella, me compraba un helado o algún rompecabezas nuevo —relaté con una tímida sonrisa—, me gustan mucho —susurré ante un detalle de mí que solo mis hermanos y Eze conocían pero que no me molestaba compartir con la enfermera.
—Lo tendré en cuenta —murmuró sin dejar de acariciar mi espalda a lo que asentí mientras mi cuerpo se relajaba ante sus estímulos en donde sus manos junto a su olor a casa me resguardaron de la tempestad que se instaló en mi semblante—, quizás deberías tratar de dormir —musitó suavemente a lo que asentí pero sabía que eso iba a ser casi imposible porque mi mente no dejaba de pensar en modo médico en donde sinceramente lo único que deseaba era buscar información que me ayudasen a combatir el diagnóstico de mi sobrina, sentirme útil.
—¿Puedo pedirte un favor? —le pregunté al no saber cómo reaccionaría la morena ante mi petición, ya que ni siquiera yo estaba muy segura de que tuviese sentido lo que estaba pensando pero lo necesitaba—, probablemente no creas en Dios, yo tampoco creo pero mi hermana sí y quizás si entre más personas pedimos por ella y Aurora —dije tratando de explicar esa idea que estaba divagando en mi cabeza porque aunque no era creyente, en estos momentos no me importaba en lo más mínimo utilizar hasta el último resquicio de fe que pudiese existir porque quizás el Dios de mi hermana no me aceptaba pero sí que la quería a ella así que si rezar podía ayudar aunque sea para llamar la atención de ese ser superior, entonces estaba dispuesta a hacerlo.
Pero lo que me sorprendió no fueron mis ganas de aferrarme a algo en que no creía, sino que fue cómo Marta ni siquiera puso un pero a mi petición sino que tan solo asintió.
—Claro —afirmó sin dudar de si tenía sentido o no—, si eso te hace sentir mejor, podemos hacerlo aunque ya te digo que no sé rezar ni tampoco sé hacer lo que sea que hagan para rezar.
—Tranquila yo te enseño —sentencié uniendo sus manos mientras le explicaba que tenía que cerrar los ojos para que luego repitiese conmigo la oración que me acompañó en todas mis noches antes de dormir desde que tenía memoria, la cual fluyó con naturalidad dentro de mí incluso después de casi una década sin pronunciarla en donde ambas pedimos por la salud de mi hermana y de mi sobrina sintiendo cómo el mundo se detenía por unos segundos y lo único que existía eran nuestras voces flotando por la habitación hasta que terminé con la oración con los ojos empañados deseando con todo mi ser que nuestro ruego haya sido escuchado.
—Es una oración preciosa, Paula —musitó la castaña antes de acariciar mi mejilla con dulzura a lo que asentí porque a pesar de que gran parte de mí renegaba todo lo que la iglesia significaba, también existía esa parte que durante toda su vida había buscado refugio en ese tipo de oraciones y había encontrado paz después de sacar todo lo que sentía por dentro—, yo jamás he rezado en mi vida —soltó divertida a lo que reí.
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¿Dónde van las hojas secas que el invierno nos dejó?
RomancePaula Faurré y Marta Flores no podían ser más distintas entre sí por lo que lo más esperable en sus vidas era que jamás llegaran a siquiera coincidir en el mismo espacio-tiempo. Sin embargo, en contra de todo pronóstico, sucedió. No una ni dos sino...