Its nice to have a friend

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Light pink sky up on the roof
Sun sinks down, no curfew
Twenty questions, we tell the truth
You've been stressed out lately? Yeah, me too
Something gave you the nerve
To touch my hand.

Marta

Estaba tan acostumbrada a que desempolvar el pasado siempre trajese consigo que todo mi ser se manchara con las memorias rotas de mi corazón, que cuando lo hice frente a la pediatra y comprobé que no había rastro alguno de polvo cegando mi vista ni tampoco ensuciando mis manos, mi única reacción fue fruncir el ceño extrañada al sentir cómo la mano de Paula quebró sin dificultad alguna los ejes de mi cordura al acunar dulcemente mi mejilla mientras su sonrisa kilométrica se encargaba de no solo iluminar su piso, sino que también fue capaz de regalarle luz a mi universo en penumbras.

Y es que por un par de segundos lo único que existió entre nosotras fue eso, una sensación extrañamente abrumadora que arrasó contra todos los pilares de mi conciencia, pero que para mi sorpresa, no trajo más caos, sino que más bien calmó al siroco proveniente de las profundidades de mis recuerdos y por obra de magia en un pestañeo, lo convirtió en brisa marina.

La cual con su aire salado y con gotitas de cambio en sus puntas, acarició mi piel con tanta delicadeza que por un segundo pensé que en el momento en que la rubia soltase mi mano, me quebraría por completo y terminaría llorando por ese cambio abrupto de los vientos huracanados que solían azotar mi mente a diario.

Mientras que todos los gritos alertándome sobre la proximidad de la rubia se diluyeron al alcanzar esas lagunas achocolatadas que me recibieron con un abrazo silencioso y no tardaron en quitarme el abrigo pesado de mis malas decisiones para que me sintiese más cómoda al entrar a aquel mundo, que no solo no estaba en tinieblas sino que si cerraba los ojos era capaz de escuchar podía escuchar cómo las olas bailaban al mismo compás que el viento y no el arrastre de las largas cadenas de esas ánimas con las que convivía a diario.

—Perdona, aún no me acostumbro a respetar tu espacio personal —se disculpó abruptamente quitando temerosa su mano de mi rostro al premeditar que habría un regaño de mi parte por ello, sin embargo, estaba tan absorta por lo que estaba sucediendo que mi única reacción fue quedarme en silencio sin saber cómo decirle que no habían pasado ni cinco segundos y mi piel ya extrañaba su tacto.

—No te preocupes —fue lo único que pude decir antes de quitar la mirada de aquellas colinas cargadas de luz y desviarla hacia terrenos mucho más seguros como lo fue repasar los pequeños detalles en el piso de Paula que gritaban su nombre sin problemas como lo eran las dos mesas infantiles que se encontraban en una esquina del salón donde se encontraban lápices, folios y rotuladores mientras que en la pared encima de ellas, existía una pequeña exhibición de dibujos que suponía que eran de sus sobrinos.

Como también pude identificar las dos cajas transparentes llenas de juguetes que se encontraban en otra esquina del salón, lo cual me sacó una sonrisa sincera al comprobar que la rubia jugaba en una liga diferente a la que alguna vez había conocido.

Una en donde Paula se aferraba a la magia infantil que su trabajo y sus sobrinos eran capaces de regalarle a borbotones, la cual había aprendido a utilizar a su favor al condensarla en el brillo de sus ojos y la forma tan tierna que la rubia tenía para relacionarse con las personas en donde la pediatra lucía como un personaje de Disney con esa aura de que todo podía ser posible si creías en ello y que el mundo era mucho más bonito si estabas a su lado.

—Tus sobrinos vienen mucho por aquí, ¿no? —pregunté cambiando por completo el tema para no tener que hablar sobre lo que acababa de suceder, pero a la mayor no le incomodó aquel cambio sino que más bien asintió entre risas antes de tomar un sorbo de su café.

¿Dónde van las hojas secas que el invierno nos dejó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora