Run

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Give me the keys, I'll bring the car back around
We shouldn't be in this town
And my so-called friends, they don't know
I'd drive away before I let you go
So give me a reason and don't say no, no

Paula

—Te ganaste con creces esta canción —mencionó Eze divertido después de que le contara lo que había sucedido con Amelia en la guardia que compartimos la semana pasada, por lo que el mayor no dudó en tomar mi móvil para conectarlo con la bocina de mi cuarto, mientras yo terminaba de sacar la ropa que iba a empacar en la maleta para Barcelona—, es que pega un montón contigo —sentenció antes de ponerle play en spotify a rosa pastel de Belanova por lo que rodé los ojos al notar cómo el ingeniero se acomodó mejor en mi cama para darle más dramatismo a la primera estrofa—, sí, yo quería ser esa mujer, la madre de tus hijos y juntos caminar hacia el altar —cantó a todo pulmón utilizando mi teléfono como micrófono mientras yo solo rodaba los ojos por el gran apoyo emocional que me estaba ofreciendo mi mejor amigo.

—Imbécil —farfullé tirándole uno de mis jersey a lo que el castaño rio antes de estirar su mano para que me acercara y cantáramos a dúo la canción, en donde en un principio me negué a seguirle el juego, pero finalmente terminé cediendo.

—Dime que no soy el mejor soundtrack de tu vida —opinó antes de sembrar una cascada de besos en mi mejilla a lo que solo suspiré rodando los ojos—, venga si te la sabes canta —chilló emocionado antes de que llegase el coro y yo riese ladeando la cabeza divertida—, no, no quiero ser esa mujer ella se fue a un abismo y tú no eres aquel que prometió —cantamos dejando que el coro de la canción envolviese mis penas y mis decepciones para transformarlas en un par de lágrimas inesperadas en donde pude sentir cómo mi voz se rompió luego de que terminase el coro de la canción ante el hecho de que no había sido capaz de sacar todas esas emociones turbulentas que retumbaban en mi corazón, ya que mi cabeza no dejaba de reclamarme el por qué me sentía tan mal si no valía la pena sufrir por algo que ni siquiera había existido—, ya llegamos al karaoke depre y aún no tomamos ni un botellín —determinó antes de tomar mi rostro entre sus manos y quitar mis lágrimas con sus pulgares—, eh tranquila, socorrito estoy aquí —mencionó dulcemente antes de levantarse de la cama para que me abrazara a su pecho—, tranquila, ¿sí? —me susurró mientras sus manos se encargaban de acariciar mi espalda con ese cariño y protección que siempre me ha ofrecido—, si tenemos que llorar pues lloramos, ya está —continuó sacándome una pequeña risa inesperada por su comentario—, a veces hay que solo dejar que las emociones fluyan —concretó a lo que asentí secando mis lágrimas al sentirme estúpida por estar llorando por esto.

—Es que me siento estúpida llorando por esto —admití mordiendo mi labio a lo que Eze asintió antes de suspirar—, ni que me hayan roto el corazón.

—Bueno si te hace sentir mejor, todos nos vemos estúpidos llorando, cariño —aclaró divertido—, pero es la mejor forma que tenemos para sacar lo que nos duele y es completamente normal que te sientas mal por todo esto —respondió antes de chasquear la lengua—, pero ambos sabemos que lo de Amelia es solo la punta del iceberg de tus lágrimas, Paula —fruncí el ceño al no entender a lo que se refería—, ¿quieres mi opinión que puede dolerte por ser realista o solo sigo en mi papel de mejor amigo consolando tus lágrimas, socorrito?.

—Odio que me digas así.

—Pues yo encuentro que te pega genial —resolvió divertido a lo que no dudé en golpear su hombro—, oye tranquila, la violencia nunca es la solución —rio.

—Venga qué me vas a decir.

Eze rio antes de besar mi frente y hacer la misma mueca que hacía siempre cuando estaba a punto de ser la persona más honesta del mundo y que con ello posiblemente dijese más de alguna cosa que no me iba a gustar, pero estaba tan habituada a su dosis de sinceridad que incluso era una de las cosas que más me gustaban del moreno.

¿Dónde van las hojas secas que el invierno nos dejó?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora