Me despierto al día siguiente con una resaca de proporciones épicas. Mi cabeza parece que va a estallar y mis pestañas parecen pesar más que el palacio donde vivo. Cierro los ojos con fuerza, tratando de bloquear el dolor palpitante que se extiende desde mi cabeza hasta mis huesos.
Por mi cabeza pasa que hoy no es importante ir, que solo es el primer día y que todos los ojos estarán puestos en mis padres y en mi hermana, la heredera de la corona, pero entonces, las puertas de mi habitación se abre y entra mi madre, con su perfecta sonrisa y su cuerpo envuelto en una bata negra de seda.
—¡A levantarse! —exclama mientras separa las cortinas de una de las ventanas de mi dormitorio.
El sol golpea mi cara y suelto un gruñido.
—Ay, hija, no se porque estás tan casada, ¿no has pasado una buena noche?
Si tu supieras.
—Me costó dormirme —murmuro mientras me siento, pasando una mano por mis ojos.
Mi madre frunce el ceño ligeramente, pero rápidamente recompone su expresión, como si no quisiera que nada perturbe la perfección de la mañana.
Apenas puedo contener un gemido cuando intento levantarme de la cama, sintiendo cada músculo adolorido y cada articulación quejándose por el esfuerzo. Me mira con preocupación mientras me hago eco de su sonrisa perfecta, pero por dentro estoy sufriendo.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí, solo me duele un poco la cabeza, nada grave —respondo rápidamente.
Ella parece comprar mi explicación y me da una mirada comprensiva antes de decir:
—Bueno, ¿qué tal si te das una ducha y desayunas algo? Te sentirás mejor.
Asiento con la cabeza y escucho como me dice a través de la puerta del baño de mi habitación que tengo que estar lista en dos horas.
Cuando el sonido de sus pasos se desvanece por el pasillo, me sumerjo en la ducha, dejando que el agua caliente golpee mi piel adolorida y me ayude a despertar por completo.
Mientras me enjabono el cabello y me enjuago el cuerpo, mi mente vuelve a la noche anterior, reviviendo cada momento compartido con aquel chico misterioso en la discoteca. Nunca antes había estado adolorida después de pasar tiempo con un chico, no puedo evitar sonreír al recordar la emoción y la liberación que sentí en sus brazos.
Pero ahora, aquí estoy, enfrentando las consecuencias físicas de mi aventura. Me siento como una maldita novata en esto del sexo, pero, joder, valió la pena cada gemido y cada embestida.
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THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZ
Fiksi PenggemarEn la calma de mi vida, llegó un huracán. No fue uno de esos que anuncian con alertas meteorológicas o que se forman en el horizonte lejano. No. Este huracán se gestó en la quietud de mi rutina, irrumpiendo con la fuerza de un vendaval en mi corazón...