Capítulo 9

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Al final me había sentido mal por no salir los cuatro a cenar, así que había propuesto la idea de pasar nuestra última tarde juntos en barco

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Al final me había sentido mal por no salir los cuatro a cenar, así que había propuesto la idea de pasar nuestra última tarde juntos en barco. Carlos aceptó enseguida, igual que Lando y Anja.

Así que ahora nos encontrábamos en una de las maravillosas calas que Cerdeña ofrecía. Yo estaba sentada en la parte trasera del barco, a unos metros de distancia de Lando y Anja que ni el calor que hacía parecía molestarlos, pues llevaban todo el rato pegados.

Carlos estaba dentro, hablando con el capitán y con algunos miembros de la tripulación. Coloqué mis gafas de sol encima de mi cabeza para observalo. Exajeraba sus gestos, me había dado cuenta de que lo hacía mucho de manera natural, y señalaba hacia no se donde, indicándoles algo a los trabajadores.

Cuando se giró hacia mi, aparté rápidamente la vista e hice como que leía el libro que me había traído.

-Está al revés.

-¿Eh?

¿Tenía que pasearse todo el día sin camiset?

-El libro, está al revés -repite y mis mejillas se tiñen de rojo.

-¿Qué hablabas ahí dentro?

-Me he enterado de que hay una moto de agua, y les he pedido si podían sacarla.

-Ah.

Vi como algunos miembros de la tripulación lo preparaban todos. Carlos caminó hacia ellos y vi como se colocaba un chaleco salvavidas. Después, sin ningún tipo de cuidado me lanzó uno a mi.

-¡Ey! -protesté, agarrándolo del suelo.

-Deja de quejarte y ven aquí.

Con esa mezcla de autoridad y picardía, me hizo sentir un cosquilleo en el estómago. Me puse el chaleco, aunque con algo de mal humor por su actitud dominante.

-¿Te crees mi padre para darme órdenes?

Él se encogió de hombros.

-No diría nada si me llamaras papi en la cama.

Siento mis mejillas teñirse cuando una de las chicas de la tripulación pasa por nuestro lado, haciendo su trabajo.

-¡Cállate, idiota! -le espeté, dándole un empujón juguetón.

Él solo se encogió de hombros, con esa sonrisa pícara tan usual en su rostro. Nos subimos a la moto de agua, y con él detrás de mí, nos lanzamos al mar.

-¿Es un buen momento para decir que nunca he conducido una de estas? -lo miro por encima de mi hombro.

Carlos suelta una risa antes de negar ligeramente con la cabeza.

-Tú solamente acelera y no nos estampes.

Haciendo lo que me dice, doy una acelerón demasiado brusco y noto cómo la moto de agua se dispara hacia adelante, haciéndome dar un pequeño grito de sorpresa. El agua salpicaba por todos lados y sentía el viento azotándome la cara, pero no podía evitar reírme. Carlos se aferraba a mi cintura, y aunque no podía verlo, sabía que estaba disfrutando tanto como yo.

THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora