El domingo había llegado y solo faltaban tres vueltas para que todo este paripé del fin de semana acabara. Después de esto, venía lo bueno: la fiesta.
No era ningún secreto la gran fiesta que se organizaba después de la carrera, esa donde solo la gente que trabajara en los equipos, los más privilegiados o los más ricos podían ir.
No era fácil conseguir una entrada para la discoteca, y el alto precio que ya tenían las entradas de los clubs del principado aumentaban para ocasiones como estás.
Pero yo era la Princesa de Mónaco, así que solo me había costado un par de mensajes conseguir un reservado para mi y mis amigas.
Veo cómo un Red Bull cruza la línea de meta primero, seguido por el Ferrari con el número cincuenta y cinco. Sé que es Carlos. Me he fijado esta mañana cuando dimos una vuelta por la parrilla de salida.
Bueno, parece que no se le da nada mal conducir coches en círculos. No puedo evitar sentir un destello de satisfacción al verlo en segundo lugar, pero más allá de eso, no me importa mucho lo que haga.
Cuando llega el momento del podio, como dicta el protocolo, me coloco detrás de los pilotos, con una expresión tranquila pero distante. No es como si estuviera emocionada por ver quién sube al escalón más alto. Es solo otro día en la vida de una princesa.
Carlos sube al segundo escalón del podio, y aunque intento mantener mi indiferencia habitual, no puedo evitar notar cómo me dedica una mirada para nada discreta.
Levanta sus cejas con una expresión de complicidad que no me pasa desapercibida, pero yo simplemente respondo con un gesto mínimo de cabeza, dejando claro que no estoy interesada en jugar a sus juegos.
Después de todo, lo nuestro fue solo una noche de diversión, ¿verdad? No hay necesidad de hacer dramas en el podio.
Mientras espero a mi familia en el hospitality aparece Carlos con su trofeo en mano, bañado por el Champagne que seguramente ha estado volando por los aires en la celebración del podio.
Claramente asqueroso.
Nuestros ojos se encuentran por un instante, y puedo ver una chispa de diversión en los suyos. Supongo que está disfrutando el momento, y quién puede culparlo después de una carrera como la que ha hecho.
Observo cómo habla animadamente con un señor mayor que se acerca a él. Por el parecido físico entre ambos, supongo que debe ser su padre.
Me pregunto qué estarán hablando, si estarán compartiendo anécdotas de la carrera o simplemente disfrutando del momento juntos. Aunque no puedo evitar sentir un poco de envidia al ver esa conexión entre padre e hijo, me recuerdo a mí misma que no es asunto mío.
Solo espero que mi familia llegue pronto para poder largarnos de aquí y dejar este circo mediático detrás.
Veo cómo se despide de él con una sonrisa y un gesto de afecto, y luego se acerca a mí.
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THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZ
FanfictionEn la calma de mi vida, llegó un huracán. No fue uno de esos que anuncian con alertas meteorológicas o que se forman en el horizonte lejano. No. Este huracán se gestó en la quietud de mi rutina, irrumpiendo con la fuerza de un vendaval en mi corazón...