—¿Por qué no salimos a cenar? —propone Lando, consiguiendo que aparte mi mirada de Alessandra.
Han pasado dos días desde que llegamos y es la primera vez que estamos los cuatro juntos en una misma habitación. Lando y Anja, su amiga, están sentados en un sofá, mientras que yo estoy en otro y Alessandra en un sillón aparte.
Ella tiene su mirada en el teléfono, aunque parece aburrida.
No puedo fijarme en lo guapa que está. Lleva un vestido blanco que resalta el ligero moreno que ha conseguido en estos dos días, y va descalza, algo que hace esta escena más natural de lo que me gustaría.
Ella levanta la vista de su teléfono y clava sus intensos ojos en Lando por un momento, evaluando su propuesta con una expresión indescifrable. Tengo la sensación de que está esperando a que los demás demos nuestra opinión.
—¿Por qué no? Suena bien. Además, podría ser divertido salir un poco y explorar el lugar —respondo.
—Yo prefiero quedarme en casa —dice, por fin, Alessandra.
Todos la miramos curioso. La casa está muy bien. Es, prácticamente, una mansión, pero no está nada mal salir fuera de vez en cuando.
—Mis padres no saben que estoy aquí y no me gustaría causar revuelo.
Ser la hija de los príncipes de Mónaco no es algo que se pueda tomar a la ligera, y puedo entender su reticencia a salir y llamar la atención innecesariamente.
Me doy cuenta de que, aunque hemos estado pasando tiempo juntos en esta casa, en realidad no sabemos mucho sobre Alessandra y las responsabilidades que conlleva su posición real.
—¿Qué tienes, dieciséis años? —la burla por parte de Anja llama la atención de todos.
—Tengo veinte, gracias por preguntar.
—¿Veinte años y aún tienes miedo de tus papás? ¿No crees que es hora de que dejes de ser una mocosa mimada y comiences a vivir tu propia vida? —ataca Anja con una sonrisa burlona.
El comentario hace que la mandíbula de Alessandra se tense, y puedo ver el fuego ardiendo en sus ojos. Está a punto de explotar, y no puedo culparla.
Durante los días que he estado con ella, me he dado cuenta de que la paciencia no es una de sus cualidades.
—Tal vez deberías preocuparte menos por lo que yo hago y más por tus propios asuntos, ¿no crees? —responde Alessandra con voz gélida, sus palabras cortando el aire como cuchillas afiladas.
—¿Qué te pasa, princesita? ¿Te molesta que alguien te diga las cosas como son?
—Cállate, zorra —sisea la monegasca.
Antes de que alguna pueda decir algo más, me levanto de mi sitio y agarro a Alessandra por el brazo con suavidad. Veo como Lando le murmura algo a Anja mientras yo la arrastro a la cocina, cerrando la puerta detrás de mi.
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THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZ
FanfictionEn la calma de mi vida, llegó un huracán. No fue uno de esos que anuncian con alertas meteorológicas o que se forman en el horizonte lejano. No. Este huracán se gestó en la quietud de mi rutina, irrumpiendo con la fuerza de un vendaval en mi corazón...