Capítulo 7

242 14 9
                                    

¿Qué demonios hago en Porto Cervo? ¿Y porqué me he saltado todo el protocolo real solo porque Carlos me lo ha pedido?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Qué demonios hago en Porto Cervo? ¿Y porqué me he saltado todo el protocolo real solo porque Carlos me lo ha pedido?

El miércoles, después de la fiesta, tuve que asistir a un evento con mi familia, y para cuando volví a casa y pude recoperar mi teléfono me encontré con una solicitud de Carlos. Dudé un poco, pero acabé aceptándola y al momento me llegó un mensaje.

Se me fue el tiempo de las manos, pero estuvimos hablando casi por tres horas a través de Instagram. Al final acabó proponiéndome ir a Italia con él y dos amigos más.

El verano estaba apunto de comenzar, y hacia calor y buen tiempo, así que después de poner una excusa con que me iría con Gabi a su casa de St-Tropez, cogí un vuelo privado y aquí estoy. En Italia, sola, apunto de reunirme con dos personas que no conozco y con un chico que no conozco desde hace más de dos semanas.

Esto es una locura, pero ya era demasiado tarde.

Mi chofer, al que he tenido que sobornar para que no le diga nada a mis padres, apaga el motor del coche justo delante de una gran casa prácticamente al borde de un acantilado.

—¿Es aquí? —pregunto.

Percy, el chofer, asiente.

—Sí, señorita —responde—. ¿La ayudo con la maleta?

—No te preocupes —digo mientras abro la puerta para bajarme.

Agarro mi maleta del maletero y subo unas escaleras de piedra que dan hasta la puerta principal. Llamo al timbre y espero a que Carlos me abra.

Para mi sorpresa, no aparece él, si no que lo hace un chico con ojos claros y cabello castaño.

Nos quedamos mirando unos segundos, hasta que él habla, o eso intenta.

—Yo... eh... —me señala—. ¿Tú no eres la hija de los príncipes de Mónaco?

—Alessandra, mejor —le hago saber que tengo nombre.

—Oh, si, claro, perdona —me tiende su mano—. Soy Lando, encantado.

Le dedico una sonrisa y después de otros segundos de silencios en los que él parece analizar la situación reacciona. Agarra mi maleta y se hace a un lado para dejarme entrar. Cierra la puerta y acto seguido suena un chillido que por poco hace que me quede sorda.

—¡CARLOS! ¡Tu chica ha llegado!

¿Su chica? ¿Cómo que su chica?

Antes de que pueda seguir quejándome mentalmente por como me ha llamado, aparece por las escaleras, que supongo que dan a la planta de abajo, con ropa de deporte. Veo como le dedica una mirada a Lando y, si las miradas hablasen, esta no diría nada bonito.

—Ey.

¿Ey? ¿Qué tipo de saludo es ese?

—Hola —le doy una sonrisa un poco forzada.

THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora