Capítulo 3O

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Jungkook sacudió su cabeza de lado a lado cuando un fino cosquilleo molestó en su nariz. Aferrándose a sus sueños, continuó intentando dormir, esperanzado con que si lo ignoraba lo suficiente terminaría por desaparecer.

Cuando pensó que por fin su descanso dejaría de ser interrumpido, un piquete casi imperceptible aterrizó en su mejilla.

Luchando contra su propia voluntad, parpadeó lentamente hasta que uno de sus ojos pudo abrirse. La claridad golpeándolo de lleno, incluso llegando a dejarlo momentáneamente sin capacidad de observar nítidamente.

Lo primero que enfocó fueron un par de ojitos brillosos y juguetones. Bajando, aterrizó en una marca recién hecha, todavía algo hinchada y rojiza, pero no menos saludable que el promedio. Terminó su recorrido en dos diminutas manitos, que curiosas, trazaban patrones sin sentido sobre sus pectorales.

Sonrió bobamente cuando Jimin, al percatarse de que lo estaba observando, se sonrojó con fuerza y atinó a esconderse debajo de las mantas.

—Sal de ahí, mi dulce omega, no hay nada de que avergonzarse —murmuró con ternura.

Por lo visto, los rastros de lazo naciente todavía persistían en el pequeño omeguita.

Era sabido que esa especie de "trance" podía durar hasta tres días, por lo que Jungkook no se preocupó en absoluto, es más, se dedicaría a mimarlo y cuidarlo aún más.

—¡Estamos desnuditos, alfa! —chilló Jimin con voz aniñada.

Esta vez sí se le escapó una carcajada completa. Su omega podía llegar a ser sumamente tierno, incluso si no lo buscaba.

Quién hace casi dos años le hubiese dicho que hoy estaría enlazado con el amor de su vida, viviendo juntos y con su trabajo soñado se hubiese reído en su cara y negado completamente. Ahora, en cambio, su alfa rugía orgulloso dentro de su pecho clamando por el bonito omega.

—No importa, amor, ven aquí. Necesito curar la marca.

Cómo si hubiesen dicho alguna especie de palabras mágicas, Jimin sacó su cabecita y se volvió a recostar sobre su pecho sumisamente.

Jungkook se acomodó lo suficiente como para que su lengua pudiera contactar con el cuello ajeno y comenzó a dejar pequeñas lamidas y tiernos besitos. Juró escuchar un ronroneo por parte del omega, haciéndole saber lo mucho que lo estaba relajando e incitándolo a continuar.

Minutos después cuando estuvo satisfecho con el resultado, se separó unos centímetros y reposó su mejilla contra los suaves cabellos.

—¿Tienes hambre, cachorrito? —inquirió dándose cuenta de la cantidad de tiempo que había pasado desde la última comida.

—¡Mucha, alfa! quiero panquequitos, ¿sí? porfis...

Y Jungkook era demasiado humano y estaba tan enamorado como para negarse a cualquier petición del pequeño hombrecito.

—Claro que sí, mi vida, tendrás una enorme torre de panqueques.

—¡Eres el mejor de tooodos los alfas del mundo! —exclamó extasiado.

Una vez decidido el menú del día, Jungkook intentó ponerse de pie y dejar a Jimin a un costado para que lo hiciera él también por su cuenta, pero el diminuto gruñido que soltó en su contra fue suficiente como para hacerle saber que no sería una decisión demasiado acertada.

Por consecuente, tomó entre sus brazos al ojiazul, lo cubrió por completo con una de las mantas de la cama y lentamente recorrieron el tramo hasta la cocina. Allí, lo dejó sentadito sobre la barra de granito, cuidando que no tomara frío, y se dispuso a reunir utensilios e ingredientes.

Jimin tarareaba alguna canción que Jungkook no registraba completamente mientras balanceaba sus pies de atrás a delante, rozando en ocasiones con el gabinete de debajo.

—No, amor, no te rasques —Jungkook alcanzó a tomar su mano entre las suyas para alejarla de su cuello. La llevó hasta sus labios y dejó un besito en el dorso.

—Pero pica mucho... —lloriqueó a cambio.

—Es porque está cicatrizando. Hagamos algo... cada vez que sientas esa comezón, dime y prometo aliviarla.

Vio como Jimin asintió antes de estirarse y robarle un beso, el cual fue seguido gustosamente.

Terminó de preparar el desayuno en un santiamén, lo dejó sobre la mesa y se sentó con el ojiazul en su regazo.

—¡Está rico! —chilló para después darse la vuelta y besar la mejilla del alfa pegajosamente, producto de la miel agregada.

—Me alegra que te haya gustado, omega. Come todo, el lazo requiere de mucha energía.

—Sí, alfa.

El tiempo pasó entre risitas cada vez que Jimin fingía avioncitos con el tenedor para convidarle de su desayuno al alfa, soltando carcajadas cada vez que el más grande simulaba morderle la punta de los dedos.

Para ese punto, Jimin ya había vuelto un poco más en sí. Todavía no estaba cien por ciento centrado, pero por lo menos era menor a como había amanecido.

La realidad era que se sentía agotado, no sabía si era porque su lobo estaba acomodándose al nuevo torrente de energía y hormonas o porque realmente no había podido descansar desde hace semanas por la preocupación que lo carcomía. Estaba preocupado de que su alfa no lo quisiera como para amarrar su existencia completa a él, pero terminaba descartando esa teoría cada vez que observaba en el reflejo del espejo, una bonita marca en proceso de cicatrización.

—¿Cómo estás? —Jungkook susurró suavemente antes de dejar un besito sobre su pómulo.

—Mmm... cansado —le respondió con una sonrisa exhausta.

—Es normal, tu organismo trabaja mucho para recibir el lazo. ¿Necesitas algo?

—Podría ser... ¿un beso tuyo?

—Siempre.

Jungkook se abrió paso entre sus piernas, aguantó su peso en sus antebrazos para evitar aplastar a su compañero, y se fundieron en un beso. No tardó en sentir las manitos pasearse por sus cabellos, a la vez que tiraba levemente en ocasiones. Él, a cambio, brindaba suaves caricias con ocasionales apretones a la fina cintura.

No hicieron mucho más, demasiado cansados como para dedicarse a otra cosa que no fuera estar acostados en la cama con una de sus películas favoritas de fondo y esporádicos viajes a la cocina en busca de suministros.

Jimin en un momento se quedó profundamente dormido, y ahí, juró ver y sentir a su propio lobo comunicarse y jugar con el de Jungkook.

El primero era pequeño, completamente blanco y un tanto más reservado y hasta gruñón. Por el contrario, el segundo era mucho más grande, de un café oscuro y risueño. Ambos se complementaban, casi tanto como lo hacían las partes humanas.

Despertó horas después envuelto en mantas gruesas, una camisa de Jungkook y un par de calcetines afelpados. Lograba escuchar apenas murmullos en la cocina y descubrió que en realidad se trataba de su alfa preparando la cena.

Estaba tan pero tan orgulloso de todo lo que había superado. Ahora estaba enlazado con un alfa que de verdad lo apreciaba, que no se comparaba con él en ningún ámbito, mucho menos en el laborar, que no lo hacía de menos y lo aceptaba tal cual era. Uno que disfrutaba tanto como él de su parte omega.

Descubrió que sí sus cachorros serían como Jungkook, quería llegar a tener tantos como fuera posible. Incluso más ganas le daban si se imaginaba a su bonito alfa haciendo cosas cotidianas de un padre, cómo preparar a los niños antes de la escuela, hacerles el almuerzo o cantarles al dormir.

Sus hijos serían perfectos porque serían una copia de ellos: inteligentes, bondadosos, valientes; pero por sobre todo, buenas personas y amantes de su parte animal.

Un rugido producido por su estómago lo hizo salir de su ensoñación, decidiendo ir en busca de su alfa para robarle muchos besitos antes de que la comida por fin estuviese lista.

i know your secret 𐙚 kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora