Cielo para uno

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Nota de la autora: Encantamiento anti-litigios: Ninguno de los personajes me pertenece. Pertenecen a JK Rowling, quien dejó que toda mi razón para leer la serie de Harry Potter se desangrara en el suelo de la casa de los gritos. Estoy construyendo un mundo mejor.

Y como siempre, un agradecimiento especial a la reina de las betas, stgulik, la beta más paciente, más inteligente y más rápida del mundo. stgulik, eres mi Hermione Granger.

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Bendigo el día que te encontré, quiero quedarme cerca de ti, y por eso te lo ruego, deja que sea yo.
No te lleves este cielo para uno si debes aferrarte a alguien; ahora y siempre, deja que sea yo
Cada vez que nos encontramos mi amor, encuentro el amor pleno, sin tu dulce amor, que sería de mi vida.
Así que nunca me dejes solo, dime que solo me amas a mi y que siempre dejarás que sea yo.

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Hermione siempre seria capaz de recordar cada detalle del día en que Harry casi la mata a ella y a Draco Malfoy. Hasta el final de su vida, sus recuerdos serían tan claros como el día en que sucedió.

Después del apresurado beso de despedida de Severus esa mañana y su loca carrera hacia la sala común de Gryffindor, Hermione había pasado el día asistiendo a clases, almorzando y ayudando a un par de despistados estudiantes de segundo año a aprender la técnica adecuada de deslizar y mover la varita que todavía parecía desconcertar a algunos estudiantes más jóvenes.

Su clase de DCAO se había centrado en el bloqueo. Ella y Lavender se habían emparejado nuevamente, esta vez con mejores resultados. Severus no lo había reconocido como tal, pero también había mantenido sus insultos al mínimo, lo que, para Severus, era similar a un elogio descarado y efusivo. Hermione pensaba eso, de todos modos, y si eso era lo más cerca que él iba a estar de hacerlo en el salón de clases, lo tomaría como tal.

Cuando terminó la clase, ella había sido deliberadamente la última en salir por la puerta, y al salir, dejó caer su pluma, inclinándose hacia adelante desde la cintura para recogerla. Al escuchar un gruñido silencioso desde el otro extremo de la habitación, se giró para ver a Severus sacudiendo la cabeza, con una mueca grabada en sus labios y los ojos entrecerrados. En su mente escuchó: Pagarás por eso, bruja. Hermione le dedicó una pequeña sonrisa torcida y tímida, y él apretó los labios con severidad y levantó la cabeza hacia la puerta. Ya basta de eso, descarada. Todavía tengo una clase que enseñar. Hermione se fue, no sin antes enviarle un beso a su profesor de DCAO. El ceño fruncido en su rostro era casi audible.

Había pasado una hora infructuosa antes de la cena buscando subrepticiamente en la biblioteca cualquier información sobre los Horrocruxes, pero sin más acceso a los tomos más extremadamente restringidos, no se sentía más cerca de resolver el misterio de su paradero que el primer día que Dumbledore los explicó. Le había enviado una solicitud a Dumbledore para obtener un pase para ingresar al área extremadamente restringida de la biblioteca, pero no había respuesta.

Al mirar el reloj, Hermione se dio cuenta de que ya iba tarde a la cena, por lo que tomo un atajo cerca de uno de los baños de los chicos. Al pasar, escuchó el inconfundible sonido de alguien llorando en su interior. Hermione miró a su alrededor; El pasillo estaba desierto porque todos estaban cenando, así que respiró hondo y abrió la puerta. Siempre podría utilizar su posición como prefecta para explicar el aventurarse a los baños de chicos.

Hermione arrugó la nariz ante el inevitable olor a orina y testosterona, y se preguntó, no por primera vez, por qué los baños de chicos siempre apestaban tanto. Reprimiendo el impulso de taparse la nariz, se asomó por la esquina y vio a Draco Malfoy, de pie junto a uno de los lavabos, llorando.

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