un demonio con tu sonrisa.

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"¿Cuándo te cortaste el cabello?"

Volteó donde el omega, sentado en su cama. Seguro cubriendo sus tendidos del aroma cítrico que ahora detestaba. No se quejó, se limitó a cubrir los lunares en su pecho al colocarse su camisa.

No se había dado cuenta de que entró al dormitorio. Más no lo cohibía. Ya estaba acostumbrado a no tener mucha privacidad cuando se vestía. Todos ahí lo estaban.

"Hoy mismo". Fue y tomó asiento en el borde. Las manos de Santiago no tardaron en acaparar su rostro, dándole múltiples vistazos.

"Me gusta, te queda muy bien".

Sí, bueno, como toda persona incapaz de contener sus impulsos aprendió a la mala qué le favorecía y qué no con respecto a su cabello. Sus mechones eran más cortos, le hacía falta algo más fresco ahora que era plena primavera.

Matías solía derretirse como el maldito inexperimentado que era cuando Santiago lo mimaba así. Eso cambió. No estaba regocijándose por dentro, ni había rastro de la sensación agradable que sentía con él.

Su enamoramiento fugaz o lo que sea que fue el intenso interés que tenía por el omega, se esfumó.

Era apático por excelencia. Últimamente lo era un poco más. Pero es que no sabía si eso influía o no en cómo no soportaba ni siquiera la voz de Narvaja, blanda y cálida.

El problema era su alfa. No reconocía su aroma y lo repelía.

Pero Santiago no tenía la culpa de su mal humor y de todos los cambios que había sufrido en su cuerpo los últimos meses. Tanto exteriormente, como dentro.

Y se odiaba. Odiaba evitarlo, odiaba tratarlo mal y odiaba que a pesar de eso, el rubio siguiera detrás suyo.

Odiaba a Enzo por lo que lo estaba convirtiendo

;

Nunca aspiró a tanto y nunca pensó que sus propios límites pudieran ser rebasados. Para cuando cayó en cuenta faltaban menos de dos meses de recibirse como, oficialmente, un policía.

Un cargo respetado y decente para un alfa rechazado, ¿quién lo diría?

"¿Es lo que pedí?". Enzo recibió el folder que le extendió, su atención concentrada ahí.

Era tarde y mientras se encaminó a su dormitorio, una de las encargadas lo interceptó y despachó a donde el alfa con una carpeta que más bien era su trabajo llevarle.

No se negó, la beta se veía cansada y Matías también lo estaba, pero no era un maleducado.

"Ni idea. Revísalo". El comandante lo miró ahora sí. Inquisitivo e insatisfecho por su respuesta. Pero no replicó.

El castaño andaba más bocón últimamente. No temía a consecuencias, ya había probado de todo. ¿Qué más podía hacerle?

Se recargó en el marco de la puerta, mirando cada movimiento de Enzo hasta su escritorio mientras hojeaba un contenido desconocido. Revoloteó la somnolencia de sus párpados inútilmente.

"¿Se te ofrece algo más?". Nuevamente, su voz grave rompió el silencio y le echó una de sus ojeadas probatorias. Matías se encogió de hombros, negando con la cabeza luego. "No tienes nada mejor que hacer, ¿no?"

Enzo no sintió consideración. Pero, por un segundo, se le cruzó por la mente que tal vez sí, era muy duro con el incompetente recluta.. Lucía diferente. Y demacrado. Como si en cualquier momento fuera a caer dormido en el piso del pasillo.

Total, él no lo estaba reteniendo ahí.

Matías, en cambio, lo miraba profundamente. Intentando ver a través de su persona.

la ley de murphy; matías x enzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora