en tu contra.

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El primer mes no fue horrible. Sino lo que le seguía a esa palabra.

En ese periodo, Matías sumó un problema más a su interminable lista; su rostro asquerosamente amable. Su apariencia dócil, accesible, completamente aprovechable.

Un blanco perfecto para alfas prepotentes como Enzo.

Con su nula capacidad para rechistar, y siendo el comandante un hombre con una fuerte disposición de exprimirlo, las cosas no resultaron cómo lo mejor; no para él.

Ahora que Vogrincic estaba de planta en la sede, Matías debía encargarse de estar un paso más adelante que los demás.

No esperaba que un militar tuviera habilidades pedagógicas perfectas, pero por Dios; Enzo se volvió demandante. Lo tenía sobre él como un ave carroñera a un cadáver. Cuando, por desdicha, debía encargarse de alguna clase teórica, Matías era el primero a quien preguntaba sobre cualquier tema del que evidentemente desconocía.

Si no tenía la respuesta, no había problema, al día siguiente tendría una ración doble de preguntas y ya.

Con o sin el cuerpo magullado, su ejercicio matutino era más exhaustivo. Más entrenamiento, sesiones extra, todo bajo supervisión de aquel alfa imbécil.

Las últimas dos semanas, cuando empezaron a ocupar el equipo de calistenia, ¿quién debía ser encargado de tener el material listo antes de que el batallón llegara a la cancha? Recalt.

No eran turnos rotativos; ese sería uno de sus cargos predestinados el resto del semestre, por lo que implicaba acostumbrarse a despertar más temprano.

El pensamiento intrusivo de que estaban tratando de humillarlo apareció, entonces. ¿Por qué más el comandante lo traería corto para todo?

Su perrito faldero. Escuchó el comentario una de las mañanas, mientras se apuraba a desarmar los aparatos que utilizaron para que el tiempo le rindiera y pudiera tomar una ducha antes de, por fin, ir a desayunar.

Un grupo de sus compañeros pasó a su lado, riendo e ignorando su trabajo. Sabía que hablaban de él. Uno que reconocía por habitar la pieza vecina a la suya volteó a verlo, se dieron codazos entre sí, y continuaron burlándose hasta alejarse.

Él podía con eso. Con eso y más. Estaba haciendo todo de buena gana porque el día que fuera al revés, se le vendría el mundo encima.

Luego apareció Narvaja, el único quien lo trataba con un poco de decencia, y aunque batallando porque no tenía idea de cómo desinstalar las barras, empezó a ayudarle en silencio.

"Los noviazgos no están permitidos acá adentro". Escucharon, Enzo pasó al lado de ellos, echándoles una de sus tantas miradas comunes y desdeñosas.

Sin embargo, no perdió tiempo en detenerse a supervisarle. Siguió su camino hasta desaparecer del campo.

Por primera vez en mucho tiempo, sintió un deje de molestia hirviéndole en el pecho.

"Vete, ya te alcanzo". Dijo tenso, hacia al omega. Total, ya sólo quedaba llevar todo a la bodega y guardarlo.

No iba a atacarse por esa actitud. Podía manejar aquello. Matías nunca fue distinguido por ser fácil de alterar ni iba a serlo.

Había un detalle que lo irritaba, tan enfadoso como una espina clavada debajo de su zapato; nunca, nunca recibió un mínimo comentario reconociendo su empeño o elogiando lo mucho que progresó su resistencia física.

Pero decepcionarse sería en vano, lo que hacía era lo mínimo para Enzo. Todo lo que llegara a hacer, en realidad. Al alfa no le concernía ningún tipo de desarrollo que tuviera. ¿Por qué esperaba una respuesta de su parte, en primer lugar?

la ley de murphy; matías x enzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora