Las brujas han existido desde que la humanidad existe, siempre entre las sombras susurrando, avanzando con la humanidad y siendo condenada por esta, pero a pesar de esto se han sabido mantener y seguir adelante y eso es justo lo que pasa con el aque...
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Una bruja sabia sabe que las sombras provienen de la luz.
Dacha Avelin.
Victoria se encontraba en su habitación con el libro que le pidió a Savannah sobre sus piernas, desde que había llegado a su hogar no se había atrevido a abrir el libro, cada que lo iba a intentar algo la frenaba y no sabía si se debía a nervios o que en ese libro encontraría todos los hechizos y hechos de la vida de su Señor.
—¿Qué debería de hacer?—. Se pregunta una vez más y la alarma que anuncia debe de levantarse para un nuevo día de clases hace que se ponga de pie y oculte el libro, ya tendría tiempo de saber su cometido.
Cuando sale de la ducha se mira en el espejo, su piel pálida de un tono enfermizo, las ojeras por no dormir y sus labios resecos por estar arrancando pellejitos de piel, se veía terrible y si era sincera consigo misma no deseaba arreglarse, ese día no, no estaba de humor.
Acaba por ponerse unos jeans, un suéter y sobre este una sudadera, un par de tenis y baja con dirección a la cocina en donde se encuentra a su padre acabando de arreglar un desayuno para dos.
—¿Todo en orden?—. Pregunta Jonas, el padre de Victoria cuando la ve.
—Solo una mala noche.
—Bueno, en ese caso serán dos tazas de café—. Murmura el hombre para servir otra taza de café y tomar asiento frente a su hija—. ¿Por qué fue una mala noche?
—Solo pienso que falta un mes y todos sabrán... Serán muchas responsabilidades.
—Pero podrás con eso y más, eres una Kedward, el poder y la grandeza corre por tus venas y hasta hace un par de días estabas más que emocionada por ello, así que no me trago que sea eso.
—Intuitivo—. Murmura la chica dándole un sorbo a su café para ver a su padre con atención, a pesar de que llevaba una buena relación con su madre, tenía más afinidad con su papá pues este siempre la estaba alentando a que diera todo de ella, que no temiera de lo que podía hacer, sin embargo su mamá siempre era el freno a su descontrol.
—Si no me quieres decir no pasa nada, pero recuerda Vic, que puedes con todo lo que se te ponga enfrente, eres la Suprema.
—Si, lo soy—. Una lenta sonrisa se forma en sus labios y se pone de pie con rapidez para darle un beso en la mejilla a su padre—. Y me has dado una idea increíble, nos vemos más tarde.
Sin esperar a que su padre se despida sale de su hogar para caminar hacia la parada del autobús escolar topándose con algunos de sus compañeros, no toma mucho tiempo cuando está a bordo del vehículo ve la cabellera ligeramente rizada y castaña de una chica que conoce bien, Kora Bennett.
—¿Me puedo sentar?—. Pregunta de manera tímida haciendo que la chica de piel morena la mire interrogativa por el tono de su pregunta.