OCHO

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La piadosa pretensión de que el mal no existe sólo lo hace vago, enorme y amenazante

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La piadosa pretensión de que el mal no existe sólo lo hace vago, enorme y amenazante. Aleister Crowley.


Desde que se habían bajado del auto tanto Carrington como Amelie podían sentir la presencia de Victoria, aunque ella no estuviera, también sintieron el alma que estaba atada a la casa, de hecho la vieron rondando por los pasillos a lo que Amelie solo sonrió; pasaron un par de horas trabajando en el proyecto hasta que Beatriz les ofreció tomarse un descanso, Carrington pidió usar el sanitario a lo que que Amelie siguió a la castaña a la cocina, en donde se le ofreció un vaso de agua, el alma había estado curiosa desde que pusieron un pie en el hogar de Beatriz, por lo que es hasta ese momento en el que se acerca.

Amelie sabía que debía poner en marcha su plan, por lo que soltó el vaso soltando un grito ahogado viendo hacia donde estaba el alma; Beatriz al escuchar el vaso romperse y el grito, brinco asustada girando con rapidez viendo a la rubia, se acercó a ella notando su expresión asustada y como veía fijamente hacia el pasillo, cuando ella sigue con la mirada la misma dirección no nota nada.

—¿Estás bien...?—. Pregunta la castaña revisando que Amelie no se haya lastimado.

—Si yo... Creí ver algo... Alguien—. Amelie agita su cabeza y le sonríe flojo a Beatriz, la castaña puede notar que intenta no asustarla—. Disculpa... Yo no...—. Se agacha para empezar a juntar los pedazos de cristal y Beatriz se agacha para ayudarla.

—Beatriz...—. La nombrada escucha el susurro de su nombre por lo que alza la mirada topándose con Amelie con la mirada gacha, congelada, su mirada se mueve unos centímetros a la izquierda y allí estaba—. Beatriz...

Una chica detrás de Amelie susurraba su nombre, su piel grisácea y sucia con tierra le sonríe, pero eso no era lo aterrador, sino que no tenía ojos, solo piel lisa, pero podía sentir cómo la miraba, como se burlaba de ella, Beatriz grito y se dejó caer hacia atrás para huir, una de sus manos cayendo sobre un cristal que se entierra en su piel haciendo que se queje de dolor y que su atención vaya a su mano, Amelie se mueve viéndola impresionada, como si no supiera lo que estaba pasando.

Una chica detrás de Amelie susurraba su nombre, su piel grisácea y sucia con tierra le sonríe, pero eso no era lo aterrador, sino que no tenía ojos, solo piel lisa, pero podía sentir cómo la miraba, como se burlaba de ella, Beatriz grito y se dejó...

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