Axel y Adam se encontraban recostados en una pared de la edificación en construcción donde trabajaban. El humo de sus cigarrillos flotaba en el aire mientras planeaban sus actividades para el fin de semana, ya que el viernes les concedía la tan ansiada libertad del sábado y domingo. Sin embargo, su charla fue abruptamente interrumpida por la repentina aparición del supervisor de la obra.
—¡Hey, ustedes dos! ¡Cuando llegue el camión con el cemento, descarguen todo antes de irse! —dijo el supervisor en un tono enérgico.
—Pero señor Juan, ya son las cuatro de la tarde, falta poco para irnos y estamos cansados —manifestó Axel, agotado por la jornada laboral—. ¡Por lo menos que los demás nos ayuden! —añadió con rabia.
—¡¿O lo hacen o se largan, y no vuelvan más?! —exclamó Juan, sin importarle lo que le decía Axel, retirándose del lugar.
—Desgraciado viejo, provoca asesinarlo —dijo Adam al ver la actitud de Juan—. Axel, estoy harto de este trabajo de mierda.
—Es verdad, Adam. Este trabajo es muy agotador y lo que ganamos no nos alcanza ni para fumar —expresó Axel, desmotivado.
—El Diablito ya no nos quiere fiar yerba, y nos amenazó con matarnos si no le pagábamos el dinero que le debemos —indicó Adam, preocupado.
—Tranquilo, Adam, tengo un plan para pagarle y así nos dé más hierba —contestó Axel mientras se acostaba en un pedazo de cartón puesto en el piso.
—¿Cómo lo vais a hacer, Axel? —preguntó Adam, acostándose al lado de Axel.
—A lo que llegue el camión con cemento, voy a robarme dos sacos y te voy a meter uno en tu mochila, y otro en la mía. Se lo damos a El Diablito como parte de pago —explicó Axel.
—Será para que nos mate, Axel.
—Quizás los necesite y nos los agradezca.
—Entonces vais vos y se los lleváis, porque a mí me da miedo.
—Está bien, yo se los llevo.
Después de un largo día de trabajo, Axel y Adam caminaban de regreso a su barrio. Exhaustos, decidieron detenerse en una esquina para descansar, dado lo lejos que quedaban sus hogares.
—Vamos a descansar aquí, Axel. Este saco de cemento pesa mucho —dijo Adam, agotado.
—Descansemos en esa esquina —propuso Axel.
De repente, fueron sorprendidos por varios hombres fuertemente armados, vestidos con trajes tácticos de camuflaje, que descendieron de una camioneta Vans negra y los subieron a la fuerza. Los jóvenes, confundidos y atemorizados, gritaban pidiendo ayuda sin comprender qué estaba sucediendo.
—¡El cemento...! —gritó Axel al ver las mochilas tiradas en el piso.
—¡Cállense ya...! Y dejen de actuar como un par de niñitas. «Soy el sargento Simancas, jefe del "Grupo Tarea" de la "Unidad Táctica Secreta" (U.T.S.)».
—Nosotros no hicimos nada, mi sargento —dijo Adam, llorando.
—¡Cállese! Los llevaremos a la sede de la UTS —informó el sargento Simancas en un tono elevado.
Los uniformados se llevaron a Axel y a Adam contra su voluntad, mientras los jóvenes seguían sin entender lo que estaba sucediendo, imploraban que los dejaran ir.
—Disculpe, jefe, pero creo que están equivocados —habló Axel, preocupado.
—Ya no fumamos yerba —dijo Adam, con temor.
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DOS FALSOS POLICIAS
HumorEn las peligrosas calles de San Francisco, dos jóvenes amigos, Axel y Adam, se encuentran atrapados en el oscuro mundo de la adicción a las drogas. A sus 20 años, trabajan como ayudantes de albañilería, lidiando con la monotonía de la pobreza y el c...