III

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El salón ya estaba lleno de caballeros.

La fiesta campestre, al parecer, había comenzado de forma oficial… Menos mal.

Si no empezaba, jamás acabaría.

¿Sería demasiado pronto para empezar a contar los días que faltaban hasta su regreso a casa?, se preguntó Jin.

El primer hombre al que vio fue Justin Magnus, el hermano pequeño de Melanie.

Le sonrió y lo saludó con la mano desde el otro extremo de la estancia.

Lady Chisholm estaba hablando con él y a la dama le gustaba mucho hablar… Le devolvió el saludo y la sonrisa.

Justin, que era bajito, casi le sacaba media cabeza, delgado y de apariencia bastante corriente, poseía inteligencia, una personalidad encantadora y un gran sentido del humor como cartas de presentación.

Y siempre se vestía con elegancia y buen gusto; no como su pobre hermano Hector.

Justin se declaró y le pidió matrimonio en aquella primera y lejana fiesta.

Sin embargo, después de rechazarlo y de aceptar a Oscar, floreció entre ellos una amistad que se había estrechado con el paso del tiempo hasta tal punto que durante los dos o tres años previos a la muerte de su marido fue su único amigo.

O, al menos, el único al que podía acudir.

Su familia se encontraba lejos.

Él fue el único que jamás dio crédito a los terribles rumores que corrían sobre él.

Ni siquiera al peor de todos, el último.

Él fue el único que salió en su defensa, aunque Oscar, Basil y Hermione no lo creyeran jamás.

Todavía lo contaba entre sus amigos.

A continuación vio a Basil.

La apariencia física del vizconde de Elrick, un hombre de mediana estatura y complexión delgada, de pelo ralo y calva en la coronilla, rostro alargado y facciones regulares, que no atractivas, siempre había quedado eclipsada por la de su hermano menor.

Basil era más de diez años mayor que Oscar, pero lo adoraba y su muerte lo dejó destrozado.

En lugar de darle la espalda, como creía que haría, lo saludó con una reverencia muy formal al tiempo que Jin hacía lo propio y se dirigía a él por su nombre de pila.

Acto seguido y tal como hiciera su esposa poco antes, se dio la vuelta para seguir hablando con un caballero de mediana edad que según creyó recordar era el conde de Kitredge.

No le dijo ni una palabra.

Se alejó en busca del rincón más remoto de la estancia.

Ya era hora de adoptar el papel de satírico espectador de la humanidad, papel que pensaba desempeñar durante las siguientes dos semanas.

Si tenía suerte, nadie se fijaría en él en todo ese tiempo.

Consiguió llegar al rincón elegido y sentarse en una silla antes de que el duque de Park entrara en el salón.

Después del desafortunado incidente ocurrido durante su llegada, temía el momento de verlo.

Aunque ¿qué había que temer?

¿Que se abalanzara sobre él?

O lo que sería más lógico, ¿que ordenara a un batallón de criados que se abalanzara sobre él y lo arrastrara hasta el magistrado más próximo acusándolo de agresión y asalto a su ojo?

Леко опасен NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora