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NamJoon se marchó a Hampshire, a Lindsey Hall.

Durante una semana entera se regodeó en la silenciosa y vasta soledad del lugar.

Era su hogar.

Su sitio.

Tal vez por primera vez en la vida se dio cuenta de que lo amaba.

Aunque en tiempos lo rechazara.

Si hubiera podido hacer algo para intercambiar su puesto con JHope cuando eran niños, para conseguir que él fuera el heredero, lo habría hecho.

Sin embargo, cuando se nacía el primogénito de un duque, evidentemente se nacía con un destino inamovible.

Ese niño no tenía la menor libertad de elección.

Igual que le sucedía al hijo del deshollinador, supuso.

Jamás había sido de los que se regodeaban en sus propias desgracias.

¿Qué sentido tenía?

Había miles de personas que darían su brazo derecho por una mínima parte de los privilegios, la riqueza y el poder que él daba por sentados.

Deambuló de habitación en habitación por toda la mansión, más que de costumbre, satisfecho con la certeza de que no habría gente detrás de cada puerta a la espera de mantener una conversación.

Paseó por los extensos prados que rodeaban el edificio, tanto a caballo como a pie, y agradeció enormemente que no hubiera nadie que pudiera sugerir una merienda campestre o una excursión en carruaje.

Por extraño que resultara y aunque valoraba en gran medida su soledad, evitó el único lugar de la propiedad al que siempre iba cuando quería relajarse en absoluta soledad.

Estaba demasiado inquieto para relajarse.

Pasó muchas horas con su administrador, ya que no lo había visto desde las vacaciones de Pascua, momento en el que las sesiones de la Cámara de los Lores se interrumpían, y lo acompañó en su visita a las extensas tierras de labor y las granjas que surtían a la mansión para comprobar que todo funcionaba perfectamente de acuerdo a sus instrucciones.

Recibió en la biblioteca a varios arrendatarios, a trabajadores y a otras personas que querían verlo, costumbre que ponía en práctica dos veces por semana siempre que estaba en casa.

Revisó los libros de cuentas y otros documentos legales.

Leyó todos los informes que le enviaron los administradores de sus otras propiedades y dictó las respuestas adecuadas a su secretario.

Les escribió a sus hermanos, cosa que hacía con regularidad, al menos una vez al mes.

Recibió visitas de cortesía de algunos de sus vecinos y se las devolvió a la mayoría.

El vizconde de Ravensberg, su esposa y sus hijos acababan de regresar de un viaje al norte que los había llevado hasta Leicestershire.

Habían pasado una semana en Grandmaison con RM y Jin, de modo que tenían noticias frescas de la pareja.

Empezó a creer que el resto del verano sería tediosamente largo y planeó visitar algunas de sus otras propiedades.

Leyó muchísimo.

O al menos se sentaba en la biblioteca durante largos períodos de tiempo con un libro abierto en una mano mientras lo hojeaba y pensaba.

Había un buen número de personas a quienes ya conocía y otras muchas desconocidas que se volverían locos ante la idea de convertirse en su amante.

Леко опасен NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora