VI

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NamJoon no tardó mucho en comprender que los invitados más jóvenes habían puesto en marcha algún tipo de reto en el que él estaba involucrado.

A pesar de ser uno de los solteros más codiciados de Inglaterra, no era de los hombres que atraía a los jóvenes.

Aun así, todos se pegaban a él casi cada insufrible minuto del día y utilizaban todas las artimañas imaginables para separarlo del grupo.

Cosa que no le hacía ni pizca de gracia.

Contraatacó adoptando una actitud más distante y fría cuando se encontraba en compañía de solteros y también relacionándose cuanto le era posible con los caballeros y los invitados de más edad.

Dado que ya no podía hacer nada para evitar la fiesta, decidió que la utilizaría para aprender una lección.

Esa era la consecuencia de haberse sentido solo y deprimido durante unos días muy tontos después de que el Parlamento clausurara sus sesiones.

Jamás permitiría que le sucediera de nuevo.

Siempre había estado solo en lo que de verdad importaba.

Al menos, desde los doce años, cuando lo separaron de sus hermanos y lo dejaron al cargo de dos tutores supervisados de cerca por su padre, quien, consciente de que se acercaba su muerte, quiso que su primogénito y heredero fuera instruido para sucederlo.

Estaba solo desde los diecisiete años, cuando su padre murió y él se convirtió en el duque de Park.

Estaba solo desde los veinticuatro, cuando Marianne Bonner lo rechazó de un modo especialmente humillante.

Estaba solo desde que sus hermanos se casaron, todos en cuestión de dos años.

Estaba solo desde que Rose murió en febrero.

Estar solo no era lo mismo que sentirse solo.

Sentir compasión por sí mismo no tenía sentido.

Como tampoco lo tenía asistir a la primera fiesta campestre que se cruzaba en su camino.

Estar en compañía de otras personas solía ser mucho menos tolerable que estar solo.

Su irritación aumentó una tarde en concreto tras una larga cabalgada durante la cual lo apartaron del grupo principal en dos ocasiones, primero la señorita King y después la señorita Dunstan-Lutt, con sendos pretextos igual de ridículos, y en ambas ocasiones habría acabado perdido de no haber tenido un gran sentido de la orientación y un instinto de supervivencia incluso más desarrollado.

¿Estaban intentando tenderle una trampa para casarse con él?

La mera idea resultaba ridícula.

Aunque no fuese lo bastante mayor como para ser el padre de las muchachas, así se sentía.

En lugar de seguir al resto del grupo de vuelta en la mansión, se escapó y atajó por el cenador tras el cual se extendía un largo paseo de hierba.

Era un lugar pintoresco y aislado, con muretes de piedra que llegaban a la altura de las rodillas a ambos lados y flanqueado por dos hileras de laburnos cuyas ramas crecían sobre un emparrado abovedado.

La impresión era la de estar en una especie de catedral gótica al aire libre.

Que en ese momento estaba ocupada, por cierto.

El señor Kim estaba sentado en uno de los muretes, leyendo lo que parecía una carta.

No lo había visto.

Леко опасен NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora