IV

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Muchos de los invitados estaban cansados del viaje y aprovecharon el tiempo entre el té y la cena para descansar en la tranquilidad de sus habitaciones.

NamJoon aprovechó la oportunidad para escaparse al exterior en busca de aire fresco y un poco de ejercicio.

Evidentemente no conocía la propiedad, pero buscó el amparo de la vegetación para ocultarse de forma instintiva de la mansión y evitar que alguien se le uniera.

Atravesó en diagonal un prado salpicado de árboles y enfiló un sendero que cruzaba una zona boscosa hasta llegar a la orilla de un lago artificial cuyo emplazamiento había sido elegido con esmero para lograr el mayor efecto visual.

No era demasiado grande, pero estaba apartado y era un lugar encantador y tranquilo… y también quedaba oculto a la mansión.

El día era agradable, cálido pero no caluroso, y corría una suave brisa.

Eso, pensó mientras respiraba hondo, era lo que necesitaba, aire puro y un entorno campestre para recuperar los ánimos tras el largo viaje y el salón atestado de personas a las que había tenido que enfrentarse.

Varios senderos se internaban entre los árboles en distintas direcciones, pero se quedó donde estaba, sin saber muy bien si seguir caminando o demorarse en ese lugar, disfrutando de los olores del campo en verano.

Debería haber ido a Lindsey Hall.

Sin embargo, no lo había hecho, así que no tenía sentido desear en ese instante haber tomado otra decisión.

Todavía estaba en el mismo sitio, contento sin hacer nada, cuando escuchó a su espalda el inconfundible sonido de unos pasos que se acercaban por el mismo sendero por el que había llegado.

Se reprendió por no haberse movido antes.

Lo último que deseaba era tener compañía.

Pero ya era demasiado tarde.

Daba igual el sendero por el que se decantara, ya que le sería imposible marcharse sin que lo viera quienquiera que apareciese en la orilla.

Se giró incapaz de disimular por completo la irritación.

El doncel avanzaba con pasos muy poco elegantes, no llevaba bonete ni guantes, e iba mirando hacia atrás como si quisiera asegurarse de que nadie lo seguía.

Antes de que pudiera apartarse o avisarlo del inminente desastre, se dio de bruces contra él.

Lo cogió por los brazos demasiado tarde y se encontró con una maraña de rizos en la nariz antes de que alzara la cabeza con un grito alarmado y sus narices sufrieran un encontronazo.

De alguna manera era casi inevitable, se dijo con triste resignación… y con la nariz dolorida y los ojos llorosos.

Algún ángel malévolo tenía que haberlo enviado a esa fiesta campestre para atormentarlo… o para recordarle que jamás se debían tomar decisiones impulsivas.

Lo vio llevarse la mano a la nariz, seguramente para averiguar si se la había roto, si le sangraba o padecía ambos males.

Tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Señor Kim —dijo con una leve arrogancia, si bien ya era demasiado tarde para disuadirlo de que se acercara a él.

—¡Ay, Dios! —exclamó al tiempo que bajaba la mano y parpadeaba⁠— ¡Lo siento muchísimo! ¡Qué torpe soy! No estaba mirando por dónde iba.

—En ese caso —replicó— bien podría haber acabado en el lago si yo no hubiera estado aquí.

—Pero no lo he hecho —repuso  con sensatez⁠— De repente, tuve la impresión de que no estaba solo y miré hacia atrás en lugar de prestarle atención al camino. Y tenía que ser usted ni más ni menos.

Леко опасен NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora