Después de eso el castaño no puede describir la forma tan ruda en la que se follo al azabache esa noche cuando llegó al apartamento, lo bien que se sintió tenerlo entre sus manos, tomándolo de la cintura, besando su cuerpo y explorando su boca mientras el azabache mordía su hombro en un intento de callar sus gemidos y arañaba su espalda con insistencia, con el cabello revuelto y las estocadas que cada vez se volvían más erráticas mientras se exploraban y mordian, pasándose la lengua en dónde nadie más debía ver, haciendo rechinar la cama con sus pieles chocando una y otra vez de forma placenteramente repetitiva y un tanto agresiva por la fuerza puesta.
El lobo del alfa estaba muy feliz de que en ningún momento el azabache lo llamara "alfa" como siempre, y, en cambio, la abreviatura de su nombre saliera en cada gemido de sus rosados labios, se sentía feliz de que desde esa noche el cuello del omega tuviera de adorno una muy reconocible mordida.
Agradecía gloria a dios que los niños vinieron cansados de la escuela por tener como dos horas educación física ya que un profesor faltó a dar su materia, de lo contrario se hubieran despertado con todo el griterío con el que se llenó el departamento, por sus jadeos y gruñidos, y los gemidos y gritos del azabache.
Unas semanas después, un fin de semana, estando sentados y esparcidos por el piso y los muebles de la sala, escucharon al azabache llegar, y antes de que los niños pudieran levantarse y correr a abrazar al omega, este le propino un fuerte golpe en la nuca, desconcertando al castaño por la repentina muestra de agresión, pero el rostro del azabache estaba pintado de un intenso carmín, su duda no llego muy lejos ya que le tendió un conjunto de papeles con la típica letra médica que de milagro sabe leer al día de hoy.
El omega estaba en cinta...
Esos meses fueron diferentes a los del primer embarazo del omega, ya que estaba mucho más preocupado y nervioso, tuvieron que contratar a una niñera por andar de ida y vuelta a cada rato por sus nervios, pero era algo que un regaño médico podía poner fin.
Y el día de los padres en la escuela, el omega apareció de la forma más informal en la que lo había visto, con zapatillas negras, unos pantalones cortos de igual color y una remera de manga corta igual, pero con finas líneas blancas a rayas rectas, teniendo de adorno unas pulseras de hilo, unos anillos y unos aritos además de un piercing en la nariz, lo raro era que se le vía bien, y los niños parecieron bebes de dos años corriendo emocionados a su mamá, que se arrodilló en el piso para abrazarlos.
Para él, que todo se estuviera conectando de esta forma lo hacía sentir feliz, que cumplió un propósito que no sabía que tenía, y eso lo hacía muy, muy feliz.
Muchos se acercaron a preguntar, ya que nunca habían visto a la madre de los "pequeños, desastre", Alexis sería muy tímido, pero no era impedimento para ser una explosión con patas igual que su hermano
Todo estaba hermosamente conectado, y unas semanas después de gastar, al despertar, el omega, su lindo esposo, no estaba a su lado
—No, dios, no otra vez—
Podía oler su dulce aroma, pero no estaba a su lado o en el baño, pero cuando reviso a los niños encontró a los mismos corriendo de un lado a otro en la habitación, mientras el omega estaba sentado en medio de esta con la bebé sobre sus piernas
—¡Papi! ¡Mamá hará panqueques!—
—¿Mamá va a cocinar?—
—Si, si, no te llegues a abusar tampoco.—
Le sonrió al omega y se sentó a su lado viendo cómo los niños buscaban juguetes que la menor pudiera morder sin llegar a lastimarse, desordenando sus camas y muchos cajones en el proceso