Si quieres música de fondo para leer esto, escucha 'owlz' de Dino Gala o 'Sailor Song' de Gigi Perez, realmente no importa, ambas están bien.
...
El silencio es sepulcral en la sala. Apenas se escuchan los pasos de las personas más cultas de esta ciudad. O sus respiraciones, congestionadas por culpa de noviembre, que ya ha llegado contra todo pronóstico, aun si nadie lo ha querido o deseado.
El museo está sumergido, inundado y hasta ahogado en un acuerdo tácito. Pero ahí están igualmente, manchando, a su parecer, el lugar como dos gotas negras que han aterrizado encima de un cuadro marmolado.
Es un edificio con múltiples salas, todas blancas y vacías, y frías, esto último como consecuencia del suelo hecho de cuarzo. Sus zapatillas suenan huecas cuando camina sobre él. Las paredes, totalmente inmaculadas, no tienen otro atrezzo aparte de los intrínsecos relieves de color dorado que se concentra en los bordes de las habitaciones, en concreto en las esquinas, y es que quieren, en realidad, dejar que los cuadros se roben la atención de todo aquel que se atreva a entrar.
Entonces es en ese momento, que Gustabo se pregunta distraídamente qué tan bien visto es que ellos, que parecen ser más de clase baja que alta, estén rondando esos lares que gritan la palabra 'pijo' con todas sus letras en mayúsculas. No obstante, cuando Gustabo acelera el paso, pues se da cuenta de que se está quedando atrás, y vislumbra a Conway ensimismado por cada una de las piezas de arte, todo pensamiento intrusivo se esfuma de un plumazo.
Cierra el grifo desenfrenado de lo que parece ser su ansiedad y observa la tranquilidad con la que va caminando su compañero, con las manos a la espalda, tal como lo haría un viejo jubilado, y con la cabeza bien alta para no perderse ni un solo detalle que se le pueda cruzar por delante.
No parece ser el mismo de siempre, no parece ser el mismo que insulta a sus subordinados en comisaría, que le gasta el nombre para que mueva el culo durante las persecuciones, que utiliza todas las palabras malsonantes que tiene la RAE en el pequeño período de unos cinco minutos.
No, en absoluto, no se parece ni se asemeja al mismo Conway que ve en su cotidianidad, al que normalmente le está por reventar la vena del cuello en cualquier momento, porque el Conway que ahora mismo está viendo, vive como un romántico del arte, vive hundido, empapado, del agua que le salpican los cuadros, navegante de un mar que probablemente lleve buscando más tiempo de lo que le gustaría admitir, lejos de todo y de todos, del mundo, en los confines del mismo. A la deriva, condenado a desear algo que probablemente no sea más que una vaga utopía. Efímero. Pasajero. Tan frágil como un acuerdo entre dos partes.
Tiene la boca entrecerrada y parece ensimismado por aquello que él había jurado rejurado antes de entrar que no le apasionaba. Está conteniendo palabras que desean ser escupidas, que probablemente se sientan empalagosas dentro de su tráquea, cuando inhala y exhala y nunca las termina de sacar; nunca fuera, siempre enjauladas entre sus cuerdas vocales, rogando por ser las protagonistas de los cumplidos que Conway quiere hacerle a los cuadros del Renacimiento, como un amante empedernido que no conoce otra palabra que no sea el nombre de su amante.
Sus ojos, o lo que puede ver de ellos al estar él de perfil, brillan como nunca lo habían hecho antes, o no que él recuerde, como pequeños fuegos artificiales que van reventando en la superficie de sus iris, petardeando para que no queden ni las cenizas.
Pero, lo más desconcertante de todo esto, es que no está haciendo nada emocionante, no está en ninguna persecución desenfrenada ni corriendo detrás de unos maleantes hasta que las piernas le griten que pare. No está imponiendo respeto ni pasando las páginas de algún libro que hoy en día esté leyendo, está viendo un cuadro que ni es el original, sino una réplica, en un museo, y, sin embargo, parece igual de emocionado que Gustabo cuando se sube al skate y le espera una rampa por delante.
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Until the end | Intenabo AU
FanfictionHabían sucesos que jamás dejarían de asustar a los más valientes, incluso hasta a los más preparados. Es por eso que, el Superintendente Jack Conway, pese a ser todo un veterano, fue, de igual forma, otra víctima de aquello. Un suicida, un cigarro y...