18 de octubre.

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Nuevo día, nueva jornada de trabajo, fue lo que pensó no muy animado el Superintendente de la ciudad. Se encontraba en la armería recogiendo todo el material que vio necesario que tuviera a mano para iniciar con su labor como policía. 

Se colocó la radio en la pistolera y el chaleco anti-balas, porque aquel día había decidido que por sus santos cojones patrullaría hasta morirse del asco y asistiría a todos los códigos tres que se le impusieran por el camino al estar hasta los huevos del papeleo. También recogió la linterna, el taser, la porra y las dos pistolas junto a sus cargadores para la anteriormente mencionada pistolera. Una vez que terminó, revisó que todo estuviera en su lugar, haciendo un rápido chequeó que llegó hasta su cinturón, y donde notó, con gran antelación, la ausencia de su arma reglamentaria.

Inmediatamente frunció el ceño y suspiró exasperado, mezclándose con un gruñido, llamando la atención de su mano derecha, el comisario Volkov, que también se encontraba en la sala. El ruso estaba de de brazos cruzados apoyado en la pared cercana a la puerta, esperando a que Conway terminara de equiparse. Sin embargo, ante su reacción, instintivamente enarcó una ceja, curioso.

— ¿Qué pasa, Conway?, ¿Ocurre algo?

Conway deslizó sus ojos hacía Volkov y boqueó indeciso, desordenando su mirada a todos los lados posibles de la habitación hasta que finalmente suspiró. 

— No, nada, es sólo que no logro encontrar mi arma reglamentaria, la... la perdí hace unos días, — Suspiró. — joder, a saber dónde estará.

El ruso frunció el ceño. 

— ¿Y eso? Usted no suele... no suele perder su equipo. — Se recompuso de la pared, pero mantuvo los brazos cruzados. — ¿Ha revisado en su domicilio?

Conway asintió, girándose en dirección a su subordinado, colocando las manos en la cintura y mirando a sus zapatos ciertamente avergonzado. No era propio de él que tuviera un error de principiante de tal calibre. 

— Sí-- Sí, sí, joder, por supuesto, no soy subnormal, — Gruñó para sus adentros. — pero nada, no la he encontrado ni en mi casa ni en mi despacho. Tampoco me acuerdo cuando fue la última vez que la vi, encima.

El Superintendente suspiró resignado, frustrado por su propia negligencia.

Volkov respondió con una mueca. 

— Bueno... — Murmuró y deslizó su mirada hacía la ventanilla de la armería, que era de rendija y podía ver a varios oficiales pasar de un lado a otro. — No se preocupe, Conway, seguro que la encuentra en algún momento, además, siempre puede pedir una nueva. — Y volvió a retomar la vista hacía los lentes del Superintendente.

La muchedumbre comenzó a hablar, los murmullos se volvieron un ruido más de fondo y la sala de denuncias se fue llenando a medida que comenzaba a salir el sol. 

Conway frunció el ceño y se mordió el labio, cambió el peso de su cuerpo a otro pie. 

— Ya-- Ya, sí, Volkov, lo sé, no nací ayer, pero... — Bufó nasalmente y huyó de los ojos grises de su comisario, decayendo en las carabinas colgadas en el armario. — No me preocupa perder el material, lo que me preocupa es en dónde estará ese material. Digo, un arma perdida para uno, es un arma gratis para otro-- encima mi reglamentaria, Volkov, que contiene el código de serie a mi puto nombre; me la manga cualquier subnormal y llega disparar con ella... Y ten por seguro que Asuntos Internos se me va a lanzar al cuello.

Volkov arrugó la nariz al momento de escuchar la palabra "Asuntos Internos", recordando, con demasiado detalle, la época en la que él todavía era un cadete, porque durante esos años dicha dirección revolvió la comisaria entera, de arriba a abajo, luego de que saltaran las alarmas y un comisario hubiera sido acusado de negligencia y soborno. Estuvieron detrás de todos los policías durante meses, atormentando a los cadetes como él con preguntas demasiado pasivo-agresivas para ser realmente agentes de la ley. Con solo pensarlo, Volkov reprimió un escalofrío. Porque no quería imaginarse qué podría llegar a pasar en el caso de que, en un día de estos, científica revelara que Conway era el principal sospechoso de un homicidio sólo porque su arma reglamentaria se había hallado en la escena del crimen.

Until the end | Intenabo AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora