Los techos altos cubrían los enormes aviones y otras máquinas, ocultando las paredes grises y anchas. Entre las estructuras, se podían ver los débiles rayos de luz que se filtraban por las enormes ventanas de cristal, y a alguien corriendo. Esta persona parecía exhausta, con el rostro borroso por el humo que llenaba el lugar. El sonido del fuego consumiendo una mecha resonaba en el fondo. A medida que la persona se acercaba, su voz se hacía más clara, y su rostro más visible.
"¡CLAIRE!" Gritaba Hugo, abriéndose paso entre las máquinas, saltando cajas y deslizándose bajo las alas de los aviones. "¡CLAIRE, AYÚDAME!"
Se detuvo cuando llegó a lo que parecía ser una barrera invisible y comenzó a golpearla con desesperación, sin éxito. Me apresuré a su lado, buscando una salida, pero me encontré con la misma barrera.
"¡ESTOY AQUÍ! ¡TE SACARÉ!" Prometí, aunque sabía que era una promesa vacía.
"No quiero morir, Claire." Sus lágrimas corrían por su rostro mientras continuaba golpeando la barrera.
Hugo seguía golpeando con puños y patadas, sin darse cuenta de que el fuego había alcanzado su objetivo y estaba a punto de explotar, arrojándolo contra la barrera debido a la onda expansiva.
"¡NO!" Grité mientras caía de rodillas al ver que, del otro lado de la barrera, todo se volvía un torbellino de humo y Hugo desaparecía.
Lloré y grité mientras estaba tumbada en el suelo como un ovillo. Desperté minutos u horas después, con los ojos llenos de lágrimas, esperando que todo lo que había soñado no fuera más que eso: un sueño. No sabía que estaba a punto de enfrentar una dura realidad.
Habían pasado dos días desde la explosión. Nadie sabía que éramos nosotros, todos creían que era un grupo de fanáticos tratando de entrar en el Área 51. Fue la primera vez que leí los documentos que habíamos conseguido. La verdad era que no me sentía bien. Casi no comía, y cada vez que intentaba dormir, tenía pesadillas sobre lo mismo una y otra vez. Además, mi mente me atormentaba por no haber expresado lo que realmente sentía. Estaba sola, mi familia se había ido, aunque mi padre seguía en la cárcel, y solo contaba con Isabel. Mi vida se estaba desmoronando, pero una voz familiar me instaba a seguir adelante, a publicar esos documentos, porque habían dado sus vidas para salvar a miles de personas.
Confidencial
Misión Buitre
Objetivo: Reducir la población mundial para preservar los recursos.
Lista de ciudades ya atacadas: Aardbewing, Atalaya, Mudikuto, Cessnat...
Lista de ciudades por eliminar: Nueva York, Tokio, Sídney, Londres, etc.
La prueba se ha realizado con éxito, el gas afecta ahora a 1 millón de personas en 40 kilómetros cuadrados. Pendiente de aprobación la siguiente prueba de 5 millones de personas en 60 kilómetros cuadrados.
No podía creer lo que estaba viendo. Querían eliminar a la población en lugar de buscar soluciones más pacíficas. Nadie tendría que morir. Además, los nombres de todas las personas involucradas estaban en esos documentos. No podía mantenerlo en secreto, pero primero debía protegerme.
Hablé con algunos colegas que me ayudaron a crear un periódico falso y una dirección ficticia donde no pudieran encontrarme. Sabía que mi vida estaría en peligro si esa información salía a la luz.
Por la tarde, revisé lo que iba a publicar y finalmente lo hice. La noticia causó un gran revuelo y se emitió esa noche en las noticias. Finalmente, me convertí en una periodista internacional, aunque ahora me llamara "El Gato Negro"
Me pareció interesante el nombre, ya que, según las supersticiones, los gatos negros traen mala suerte. Pero a partir de ese momento, estaba compartiendo verdades, y quizás eso podría traer buena suerte a alguien.
Al día siguiente, quedé con Isabel para hablar sobre el entierro. A pesar de no poder recuperar los cuerpos, era importante honrarlos. El entierro estaba programado para el próximo fin de semana, y amigos de diversas procedencias vendrían a mostrar su respeto.
La última vez que me vestí de negro fue en el entierro de mi madre, cuando era muy joven y no entendía del todo lo que sucedía. El ambiente era pesado, y para culminar, comenzó a llover. Les dijimos a los demás que habían muerto en un accidente de coche, pero solo John, Isabel y yo conocíamos la verdad. El entierro duró una hora, y cuando todos se fueron, Isabel y yo nos quedamos en silencio.
Quizás estábamos tan absortas que no escuchamos los pasos acercándose. Una persona de estatura media, vestida con una sudadera con capucha, se aproximó.
"Era un buen hombre." Dijo la persona.
"Sí, lo era." Respondí.
No escuché claramente el resto de la conversación, pero de repente vi a Isabel cubriéndose la boca y llorando. La persona con capucha se la quitó y la abrazó. Me quedé mirándolo.
"¿Qué pasa, hermanita? Tengo siete vidas, al igual que los gatos."
Mis lágrimas se convirtieron en lágrimas de felicidad. Después de unos minutos de abrazos y muchas más lágrimas, nos contó lo que había sucedido.
"Era un buen chico. No debí haber dudado de él. Lo siento."
"No pasa nada. Entiendo tu desconfianza hacia las personas después de todo." Le dije.
Era hora de irse, pero no podía irme sin despedirme de Hugo, aunque no estuviera allí. Cuando se fueron, mis rodillas flaquearon y caí junto a la lápida. No podía detener el llanto, pero esta vez no eran lágrimas de risa. Mi orgullo y miedo se habían desvanecido en un instante, y le dije a una fría piedra todo lo que le debería de haber dicho a la cara.
Por favor vuelve. Quédate conmigo y no te vayas nunca. Se que normalmente dicen que cuando muere alguien siempre se queda contigo, pero yo no quiero que estés aquí como un recuerdo sino en persona. Te quiero y nunca dejaré de hacerlo porque nunca pude pensar que alguien me llenaría tanto como tú.
Estaba destrozada pero no dejaría que ocurrieran más desgracias porque no me gustaría que nadie se sintiera igual que yo. Ni siquiera se lo desearía ni a mi peor enemigo.
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¿Puedo confiar en ti?
Mistério / SuspenseUna paparazzi neoyorquina sueña con ser periodista internacional y su vida cambiará cuando ocurra un extraordinario suceso. Un pueblo se ha despertado con toda su población exterminada después de un terremoto demasiado débil como para ser el causant...