LUCIFER II

Capítulo 10

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Mi cuerpo se tensa y siento que voy a morir ahogada.

Intento alejarme y se me hace imposible cuando este tipo me toma con fuerza.

-No te conviene moverte mucho, tengo muchas armas apuntando hacia tu cabeza.

-¿Con quién tengo el gusto? – pregunto "calmada".

Ríe, y con ese sonido se me remueve hasta el corazón.

Mi mente navega a una melodía muy parecida y lo intento reconocer de todos los invitados.

-Soy satanás. – susurra en mi oído y mi piel se eriza.

Trago saliva con dificultad y sonrío queriendo transmitir confianza.

-Un gusto Satanás, creo que me conoces para querer decirte mi nombre.

-Eres muy inteligente Aurora, más tarde te doy una estrellita.

Vuelco los ojos y seguimos bailando.

Sus fuertes manos me atraen cada vez más a su gran cuerpo.

-¿Qué quieres?

-Depende de lo que me quieras entregar.

Frunzo el ceño y me hace poner la palma de mis manos en su pecho.

-¿Quieres dinero?

-El dinero mueve montañas..., pero no gracias, mis padres me han dejado una buena herencia.

-Deja de jugar hijo de perra.

-¿Así vas a hablar de mi madre? Que doble cara Aurora.

-¿Qué?

-¿Qué de qué?

Lo miro enojada y él sonríe.

Siento mi ropa interior húmeda y quiero pensar que me oriné.

-Que mal gusto tiene ese cabrón.

-¿Qué? – murmuro sin entender absolutamente nada.

La canción ya acaba y él solo me mira.

-¿Qué de qué?

-Eres desagradable, sé hombre y dime por qué me jodes de tal manera.

Me voltea y junta su cuerpo con el mío, comienza a subir su mano desde mi vientre hasta llegar a mi cuello.

-Quiero ser tu mayor pesadilla, la razón por la que te revuelques de miedo y dolor, desde que supe de tu existencia no quiero otra cosa que no sea tu santa muerte y, por su puesto, ser el dueño de aquella. Eres como una maldición en la que no pienso caer por nada del mundo, y jamás en la vida lograrás entrar a mi mente, eres una peste en la familia y agradece que mis métodos son delicados siendo tú la mujer más perra que conocí en mi vida.

Me voltea y miro con detalle su cuerpo, analizo el tono de voz y quiero llorar.

-Y me acabas de reconocer, vaya mierda de Señora.

Las luces se prenden y en ese preciso momento, desaparece entre la multitud.

-¿Qué pasó? – me abraza Dubán antes de yo llegar al piso.

Apunto hacia donde se escapó el cabrón y él con un solo movimiento de cabeza hace que las guardias comiencen a buscar.

-Iremos a tu oficina y luego podrás seguir con la noche.

Asiento y nos encaminamos hacia allá.

-Era... era alto, muy alto. – balbuceo y me entrega un baso con agua.