Past And Present

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Encontrarme en las altas paredes de la fortaleza rocosa hacían que mi mente se nublara en recuerdos borrosos, eran tantos que ni siquiera era capaz de distinguir unos de otros.

Me sentía tan débil de cuerpo y alma que quería sentarme en aquella silla de obsidiana que tantas veces había usado y cerrar mis ojos hasta encontrarlos a ellos.

Si me quedaba lo suficientemente quieta aún podía escuchar por entre los pasillos la risa de Joff, el llanto de Aegon y Viserys, las espadas de Jace y Luke chocar cada vez que entrenaban.

Muy dentro de mi era consciente que aquellos niños ya se habían ido y que probablemente nunca más los volveria a ver, a tocar, a besar. Y esa misma parte me decía que necesitaba ser fuerte, aunque a veces no pudiera seguir, debía ser valiente, tenía que triunfar en esta lucha interna con mis sentimientos.

Ahora no quedaba ningún rastro de lo que había sido antes, de los errores que había cometido, el lienzo de mi vida estaba completamente en blanco. Vacío y listo para escribir en mí de nuevo.

Levanté la mirada y Daemon se encontraba al pié de las escaleras, tenía el cabello recogido y la mano en la empuñadura de su espada. Se veía tan relajado que me daba envidia, una y otra vez había estado en mis días difíciles y estaba tan agradecida que no era capaz de formar en mi garganta las palabras adecuadas para él.

Cuándo mi madre murió él me había dicho que me permitiera a mi misma llorar, que cualquier sentimiento que estuviera atorado en mi pecho no le diera cabida para destruirme. Que solamente así podría algún día reponerme y que él lo había entendido demasiado tarde.

Me levanté de la silla y me acerqué a él, en el pasado cuando quedé embarazada de Viserys la mayor parte del tiempo me la pasaba en la habitación que compartíamos, estaba tan cansada que lo único que necesitaba era dormir.

Una tarde Aegon vino a visitarme y como cualquier niño pequeño comenzó a jugar y revolotear por todos lados, en un momento el dió un salto estrepitoso y una parte del suelo a nuestros pies se resquebrajó.

Ambos nos acercamos a observar la grieta y de entre la piedra rota salió un cuaderno con la cubierta de piel color escarlata. Resultó que mi abuelo Baelon tenía un diario oculto, en él narraba las aventuras que había vivido, las derrotas que lo habían hecho más fuerte y sobre todo de lo orgulloso que se sentía de sus hijos.

Cuándo se lo entregue a Daemon aquella noche fue la primera vez y la única que lo había visto llorar.

Lo tomé de la mano y lo conduje entre los pasillos hasta aquella enorme habitación.

- Dónde me llevas - preguntó con un poco de diversión en su voz.

- La noche anterior te dije tenía algo que mostrarte - giré a mirarlo - Te estoy llevando ahí.

El lugar seguía siendo exactamente igual, las paredes grises con relieve y las antorchas apostadas a ambos lados de la puerta. Toque la madera enegrecida por el humo y entramos.

- Está habitación fue nuestra cuándo vivíamos aquí - caminé por todo el lugar tocando cada parte con las yemas de mis dedos - Yo insistía en que no se vería bien que durmieramos juntos y tú me dijiste que te importaba un carajo lo que los sirvientes pudieran decir de nosotros.

Sonreí y lo miré, el estaba en silencio observando cada uno de mis movimientos.

- En una ocasión encontré algo que te pertenece - me acerqué al lugar donde la piedra se rompió - Solamente le ruego a los dioses que aún siga aquí.

Puse mis pies firmes y comencé a brincar como Aegon lo había hecho, Daemon se cruzó de brazos y me miró con cara de diversión.

- Ayudame que esto está demasiado duro - el se acercó y lo tomé de las manos. Ambos brincabamos y reíamos al mismo tiempo hasta que se escuchó un chasquido en el suelo.

Me puse de rodillas y aparte la tierra con las manos, agarre el cuadernillo y le sople para quitarle el polvo.

- Si aún te queda duda de lo que te he dicho - me levanté del suelo y me sacudí el vestido - Está es la prueba que te doy, de que todo fue real.

Le ofrecí el libro y el me miró confundido.

- ¿Que es esto? - lo tomó y lo giraba de mil formas para descifrar lo que era.

Le quitó las cintas que lo mantenían cerrado y lo abrió, yo me quedé estática viendo cada expresión en su rostro, cada arruga que se le formaba en la frente y aquella marca que sobresalía en sus mejillas cuando apretaba los dientes.

- Como sabías que estaría aquí - me miró con los ojos llenos de asombro y sentimiento.

- Nuestro hijo lo encontró, justo ahí donde yo misma salté.

El corrió y me abrazó tan fuertemente que se me escapó un resoplido, podía sentir su respiración agitada y los latidos frenéticos de su corazón, no me moví, le di tiempo para que se sintiera cómodo siendo él mismo, para que llorara y dejara que todos sus sentimientos retenidos por tantos años salieran a flor de piel.

Yo sabía que esto pasaría, que me mantendría así entre sus brazos por tanto tiempo que parecía una eternidad y lo sabía porque exactamente así había reacciónado la última vez.

Se separó con cautelo y me tomó con ambas manos el rostro, tenía las mejillas mojadas y los ojos rojos. Se veía tan hermoso que me causaba revuelo en el estómago.

- Nunca nadie me había obsequiado algo así - trago saliva y se mordió el labio que aún le temblaba - Rhenyra, no tienes idea de lo que me has hecho sentir.

Le sonreí con ternura y le acaricié el mentón, su piel era tan suave como la seda. El me tomó por la cintura y yo cerré los ojos esperando el choque de sus labios sobre los míos.

Cuándo nos casamos comenzamos a tener una conexión tan fuerte y profunda que a veces podía sentir sus emociones a metros de distancia, podía saber cuándo estaba furioso o cada vez que algo lo heria.

Me aferraría a él con las fuerzas que me quedaban, como el fuego necesita al oxígeno para no extinguirse, ambos teníamos la sangre de dragón y así como él me recordó aquellas palabras que una vez le dije; estábamos destinados a arder juntos.

Sus manos se movían torpemente sobre mi cuerpo a pesar de ser un hombre experimentado siempre lo hacía sentirse como un chiquillo y a mi me hacía creer que estaba en el mismísimo cielo.

Ambos nos separamos en busca de aire y juntamos nuestras frentes en un momento tan íntimo que estaba segura que si alguien se acercaba lo suficiente podría sufrir una descarga eléctrica.

- Eres todo lo que siempre quise - susurro en un sonido casi angelical - Sé que al casarte conmigo no te ofreceré ejércitos, ni tampoco fortalezas.

Abrió los ojos y me miró directamente, con tanta seguridad que tuve que sostenerme de él para no caer.

- Lo único que te ofrezco es mi corazón, mi cuerpo y mi alma entera - Se llevó una mano al pecho - Si me aceptas.

Acerqué mi mano a su pecho, apreciar su pulso sobre mis dedos me deleitaba.

Desde que era pequeña había soñado con este momento, que llegara el día en que mi querido Tío me revelara lo profundo de sus sentimientos por mi. Escucharlo aquí y ahora me hacía sentir como esa niña que una vez fui.

- Yo soy tuya y tú eres mío, desde este día hasta el último. - Nuestros ojos ardían de deseo - En esta vida, en la pasada y futura seremos nuestros.

 - Nuestros ojos ardían de deseo - En esta vida, en la pasada y futura seremos nuestros

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