Visenya

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El día en que mi padre murió sentí como si el mundo hubiese dejado de girar, mis oídos se ensordecieron y lo único que sentía era el latido frenético de mi corazón.
Por mi mente pasaban imágenes de él y yo juntos tan rápido, que sentí como un nudo se formaba en mi garganta dándome náuseas. Mi padre era el único hombre que confiaba ciegamente en mi, que me amaba por quién realmente era.
Las lágrimas se acumularon en mi ojos a punto de salir, me sentía tan culpable de haberlo dejado sólo en ese nido de buitres por tantos años. Me odiaba a mi misma por haber decidido huir como cobarde en lugar de reafirmar mi posición en King's Landing. Pero ya nada de eso importaba él se había ido, mi rey, el último recuerdo de mi madre, se había esfumado.
Después el dolor se convirtió en rabia, saber que Aegon había sido coronado rey y que el pueblo lo hubiese aceptado me repudió. No podía soportar la idea de el hijo de Alicent sentado en mi trono, él no era mi hermano.
De pronto sentí una contracción tan fuerte que se me escapó un grito, solo significaba una cosa.
- El bebé ya viene - dije alzando los pliegues de mi vestido solo para sentir la sangre correr por mis piernas.
Ese día perdí más que a mi padre, perdí a mi hija, la única que tendría en la vida, mi amor, mi dulce niña, mi Visenya.
Entré al consejo privado del rey y lo primero que noté fue a Otto Hightower sentado junto a mi padre, apreté mis puños tan fuertemente que me ardieron las palmas de mis manos.
Y entonces lo ví, tan fuerte y vivo como lo recordaba, el cabello blanco cayéndole por los hombros y su ligera barba en las mejillas sentí tantas ganas de llorar que me mordí la lengua.
-¡Rhaenyra! - dijo él sonriéndome. Escuchar su voz fue tan placentero que quería cerrar los ojos y escucharlo hablar para siempre
- Padre - respondí acercándome a él respirando su aroma.
Lo abracé tan fuertemente que pude notar su confusión.
- ¿Estás bien cariño? - Preguntó el apartandome un poco y sosteniendo mis hombros inspeccionandome.
- Si, es sólo que quería hablar contigo de algo muy importante, crees que podamos... - comencé a decir y el entendió que le estaba pidiendo privacidad.
- Mis Lores -Dijo el levantandose de su asiento - Creo que podemos continuar con esta reunión más tarde.
El alzó su mano indicándoles la salida, hicieron una reverencia y se marcharon no sin antes notar una ligera mirada airada de Otto Hightower.
- Muy bien mi niña, que quieres decirme - respondió con una sonrisa.
Hace tanto tiempo que no lo había visto sonreír de esa manera que me hubiese gustado retratarlo para siempre.
- Padre, sé que estos últimos días he sido un dolor de cabeza - le tomé las manos sobre la mesa - Ahora entiendo que mi deber con el reino es contraer matrimonio y mantener a nuestra casa fuerte.
Él esbozo una sonrisa de oreja a oreja
- No sabes cuán feliz me hace escucharte decir eso - me tomó las manos y se las llevo a los labios
- Sin embargo he de advertirte que no me casare con Leanor Valeryon - respondí y pude notar como poco a poco él soltaba mis manos
- La casa Velaryon a sido aliada nuestra.... - Comenzó a decir arrugando su frente
- Lo sé padre - lo interrumpí - Pero ambos sabemos de ciertos gustos que posee Ser Leanor, y no pienso alimentar un engaño.
Comencé a hiperventilar y me limpie las palmas de mis manos en el vestido, estaba segura que lo que estaba a punto de decirle lo haría realmente enfadar, pero no podía dar marcha atrás.
- Y quién es el contendiente al que sugieres - preguntó él ladeando la cabeza
Me quedé un segundo en silencio, debía acomodar las ideas en mi cabeza, no podía soltar una bomba como esa así solamente.
- Por siglos el linaje de la casa Targaryen ha prevalecido intacto gracias a los matrimonios arreglados entre.... - comencé a decir.
Mi padre dio un golpe en la mesa que me hizo callar.
- No - se levantó de la silla y me apuntó con el dedo - No vas a hacer tal cosa
- Padre - me acerque a él y lo tomé de las manos
- Por favor no hagas esto - me hizo a un lado y comenzó a caminar en círculos por toda la habitación - El está casado y aunque no lo estuviera no permitiría que...
- Yo lo amo - lo interrumpí y de pronto las lágrimas que había estado reteniendo comenzaron a salir - Lo he amado toda mi vida.
- Es un monstruo - grito el - ¿Acaso eres tan tonta que no lo ves?
- No lo conoces tan bien como yo - me lleve las manos al pecho - Él daría su vida por mi
- Claro que lo conozco - se acercó hasta quedar frente a mi - Es mi hermano del que estás hablando
- Tu me dijiste que buscara alguien a quien yo amara, alguien que me complaciera - dije comenzado a gritar - Lo he escogido a él y no puedes hacer nada para cambiarlo.
- El no te ama y nunca lo hará - me tomó de las mejillas con una mirada suplicante - Cualquier cosa que te haya dicho para hacerte creer lo contrario tan sólo es un engaño - Sus ojos se llenaron de lágrimas - El sólo quiere tu trono.
- Estás equivocado, padre - Dije con la voz rota.
Ambos estábamos rojos de la impotencia que sentíamos, podía notar en sus ojos el miedo que sentía por mi al creerme cerca de Daemon pero era imposible decirle que no soportaba la idea de estar lejos de él, no podía suplicarle que no me lo quitara de nuevo.
Quería gritarle que anhelaba de nuevo tener a nuestros niños; mi Aegon, mi Viserys.
Que me quemaba por dentro cada segundo que pasaba sin tocarlo de nuevo, sin sentir el roce de sus manos sobre mi piel.
Y que en mi pecho había angustia todas las noches que soñaba su muerte.
La puerta de la habitación se abrió lentamente y de ella emergió Ser Harrold.
- Lamento interrumpir Majestad - se dirigió a mi padre - El príncipe Daemon está aquí.
- No es buen momento Sir Harrold - respondió él con llamas saliendo de sus ojos
- Que está pasando aquí - Entró Daemon dándole un empujón al guardia para que saliera.
Mi padre crispo la cara y se acercó a paso decidido hacia él.
- Que le has dicho - Lo tomó por la camisa sacudiendolo con violencia, corrí hacia ellos tratando de apartarlos
- Padre por favor, sueltalo - Estaba al borde del llanto, yo no quería que esto pasara.
No quería desatar una pelea entre ellos.
- Si piensas que endulzandole el oido a Rhaenyra te harás con mi trono estas muy equivocado - Viserys sacaba humo de entre los dedos y Daemon solo se mantenía estático.
-Hermano - Daemon tenía las manos lejos de su padre, dándole a entender que no tenía intenciones de defenderse - Se bien que no he sido precisamente un ejemplo a seguir - comenzó a decir - Soy impulsivo, volátil, y terriblemente ambicioso - Viserys apretaba más a su hermano con cada palabra que salía de su boca, yo por el contrario no podía parar de llorar - Pero esto te lo juro, por la memoria de nuestra madre. Quiero a Rhenyra, la he querido desde hace mucho tiempo y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para estar con ella.
- Estás casado maldito imbecil - lo liberó de su agarre con un empujón
- Ya no más - respondió Daemon acercándose a mi - Ella está muerta.
Mi padre nos miró con evidente confusión en su rostro, Daemon me sostenía las manos y parecía preocupado
- Como esperas que esté tranquilo sabiendo esto - Dijo mi padre cruzándose de brazos - Te resulta realmente facil deshacerte de aquello que te estorba.
Dijo dándole a entender que sabía que él la había matado.
- Si tú preocupación es si asesine a Rhea, te equivocas, recibí un cuervo está mañana - Se miraron ambos por un segundo que parecieron horas.
Mi padre parecía estar valorando la situación, se encontraba más tranquilo pero sabía que no cedería tan fácilmente.
- Padre - comencé a decir - Debes confiar en mi, esto es lo que quiero.
Daemon me tomó de la mano acariciando mis nudillos, mi padre apretó los dientes cuando miró nuestras manos pero finalmente se relajó.
- Aún no anúncies un matrimonio - Habló Daemon - Déjame demostrarte que es auténtico.
Mi padre no decía nada, seguía observandonos con cierta molestia en su rostro.
- Si le tocas un pelo, uno solo Daemon, y te juro que te cortaré la cabeza - Habló al fin - Tienes cinco días, cinco, para demostrar tus intenciones - nos señaló con un dedo - Al primer indicio de traición de tu parte y tú cabeza terminará en una pica.
El salió de la habitación hecho una furia, no había sido algo fácil domar al dragón pero lo habíamos logrado.
Miré a Daemon que aún me tomaba de la mano y lo abracé.
Me pregunté por qué en mi otra vida no había luchado por él, no había luchado por ambos.
Era cierto que lo había querido toda mi vida y en mis más profundos sentimientos había deseado más de una vez casarme con él y sin embargo me había resignado a un vida miserable que creia era sólo por deber.
- Como sabías que estaríamos aqui - le acaricié el mentón con las yemas de los dedos
- Venía a hablar con él - Sonreí y lo bese en los labios.
Jamás me cansaría de besarlo, lo haria por miles de años sin parar y seguiría sintiendo lo mismo que la primera vez.
Estar con Daemon no era sentir mariposas en el estómago, estar con él era sentir adrenalina correr por tus venas, era como volar en un dragón, era pasión, era gloria.

Estar con Daemon no era sentir mariposas en el estómago, estar con él era sentir adrenalina correr por tus venas, era como volar en un dragón, era pasión, era gloria

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