Dragonstone

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Despertar en King's Landing era como estar dentro de un cuento, los rayos del sol iluminaban toda la habitación haciendo que deslumbrara cuál oro fundido y el sonido de las olas del mar chocar contra las rocas parecía irreal.

Escuchar a los pájaros tararear melodías entre las copas de los árboles era totalmente maravilloso.

Estaba despierta pero no quería abrir mis ojos, quería quedarme así en esa misma posición por el resto de mis días pero un resoplido me asustó.

Abrí los ojos de golpe por una fracción de segundos olvidé que Daemon había pasado la noche conmigo y su abrupta respiración me alarmó.

Entonces recordé que en cualquier segundo Elinda entraría para ayudarme a prepararme.

- Daemon - lo sacudí - Daemon despierta.
El gimoteo y abrazó una almohada con el ceño fruncido.

Tenía que sacarlo de aquí pronto o haríamos un espectáculo.

- Cinco minutos más por favor - respondió con la voz adormilada.
Solté una risita y me subí a horcajadas sobre el sacudiendolo.

- No, para - se retorcía - para, ya, estoy despierto - abrió los ojos y me miró con un gesto de molestia.

- Tienes que irte de aquí antes que llegue Elinda - aún seguia en su regazo.

- ¿Quien carajo es Elinda? - Se frotó los ojos con una mano y con la otra me apretaba el muslo.

Me acerqué a él y le aparte los cabellos de la cara, aún estaba molesto y eso me encantaba.

- Mi dama de compañía - le apreté las mejillas fuertemente y me quité de encima - Te veré en pozo dragón al medio día.

Empuje la pared abriendo la puerta secreta invitándolo a salír.

- Te estaré esperando entonces - Se levantó de la cama y pasó de largo junto a mi sosteniendo sus botas en la mano.

Su aroma era tan exquisito que me sentí como un ratón siguiendo el rastro del olor a queso, cerré la puerta con una sonrisa en los labios y me deslicé hasta quedar en el suelo abrazándome las rodillas.

Todo parecía tan mágico y perfecto entre nosotros que recordé el día en que supe que me había enamorado de él.

Fue en mi décimo tercer día del nombre, estaba recostada en el gran árbol carmesí leyendo algún libro para matar el tiempo.

Mi padre me tenía toda una celebración preparada pero yo no estaba del todo segura si era algo que yo deseaba. Comenzaba a preferir estar sola en los jardínes o junto a Alicent. Ese día particularmente me sentía nostálgica y no quería saber nada de nadie, de pronto escuché unos gritos y levante la cabeza.

Lo miré pasar por entre los pasillos, llevaba su armadura negra y su capa dorada que brillaba con el sol de King's Landing. Tenía el cabello sucio y desarreglado y caminaba con tanta desfachatez que me hizo reír.

Se detuvo y volteó a mirarme, tenía cara de pocos amigos y que me burlara de él no le hizo gracia.

Se quedó estático por unos segundos mirándome enojado y con los brazos cruzados como si con eso fuese a acongojarme.

- Y tú que estas mirando - habló por fin.

- Es sólo que resulta divertido como te pones cuando mi padre te reprende - Seguí sonriendo y el se acercó a mi aún con el ceño fruncido.

- No creo que sea más gracioso cómo ver cuándo a ti te reprenden - dobló las rodillas hasta quedar a mi altura - Crispas la cara como si fueras un mono.

Sangre De Dragón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora