Capítulo 19: Quién tenga miedo a los cambios que no se acerque a una peluquería.

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La suave melodía de los pájaros cantores que tengo como tono de alarma me taladró los oídos y me robó un gruñido. No es una alarma estridente pero tenía la cabeza y el cuerpo embotados como si me hubieran pinchado un relajante para caballos. Tenía las manos y los brazos dormidos, la boca seca y los ojos todavía un poco pegados. Estiré el cuerpo, y sentí como el gemelo derecho intentaba subirse. Salí de la cama a toda velocidad. Que se te suban los gemelos de buena mañana no es la experiencia que una busca vivir. Dejé el reloj en la mesita, sentí las manos frías al despegarme de él. Fui al baño arrastrando los pies. Escuché a Lidia pelearse con la tostadora (el botón está hundido y cuesta hacer que se ponga en marcha).

—Buenos días —dije antes de entrar al baño.

—Buenos días, chochi —escuché a través de la puerta.

Me miré al espejo. Las chicas pixie cut, de buena mañana, parece que hayamos metido los dedos en un enchufe. Tenía remolimos que dejaban al descubierto mi cuero cabelludo en los laterales, y un rizo rebelde en la parte alta de la cabeza. Titeuf 2.0.

—Alexa, pon kpop.

Alexa es nuestra mejor amiga en el baño y en el salón-comedor-cocina. Comenzó a sonar Love Shot de Exo. Me desvestí y estuve dudando si echar a lavar el pijama o no. Aún olía a la tía Rosa y, aunque podía quedarse de pie solo, me costaba mucho despedirme también de su olor. Al final, tras unos segundos de deliberación, acabó en el cesto de la ropa sucia. Cuando salí de la ducha, tres canciones después, Voices de Stray Kids reverberaba por la habitación. Me miré, entonces, largo y tendido en el espejo empañado. Gotas gruesas caían de las puntas de mis cabellos y mojaban el suelo. Quité el vaho con la mano. Lidia me echaría la bronca cuando se fuera a duchar y viera mis dedos dibujados en el cristal. Negué con la cabeza. Lo que había pasado la noche anterior tenía que ser real porque, de no serlo, no tendría la imperiosa necesidad de encauzar mi vida y pensar en mí y en lo que debía hacer para ser feliz. Completamente feliz. Y para ello tenía que ser valiente. Corrí hacia el salón, me golpeé el meñique del pie con la esquina de un tabique.

—Quiero ser escritora —dije a Lidia con la toalla envolviéndome el cuerpo mientras saltaba y ponía caras de dolor.

Lidia parpadeó dos veces antes de responder.

—Vale, me parece bien.

—¿Ya está? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

—¿Qué quieres que te diga? Sé lo que te dé la gana mientras eso te haga feliz

Fruncí los labios, enfurruñada porque mi mejor amiga no había actuado como yo pensaba. Pero, ¿qué esperaba en realidad? ¿Qué dijera que era una locura, que de escribir no se come, que el golpe se me había subido a la cabeza? Lidia nunca me ha cortado las alas, de hecho, como Toni, siempre ha intentado hacérmelas crecer.

—Tía, no te voy a poner pegas para que seas lo que siempre has soñado. Yo no soy tú. Yo creo en ti.

—Pero voy a seguir trabajando en la peluquería contigo —advertí.

—Por ahora. Espero que cuando seas escritora de éxito me dejes tranquila. Pesada.

Sonreí un poco y, cuando un digo poco, es que estaba sonriendo mientras lloraba. Las emociones contenidas de anoche junto a todos mis miedos salieron de golpe. Lidia dejó a un lado las tostadas y fue a abrazarme con una sonrisa apretada en los labios. Fue gratificante, aunque no tanto como el abrazo que me di a mí misma.

—Te quiero mucho —susurré en su oído.

—Yo siempre más —contestó apretándome contra ella—. Perdón por haber salido anoche, soy una amiga de mierda que debió quedarse con su mejor amiga después de que esta fuera a la lectura del testamento de su tía abuela. —No respondí. No estaba molesta porque saliera, ella también tenía sus cosas. Ella también merecía un respiro—. Anoche, cuando llegué, te escuché hablar en sueños. Estuve a punto de entrar a tu habitación pero entonces te oí decir su nombre y decidí que lo mejor sería dejarte tu espacio.

Un viaje al centro de mis latidos © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora