Fui a parar a la puerta de la casa de mi madre, los ojos rojos y la garganta hirviendo a fuego lento. Di un traspié con el filo de la acera y rodé hasta la esquina del adosado como una croqueta. Me levanté sin un ápice de dignidad, ¿cuándo he tenido yo de eso? La luz del balcón, la del salón comedor, estaba encendida. Era verano, hacía un calor de mil infiernos, y mi madre había corrido las cortinas y abierto la cristalera para ventilar. Desde la calle se veía el televisor (estábamos viendo Pequeñas Mentirosas). La voz de la tía Rosa se escuchaba por todo el vecindario, estaba más perdida que Wally.
—A es la bajita con cara de buena. —Cada día cambiaba de parecer.
Me escuché reír.
—¿Mona? No sé, para mí que A es un grupo de personas. —Yo, la menos conspiranoica.
—Vaya follón —dijo mi madre levantándose para ir al baño.
Salí al balcón con collarín, pantalones cortos de Primark y una camiseta overside de The Simpson dándole la razón a mi señora madre. La tía Rosa me miraba preocupada con su camisón verde de lunares rosas, iba a pasar la noche con nosotras, y después cambió de canal. Aquella tarde noche, al salir de la peluquería (me habían contratado en la que hice las prácticas), tuve un accidente de coche. En los dos años que llevaba conduciendo nunca me había pasado nada, era y soy muy precavida porque la carretera no es un patio de juegos. Un chico de mi edad, quizá unos años mayor, incluso, a dos calles de mi casa, decidió que el stop gigante del cruce no iba con él. Además, no contento con ello, al verme, se le ocurrió la fantástica idea de acelerar en vez de frenar. En su mente el tiempo iba más despacio y pensó que podría cruzar sin colisionar conmigo. Error. Pisé tan fuerte el freno que acabé de pie en el asiento con el cinturón presionándome la clavícula y la cadera. Envistió mi pobre Clío blanco por el morro haciendo que su Seat León amarillo diera una vuelta completa y acabara estampado contra la puerta del conductor. ¡Y eso que me salió por la derecha! Se creía Toretto el niñato. Los vecinos, por el estruendo, salieron de sus casas. Excepto la maruja de turno, Margarita, que vio sentadita en su hamaca el accidente en primera plana. Es la primera vez que me alegró verla ocupando toda la acera de la puerta de su casa como si fuera suya.
—Echa el coche pa'tras, descerebrao —gritó Marga levantándose de su hamaca.
El chico obedeció, no sin antes mirarme a través de la luna con ojos asesinos. Entre mis vecinos y yo intentamos abrir la puerta, porque por el lado del copiloto no podía salir. Me dolían tanto los brazos, las piernas y la espalda que sentía que si me movía me iba a romper. Al final la abrimos, pero si lo llego a saber me quedo encerrada en el coche que estaba siniestro total. El Toretto había llamado a su novia y esta había aparecido hecha una furia con ganas de dejarme calva. Un vecino la agarró para que no se lanzara sobre mí. No es por hacerme la valiente, pero me llega a pillar en otro momento menos accidentado y le hubiera hecho una cara nueva. Ya lo dice mi amiga Marta, una excompañera de la peluquería: la violencia no es la respuesta hasta que lo es.
En resumen, acabé en el hospital con una corrección cervical grave, traumatismos en brazos y piernas y teniendo que llamar a mi padre para que me recogiera porque pasaba de ir en bus con los dolores que tenía. Hacía años que se había separado de mi madre y, por consiguiente, desentendido de mí, como si por vivir con mi madre ya no lo necesitara. Las veces que lo llamaba para saber de él (porque no se dignaba, en la actualidad tampoco lo hace, a responder mis mensajes) estaba ocupado con los hijos de su novia, y me contaba orgulloso que lo tenían como un héroe. Con recochineo, ¿sabes? Queriendo decir: mira como ellos sí y tú no. Es lo que hay, papi, ellos no saben que su mamá fue la otra durante seis años. Me costó más de treinta minutos convencerlo para que me acercara a casa, se escudaba en que el hospital le pillaba muy lejos. Durante el camino, en el silencio incómodo del coche, le hablé a Raúl, el chico con el que me llevaba viendo tres semanas, a Lidia y a Toni.
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Un viaje al centro de mis latidos © #PGP2024
عاطفيةUna chica que no supera a sus ex... Un antiguo reloj de bolsillo con una inscripción mágica en el reverso... Y una oportunidad para descubrir el verdadero significado de las palabras amor y presente. © Todos los derechos reservados. Prohibido el pl...