—S-Suna—jadea Hime sobre mí.
Mis manos recorren su cuerpo por sobre su kimono. Nuestras respiraciones están sincronizadas en este momento y lugar. La noche ha caído y el sol se ha ocultado. Si Tsukigami estuviera aquí, ya estaría alabando al Dios Taiyokami y su "elegante manera de ocultar el día". Ugh, tengo que dejar de pensar en ella, se ha marchado y ya no es mi responsabilidad cuidarla.
—Ah, estaba deseando tanto continuar con esto—susurra Hime en mi oído.
Su voz es diferente a la que tenía hace rato, durante nuestra pequeña reunión del té. Cambió a un tono más seductivo y predatorio, como si quisiera tomar las riendas de la situación. Lo siento, cariño, pero yo mando aquí. De un solo movimiento giro sobre la cama, colocándola debajo de mí y sosteniendo sus manos. Su rostro se ve aún más lindo y apetecible cuando tiene esa cara de sorpresa.
—Mmmh, tenemos una situación interesante aquí—menciona, lamiendo sus labios.
Entrecierro los ojos y muevo un mechón de pelo que estorba en su rostro.
—¿Sí? ¿Qué clase de situación?—pregunto, tanteando el terreno.
—Parece que a mi samurái favorita le gusta estar arriba. —Hime lleva sus manos a la cinta que sostiene mi armadura y la desata de un tirón—Y yo también tengo ganas de verte abajo de mí.
Mi ropa se afloja tan pronto la protección de mi cintura se cae. Decido vengarme retirando el cinturón obi de su kimono para tener libre acceso a ella. Las sabanas de seda de la cama se sienten tan suaves como su piel erizada.
—¿Tu samurái favorita? Me conoces desde hace un par de días—meto mis manos entre su ropa.
Hime suelta un jadeo cuando sostengo su cintura con mis dedos.
—Kgh... S-solo bastó ese breve encuentro, Suna—responde con su rostro sonrojado.
Un carraspeo afuera de la habitación me hace suspirar de frustración. Si tanta envidia tiene, ¿por qué no se van a un barrio rojo? Sé que los mayordomos y criadas de la mansión no me toleran, creen que estoy manchando la "pulcritud y pureza" de Hime. Se irían de espaldas si supieran que quien estuvo de curiosa no fui yo, para empezar.
—Si te molesta puedo pedirles que se marchen—propone Hime, notando mi molestia.
—No será necesario que lo hagas, tus lindos sonidos hablarán por ti—llevo mis dedos a sus labios.
Continúo mi trabajo con ella, en medio de las tenues luces que producen las lámparas de la habitación.
—Mmmh, hubiera sido más divertido con la señorita Kyoko aquí, ¿no crees?—pregunta de repente.
—Ella no tiene nada que ver en esto.
—Ay, por favor, no me digas que no tuviste una buena noche con ella. De otra forma, no veo razón para que viajaran juntas—sugiere.
Su voz es pícara y llena de doble sentido. Ugh, genial, ya se me bajó la calentura por culpa de esta conversación.
—Me ofende el hecho de que sugieras que me acuesto con cualquiera—me reincorporo en mi lugar, sacudiendo mi cabeza.
—¿Qué? Yo no dije eso.
—¿Quieres saber si tuve una aventura con ella? La respuesta es sí, pero no como te la imaginas, Hime—me levanto de la cama y camino por la habitación.
—Ay está bien, lo siento, no quise ofenderte. Vamos, vuelve aquí, te dejaré estar arriba—regresa a su tono seductor de antes.
Lo cierto es que por más que quiera ya no tengo ánimo de seguir con esta velada, los pensamientos lujuriosos se han marchado de mi mente. Todo en lo que he podido pensar es en Tsukigami y su atormentado rostro cuando la vi salir del templo. De seguro se encontró con la evidencia que necesitaba, y que había sido reemplazada por ese dios arrogante.
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Balada De Flores Lunares © | Tsuki no hana no barādo | 月の花のバラード
Fantasy«La luna cayó a la tierra. El sol no la buscó; y cuando se encontraron de nuevo, una balada de flores lunares la espada cantó». Tsukigami, la dulce diosa lunar, está enamorada de Taiyokami, el dios solar. La cruda naturaleza de sus seres solo les pe...