—Llegaremos hasta aquí hoy, queridas estrellas. Me temo que si continuamos, el caballo desfallezca—Yamamoto detiene el carro a un costado del camino boscoso.
—Creí que hoy mismo llegaríamos al pueblo a las orillas del monte Mizu—comento con decepción.
—Así debió ser, pero ese bloqueo al final de las montañas nos retrasó; aunque estamos a un par de horas, el caballo no puede más—añade.
—Descuida, llegaremos mañana a primera hora. —Suna coloca su mano en mi hombro— Por ahora, acampemos en el bosque.
Yamamoto dirige al caballo y el carro hacia un pequeño claro entre los árboles frondosos. La luz del sol ya está menguando en gran medida, y ciertamente será peligroso continuar de esta manera. Ellos tienen razón, lo mejor será esperar a mañana para continuar.
—Alimentaré al caballo, estaré cerca—anuncia Yamamoto.
—Yo encenderé el fuego entonces. —Suna comienza a recolectar rocas para formar la base— Deberías descansar, Tsukigami.
—¡No! Quiero ayudar. He sido una carga todo este viaje, y los he metido en muchos aprietos. Quiero ser útil para ti, no solo una escoltada—rechazo por completo su sugerencia.
Suna me mira con una expresión confundida, como si no hubiera esperado una respuesta así de mi parte. Sin embargo, sonríe a los pocos segundos y asiente con la cabeza.
—Bien, no puedo contradecir a la diosa lunar si eso es lo que desea. —ella se acerca y coloca un par de rocas en mis manos— Colócalas en un círculo por aquí, yo iré a buscar madera.
Suna se aleja de la carreta y yo me apresuro a poner las piedras donde me indico. Intento que sea un circulo pequeño... o quizá debería ser más grande... ¿el tamaño importa? No se lo pregunté. Ugh, esto no es una tarea complicada y aun así me las he arreglado para demorarme más de la cuenta.
Decido colocarlas de forma pequeña para concentrar más el fuego en un área reducida. Bien, problema resuelto, ahora solo debo esperar más indicaciones de Suna. Me quedo en el lugar durante un rato aguardando su llegada, pero con el pasar de los minutos comienzo a sentirme nerviosa.
—Oye, Yamamoto, ¿qué debería llevar la base de la fogata?—pregunto, acercándome a donde está él.
—Hojas secas, ramas pequeñas que puedan arder con facilidad, lo típico—su respuesta es algo vaga e indiferente al estar concentrado con el caballo.
Lo cierto es que solo estaba buscando una excusa para adentrarme en el bosque sin sonar imprudente o necia.
—¡Bien, hojas y ramas! Gracias.
Me alejo del pequeño claro para caminar en dirección a donde vi a Suna desaparecer. La luz del sol ya desapareció en el horizonte y el único punto de referencia que tengo son los faroles encendidos en la carreta que estacionamos casi a la salida del bosque.
Tengo que forzar los ojos para poder ver correctamente en la oscuridad que me rodea. La luz de la luna todavía no tiene la suficiente intensidad para iluminar mi camino, así que voy a ciegas, tentando todo con mis pies y manos extendidas. Poco a poco me alejo del claro, haciendo que los faroles se vean más pequeños conforme avanzo.
Luego de buscar por un buen rato, no encuentro rastros de Suna. La preocupación me invade por completo esta vez. Quizá algo le pasó y no estuvimos ahí para auxiliarla...
No, debo mantener la calma. Cierro mis ojos y respiro profundamente antes de entrar en pánico. Voy a regresar con Yamamoto, quizá él sepa como buscarla. Estoy por dar la vuelta y devolverme por el camino cuando la voz de la propia Suna me asusta.
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Balada De Flores Lunares © | Tsuki no hana no barādo | 月の花のバラード
Fantasía«La luna cayó a la tierra. El sol no la buscó; y cuando se encontraron de nuevo, una balada de flores lunares la espada cantó». Tsukigami, la dulce diosa lunar, está enamorada de Taiyokami, el dios solar. La cruda naturaleza de sus seres solo les pe...