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Parte 2.

Pov Marcos:

Apenas acomodó las cosas, ordenó todo y empiezo a preparar la carne. Cada asado que se hacía en mi familia, era yo el encargado de prepararlo. Una costumbre de años.

Siento unas manos en mis pectorales, y el pecho de mi mujer apoyado en mi espalda, me hacen saber lo cansada que esta.

—¿Querés dormir?

—No, quiero otra cosa— responde Julieta, dejando besos en mi cuello.

—Gorda están las nenas— respondo, tratando de no perder el poco auto control que me queda.

—Mica los puede cuidar un ratito, hagamos un rapidín amor — responde uniendo nuestros labios en un beso apasionado.

Me separó de ella y comienzo a lavar mis manos. Ya estando secas, disimuladamente, subimos a la habitación.  Sin llamar la atención de nuestros hijos.

—Ahora si— dice Julieta llevando mis manos a sus pechos, mientras que nuestros labios formaban una combinación perfecta.

—Besame toda la vida mi amor— digo cuando se separa de mi para sacarse el buzo.

Le saco rápidamente la calza que tenía junto con su ropa interior, y queda en sus rodillas.

— Vamos al baño, por si alguna de las nenas llega a entrar— digo mirándola.

Ella asiente con la cabeza y los dos vamos al baño, cierro la puerta con seguro y pego a julieta contra el frío mármol. Sus manos en mi nuca, pegandome más a ella hacían presión en esa zona.

La doy vuelta y entro en ella de una estocada, antes de que largue un gemido, pongo mi mano en su boca para callarlos. Empiezo a moverme, lento pero profundo, lento pero fuerte.

Empiezo a dejar besos en su espalda, y muerdo levemente su hombro, escuchando un jadeo por parte de ella.

Subo una de sus piernas a la mesada de mármol, y gracias a eso, el placer aumenta para ambos.

El ritmo de mis estocadas aumenta, y los jadeos de mi mujer también. Llevo mi mano a su vientre acercandola más a mí, y con mi otra mano agarró su mandíbula y juntos nuestros labios en un beso cargado de pasión y deseó.

Siento los músculos de Julieta tensarse, a lo que, aceleró mis estocadas y la sensación placentera del orgasmo nos invade a los dos. Sigo moviéndome en su interior, hasta cansarme.

—Cómo extrañaba esto— dice Julieta bajando la pierna y apoyándose en mi.

Con mis brazos abrazo su cuerpo y comienzo a pasar mi mano por su abdomen levemente marcado. Subo mi mano hasta sus pechos y comienzo a apretar uno a mi antojo, escuchando sus suspiros.

—Yo también amor— respondo dejando besos en su cuello.

Subo la mirada y me encuentro con la suya a través del espejo, podía reconocer a kilómetros esa mirada llena de deseo y placer. Sabía lo que quería, y yo también. Pero en estos momentos, con nuestros hijos en el primer piso, era imposible.

—¿Tan hermoso vas a ser? Sos mio morocho— dice Julieta agarrando mi mandíbula para besarme.

—Solo tuyo morocha, como vos sos mía— respondo, llevando mis manos a su cintura.

Pasamos unos minutos besándonos, y decidimos bajar para no levantar sospechas en mis hijas.

Apenas bajó la escalera, corro hacia la cocina y me dispongo a seguir preparando la carne para esta noche.

𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐉𝐮𝐧𝐭𝐨𝐬 |𝑀𝑎𝑟𝑐𝑜𝑠 𝑅𝑜𝑗𝑜|©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora