Capítulo 8.

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Austin permaneció en el suelo un momento hasta que Hari hizo acto de presencia.

—¿Qué pasó? —preguntó, extendiéndole una mano para que se levantara.

—Me tropecé. —dijo con su voz de ultratumba.

—No, lo tiré —, voltearon a verme—, ¡agh! —me quejé, haciendo lo mismo que Hari. No sé cuál comportamiento era más estúpido; si su insistencia y forma de "cubrirme" o que haya sido suficiente para que no los dejara ahí botados.

—¿No te agrado porque nadie lo hace? —preguntó, tomando mi mano.

—Exactamente, déjenme en paz, los dos — sujeté con fuerza la correa de la mochila —. No les hice nada para que me molesten.

—No queremos molestarte...— la interrumpí.

—Pues lo hacen. — ahí si me di media vuelta e intenté perderme entre los pasillos un rato, pero terminé caminando directo al salón.

Me puse a hacer un recuento de lo que sabía de estos dos, así quizá encontraba alguna pista de porqué estaban imitando a un chicle en el cabello.

Austin había estado conmigo en primer año, aún tenía los mismos cascos y recuerdo hablar una vez con él sobre... Sobre algo debimos conversar porque recordaba su voz. Aunque claro, no presté atención ni a su nombre.

Pensándolo a profundidad, a Hari solía verla seguido en todas partes; me la topaba en la cafetería, en los pasillos y... ¡oh! A Austin lo vi una vez en detención, tenía las manos explotadas de tinta y...

Al parecer su presencia no era en sí reciente, pero apenas lo había notado. ¿Qué eran acosadores o qué?

En todo caso, no tenía tiempo para hacer amigos ni me parecía que valiera la pena.

La situación con estos chicos me hizo replantearme si debía seguir prestando mis pensamientos a Ryan, o a cualquier persona que no fuera yo. La respuesta se hizo muy clara: No.

Mi futuro siempre había sido más importante incluso que mis padres y eso no iba a cambiar ahora. No debía hacerlo. Me lo había jurado... Se lo había jurado a ella.

Pensé que era el momento perfecto para hacer esa tarea de la maestra Madeleine sobre el porqué quería ser artista.

Saqué la libreta que me compró Ryan y la pluma bonita para empezar a escribir. También me puse los audífonos; sentía que habían pasado años desde la última vez que los usaba.

—Quieres ser artista por qué... ¿detiene tu cabeza? —preguntó la maestra, nuevamente nos dejó sólo a los tres en el salón.

—Sí, creo que es fácil de entender. —respondí. Desde que era niña, no había nada que me mantuviera en la realidad y me alejara de ella al mismo tiempo, como lo hacía la escultura.

Empecé visitando esos centros de manualidades con mi hermana mayor, las primeras esculturas que hice también las había hecho con ella. Quizá, mi inconsciente relacionaba mis pocos buenos recuerdos de infancia con el arte y por eso ahora quería dedicarme a ello.

—No me lo parece, tendrás que ser más clara que eso —dijo quitándose los lentes y poniéndolos sobre mi cuaderno.

—Creo que se refiere a que el arte aleja la mente de las cosas en las que no quieres pensar y canaliza tu atención a algo más trascendente. —dijo Austin.

Ahora sí que recordaba de que habíamos hablado y porqué. Estaba en un evento de la plaza, era uno de los organizadores, tenía un gafete y una playera azul marino; en una de las actividades teníamos que conversar con alguien del staff y me tocó con él.

Ahí le dije exactamente las mismas palabras que él acababa de repetirle a la maestra; hablamos tanto aquella vez que me dio su número de teléfono.

—Austin Dallas —dije sin pensar—. Del evento de arte, ¡Ese Austin Dallas!

—¿Hay algo que quieras compartir conmigo? —preguntó Madeleine. Por el momento no comenté nada más, me sentía bastante avergonzada de no recordarlo y de nunca haberle enviado ningún mensaje.

Que fuera mi compañero de clases jamás fue importante, pero ese evento sí que lo había sido.

—Tú quieres contar historias y creciste viendo caricaturas —se dirigió a Hari—, ¿por qué comic y no animación?

—La mente rellena los espacios entre una escena y otra en los comics y cada quien lo piensa de una manera diferente, creo que... por eso me llama más la atención.

—No creo que haya algo más en lo que pueda orientarnos, es obvio que sabemos por qué queremos hacer esto. —agregué.

—Te equivocas, pequeña niña "inteligente". —enfatizó la última palabra y se puso a escribir en tres papeles.

Luego de un rato, nos entregó uno.

El mío tenía una dirección y las iniciales "M.K" en él. Me dio curiosidad saber que tenían los otros dos papeles, pero por obvias acciones mías del pasado, me quedaría con la duda hasta que muriera.

—Te di la dirección de un taller en el que podrías trabajar si te lo ganas —, me señaló con un dedo—, a ti el nombre de una colección de manuales de dibujo y guiones para narración—, esta vez movió su dedo hacia Hari y finalmente a Austin—, y a ti la ubicación de un estudio donde podrías practicar tu música, ese es mío así que puedes usarlo gratis los fines de semana.

—¿Esto no es favoritismo? —pregunté. Aunque me sentía de verdad agradecida, no iba a demostrarlo.

—No lo estoy haciendo como maestra, así que no.

—¿Lo hace como doctora? —pregunté, sonriendo.

—Como redención, supongo —dijo seria—. Tuve un alumno que quería ser pintor y no solo no lo apoyé, le dije que era un sueño tonto e infantil y... No sé si fue por eso, tampoco me creo tan importante, pero se suicidó el año pasado.

Inmediatamente pensé en Kenny, al fin y al cabo, este era un lugar algo pequeño y no pasaban ese tipo de cosas a menudo.

Intenté no pensar de más en ello, pero de cierta forma se quedó en mi cabeza, el remordimiento de la maestra Madeleine se sintió bastante en sus palabras y lo que hizo por nosotros nada más lo recalcó.

Quizá por este tipo de cosas odiaba a las personas; se conectan entre sí, sus acciones tienen consecuencias en las vidas de otros. No importa quien seas o que tan bien o mal te comportes, siempre dejarás huellas en almas ajenas y extraños lo harán con la tuya.

Era simplemente aterrador. 

EthanyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora