Capítulo 6.

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—Quiero ver sus ensayos, ¿serian tan amables de pasar a entregarlos? Si alguno me parece interesante, lo leeré. —dijo acomodándose los lentes, era esa clase de maestro que, aunque no quieras prestar atención, terminas escuchando su voz y al verla, siempre parece que dirá algo interesante.

—Thanya, alto ahí —dijo cuando me di la vuelta luego de dejar la libreta en su escritorio—. ¿Tienes algo de comer?

—No, creo que no, maestra. —dije esculcando la cazadora. Ella también buscó algo en su bolsa; sacó un billete y me lo dio.

—Ve y cómprame un platillo a la cafetería, lo que esté en el menú de hoy. —ordenó, aunque caminar en los pasillos con el silencio de todos los demás por las clases, me hizo aceptar con gusto.

Estaba nublado para variar; aquí, que el aire estuviera lleno de humedad era cosa de todos los días sin importar la estación.

—Cuidado con el charco. —me dijo una chica, venia demasiado sumergida en el cielo como para haberlo visto.

—Gracias, desconocida. —, hice un gesto con la cabeza y seguí mi camino pasando de ella.

Mucho antes de lo que esperaba dejé de escuchar sus pasos.

—En realidad —habló, a pocos metros de mi—... Soy Hari, llevamos todo el año en la misma clase.

La vi bien por un momento; era de esas rubias a las que parecía jamás haberles pegado el sol, con la piel tan blanca como un muerto y el cabello del color de un plátano por adentro.

—Error mío, Hari. —dije y me volteé.

—¿El qué? —preguntó, entreteniéndome de nuevo.

—Escucha, Hari —enfaticé su nombre—, ahora mismo voy a un lugar, si quieres seguir platicando vas a tener que venir detrás de mí.

Caminé haciendo salpicar el charco. El reflejo del cielo gris se mezcló con el lodo.

Entré a la cafetería siguiendo las instrucciones de mi encargo. Aparte, ya con mi dinero, pedí un sándwich y una botella de agua natural.

Cuando salí, vi a la chica recargada a un lado de la puerta.

—¿Qué haces? —pregunté. Estaba apoyada con las manos escondidas entre la pared y su cuerpo.

—Dijiste que si quería hablar tenía que venir contigo...

—Intentaba ahuyentarte, Any. —, la botella estaba tan helada que mojaba mi mano con el vapor condensado en su superficie.

—Es Hari. —me corrigió.

—¿Hari?

—Sí, con H al inicio—, empecé a caminar y ella conmigo. Pensé en decirle que no me importaba, pero siguió hablando—, tú eres Thanya, ¿verdad?

—Si, ¿por qué te interesa? —, el charco había vuelto a la normalidad.

—¿Cómo? —, recordé a Ryan y mi expresión de sorpresa idéntica a la de esta chica y decidí por un instante no ser una imbécil.

—Olvídalo, Hari, ¿por qué estabas afuera del salón? —, pensé que quizá no me vendría mal ser un poco amable, la chica me pareció tierna.

—La maestra Madeleine me pidió que fuera a buscar un libro a la biblioteca. —dijo mostrándome el libro que apenas había notado en sus manos.

—Así que nos sacó a las dos, ¿te gusta escribir? —pregunté, quizá el tema de su ensayo le había gustado a la maestra.

—No realmente, soy más de imágenes y dibujos. —. Entramos al pasillo y dejé unas huellas -sin querer- en el suelo.

En algún momento de la noche llovió como si le pagaran al cielo por ello, y gracias a mi agitada noche, no me percaté hasta que vi todo lleno de lodo.

Cuando entramos al salón, sólo estaba la maestra y un chico con unos cascos alrededor del cuello.

—¿Por qué no lo sacó a él? —pregunté.

—Porque no tuve necesidad, siéntate, siéntense las dos, más bien —ordenó, de nuevo—. Thanya, Hari y...

—Austin. —su voz era demasiado, enserio, demasiado grave.

—Y Austin, ustedes tres se salen del esquema y quiero saber por qué. —, juntó las manos y nos apuntó con los dedos índices.

—¿A qué se refiere? —pregunté, sentándome en otra silla que no era la mía, frente al escritorio.

—Mi trabajo como su tutora es orientarlos, ya saben, lo normal; decirles que lo que quieren estudiar no se puede o que busquen más opciones.

—Creo que "orientar" abarca más que eso, maestra. —, me relajé, o me desparramé más bien, en la silla.

—Como sea —, puso los cuadernos encima del escritorio—, el resto de sus compañeros puso cosas comunes; abogado, maestro, contador, no tengo idea, cosas así. No tiene nada de malo, pero saben perfectamente que hacer y si no, el mundo ya les dirá como. Pero a ustedes tres no, no sólo no les dirán como, sino que les harán aún más difícil el camino, dame mi platillo. —, me señaló.

—Va a tener que ser más específica, Madeleine —, le extendí la comida y su cambio—, y si no es molestia, ir directo al grano, el descanso se acerca.

—Me harán un escrito, no un ensayo, sólo responderán una pregunta en su siguiente tarea —, se levantó y me dio los cuadernos para que los repartiera—, ¿por qué quieren ser artistas?

Quise no ser chismosa pero la curiosidad me ganó, "quiero hacer comics", leí en la libreta de Hari; recordé lo que dijo de los dibujos y también se me vino a la mente Kenny.

Me quedé un rato intentando leer el ensayo de Austin pues lo que quería hacer no estaba en el título.

—Música. —dijo, con la mano extendida debajo de la libreta a esperas de que se la diera.

—Claro. —murmuré, aunque sólo fue por la incomodidad del momento.

Intenté comer en silencio, como siempre, pero Hari se acercó a mi asiento con su comida en las manos.

—¿Se te ofrece algo? —pregunté con la boca llena, era de mala educación hablar así, pero ella se había quedado parada frente a mi sin decir nada y eso era peor.

—¿Podemos ser amigas?

—No. —dije lo obvio.

—¿Por qué siempre estás sola? —. Parecía que hoy había reunido mucho coraje para hablarme tantas veces seguidas.

—Porque soy desagradable y quiero estar sola. —enumeré con los dedos.

—No me pareces desagradable. —respondió como si yo hubiera mostrado interés en saber eso.

—Bien por ti, Hari. —, seguí comiendo e intenté ignorarla, pero no se fue, se sentó en la silla que estaba a mi lado.

El otro chico también seguía en el salón, por algún motivo, y sólo lanzaba miradas "disimuladamente" hacia nosotras.

—¿Quieren comer conmigo? —pregunté lo más sarcástica que pude, pero me fue obvio segundos después que ninguno de los dos era capaz de captar el sarcasmo.

—¡Claro! —dijo Hari mientras el otro tipo se cambiaba al asiento enfrente del mío. 

EthanyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora