Capítulo 7.

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—Carajo... —murmuré.

Naturalmente el descanso fue de lo más incómodo porque yo no dije palabra alguna, y ellos tampoco se sintieron en la libertad de hablar. No sé porque las personas hacían eso, si era obvio que no quería a nadie cerca, ¿por qué seguían tras de mí cómo perros?

Casi corrí por los pasillos para zafarme de Hari, quien aún seguía guardando sus cosas cuando atravesé la entrada del salón.

No tomé el autobús para evitar el riesgo de toparme a alguno de los dos en él, así que me tocó caminar a casa.

—Hola. —saludé, mi padre estaba en la sala -como siempre- pero estaba un poco más ordenado de lo habitual y la televisión tenía un símbolo de pausa esperándome.

No dijo nada por un rato y en verdad se lo agradecí, no quería más conversaciones incomodas por hoy.

Como planeó, vimos una película de terror mientras comíamos nachos y pizza, la soda estaba demasiado rica o quizá yo tenía ganas de tomar algo que no fuera agua embotellada.

—Thanya, yo...— lo interrumpí.

—No quiero disculpas ni los comentarios que haces siempre luego de comer, no me importa si "de aquí en adelante sólo seremos los dos" o si "ya no tendremos que adaptarnos a alguien más". —intenté sonar lo más tranquila posible.

—Okey, no más promesas —dijo él, rellenando mi vaso—. Me alegra no tener que hacerlo, honestamente luego de tantos errores, yo...

—Papá. —, sonreí, a esperas de que no siguiera con eso.

Sólo hacia estas cosas porqué tenía el corazón roto, no porqué realmente lamentara algo. Eso era evidente.

El fin del día llegó junto con el de la película, no veía nada cuando me fui a mi habitación: quien sabe en que momento dejé la ventana abierta y helaba dentro.

Revisé la hora en mi teléfono, aunque realmente vi si tenía o no notificaciones. Naturalmente no había nada.

Hoy no tenía que pasar la noche afuera, ni visitar el puente; por una vez podía dormir en mi habitación.

Quería disfrutar eso, pero había un pensamiento que no dejaba de picarme la cabeza desde que inició mi día. Ese pensamiento tenía cara, voz y nombre.

Creo que me dormí en algún punto de la noche, o quizá sólo me despisté pensando en ese... en ese miope, hasta que se hizo de día.

—Thanya —escuché, iba a media calle por lo que pensé que sería mi cerebro jugando conmigo—. Thanya —me llamó, más fuerte.

—Debo estar loca —dije para mí. Ryan estaba en una esquina y venia caminando a toda velocidad hacia mí—... ¿Qué hace un vago que no va a la escuela despierto a esta hora? —, me detuve y me tomé la libertad de estudiarlo un poco con la mirada.

Ya de día, era más fácil notar el verdadero color de sus ojos miel, o las pecas, tenía la cara salpicada de ellas.

—¿Por qué me ves así? —dijo, no noté cuanto tiempo me le quedé viendo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, en evasión su pregunta.

—Quería verte, iba para el puente —explicó—, ¿tú también?

—¿Eres lento? Voy a la escuela, nadie se despierta a esta hora por gusto.

No sé si era más grosera estando nerviosa o si, sólo estaba más al pendiente de no serlo con él. Seguí caminando en mis intentos de ignorar a mi cabeza y a Ryan.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó, aunque era obvio que ya lo estaba haciendo.

—Piérdete. —dije con una sonrisa, esperaba que él entendiera que era broma y así fue.

—La abuela te preparó el desayuno, y yo te traje una paleta. — me extendió una bolsita de papel algo pesada.

—No era necesario qué...

—Ya la conociste, es difícil decirle que no. —. Seguimos caminando por un rato, sin un tema de conversación en particular.

Sus pasos eran más largos que los míos, pero se esforzaba por andar a mi lado, como si fuese necesario.

—¿A qué hora sales de clases? —preguntó. Pasamos frente a la tienda de la chismosa de donde brotaba un fuerte aroma a café.

—Mataría por cafeína en este momento. —pensé en voz alta. Ryan levantó las manos en señal de paz y luego me pidió que lo esperara justo donde estaba parada.

Entró a la tienda y un rato más tarde, salió con dos vasos en las manos.

—Prefiero pagarte un café a que me mates. — sonrió, aproveché que cerró los ojos para quedarme viendo esa expresión. Por algún motivo, esa sonrisa suya no me molestaba.

Entre más cerca estábamos de la escuela, menos quería llegar.

No me importaba ir, era mejor que no tener nada que hacer, pero cada vez era más y más visible Austin parado a un lado de la entrada, recargado en un muro de ladrillos.

Ryan no tardó en notarlo también.

—¿Quién es? —preguntó.

—Nadie. —dije, aunque quizá fue demasiada rápida mi respuesta.

—Te está saludando...—murmuró.

—Eso no lo convierte en alguien — me adelanté un par de pasos—, gracias por el café, adiós.

Mínimo era una mejor forma de iniciar el día. Sentí que, si saludaba de vuelta a Austin, se me pegaría todo el rato como había pasado ya, así que sólo hice un leve movimiento con la cabeza y pasé por enseguida de él.

—Hari aún no llega. —dijo, bajándose los cascos al cuello, caminando conmigo. Me sorprendía como se atrevían a hablarme.

—Qué bueno que te pregunté.

—¿No te agrado? —, acercó su cabeza a la mía, por un lado.

—No. —. Impresionaba como con cualquier otra persona no se me dificultaba ser cruel, si a eso se le podía llamar serlo.

—¿Por qué no? —, empecé a caminar más rápido y él conmigo —, si es por tu novio, no tengo esas intenciones. —explicó.

Lo siguiente que hice pasó un poco mi límite de lo "aceptable", pero Austin se lo ganó con su insinuación. Mientras él seguía caminando, pateé uno de sus pies y perdió el equilibrio.

—No me importan tus intenciones, no me agradas porque no me agradan las personas, no es mi novio —fallé en no recalcar exageradamente eso—, no sé cómo ser más clara, pero, ¡Piérdete! —grité.

EthanyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora