Capítulo 9.

0 0 0
                                    

Me tomé mi tiempo para salir, esta vez Austin se adelantó y Hari se quedó esperándome; yo no sabía que más decirle a esta chica para dejarle en claro que se alejara.

—¿Cómo podemos acercarnos a ti sin molestarte? —preguntó cuando pasé a su lado, siguiéndome por el pasillo.

Debía admitir que, en sí, no los conocía como para ponerles mi sello de desagrado en la frente, pero... No sé, tampoco le veía mucho sentido a añadir más cartas de despedida para cuando me fuera a vivir con mamá.

La voz que casi me tiró del puente, o bueno, la voz de la persona que casi lo hizo, interrumpió lo que sea que estuviera diciendo Hari. Le hice una seña para que se callara y nos escondimos -por algún motivo que no termino de entender- detrás de un árbol.

—¿Cómo hiciste para que saliera contigo? —, otra voz masculina lo acompañaba.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Ryan, se escuchaba serio, casi molesto.

—Sí, llevo años intentando ser su amigo, ¿Cómo hiciste tú para acercarte a Thanya? —, tardé porque soy lenta quizá, pero capté que era la voz de Austin.

—¿Ella te habló de mí? —se notaba su interés por saber la respuesta, aunque fuera negativa; no le había hablado a nadie de Ryan, simplemente por qué no hablaba con nadie.

—Más bien te vi platicando con ella esta mañana, incluso te sonrió —, esa conversación suya estaba dejándome muy mal parada—. La conozco desde hace mucho, incluso le di mi número de teléfono y no he logrado acercarme.

—¿Crees que es prudente decirle todo esto a quien crees su novio? —, en estos días me había dado cuenta de que Ryan era bastante bueno con las palabras pese a ser tan torpe con todo lo demás.

—No intento conquistarla, ni nada parecido, solo quiero ser su amigo.

—¿Por qué esa maldita insistencia? —hablé, saliendo de mi escondite, con Hari tras de mí: también le dirigí una mirada rápida—. La pregunta va para los tres. ¿Cuál es el punto de insistir cuando estoy tan decidida a negarme?

—Porque pareces... Sentirte muy sola. —dijo Hari. Debí esperar a que los otros dos respondieran, pero me dejé llevar por las emociones.

—No intentes imponerme tu ingenua amabilidad, Hari. Si me siento sola o no, no es tu maldito problema —, empecé a caminar, dejándolos ahí en la escuela.

Me puse los audífonos y repetí la misma canción hasta que llegué al puente.

—Si, Hari, me siento sola, ¿Qué hay con eso? —, tomé una piedra y la arrojé al charco de abajo—, si, quisiera tener una maldita amiga al menos para llamar cuando mi papá es un imbécil —, arrojé otra más grande—. Si, estoy sola, ¿pero sabes que, niña bonita? No necesitas un problema como yo en tu vida...

Arrojé una piedra más y perdí un poco el equilibrio, golpeándome con la barda del puente en una rodilla. Sentí que la sangre brotó de mi piel como debieron hacerlo las lágrimas que no lloré.

Sabía que no era mi culpa, pero al menos era la única que podía intentar no involucrar a nadie más en ese círculo de daños que representaba mi vida.

La música resonó en mis oídos mientras me preguntaba qué tan ridícula me vería ahí, sentada en la superficie del puente. Estaba nublado, para variar, y el cemento se sentía húmedo.

Luego de un rato me cansé de sentir lastima de mí y me puse de pie soltando un suspiro.

—¿Realmente crees que te librarás de ellos así? —, estaba acostumbrándome a que me hablara sin notar su presencia antes. Tuvo suerte de que la música se pausó y lo escuché.

—Estaba muy sumergida en mi vida como para notar su presencia hasta hace unos días — me quité uno de los audífonos—. Si se hartan o no, no importa porque... — me interrumpió.

—Porqué te irás —, asentí—, ¿te vas a ir al otro lado del mundo? —, volteé a verlo—, ¿o quizá tu mamá vive en otra galaxia?

—¿Eres tonto? —pregunté, por sus últimas palabras. Ciertamente mi madre no vivía muy lejos, tenía una casa en el centro de la ciudad... pero mamá viajaba mucho y quizá no viviríamos ahí.

—Dame tu celular. —me ordenó. Estaba a punto de reclamarle, de advertirle que, si volvía a ordenarme algo, le partiría la cara; pero en lugar de eso sólo obedecí.

Husmeé en lo que hacía: se metió a la aplicación de teléfono y grabó su contacto en él: Ryan (amigo 1). Le arrebaté el celular y borré la última parte, dejando nada más su nombre.

—¿Quién te dijo que podemos ser amigos?

—Sí que eres testaruda —dijo, metió una mano a la bolsa de su chamarra y sacó una paleta verde, otra vez—, ¿Cuántas debo darte?

—No lo entiendes, Ryan —, rechacé su oferta —, tengo muchos problemas y no quiero que haya personas en mi vida que se preocupen por mí, o más que simplemente no lo hagan...

—O sea que tienes miedo —, volvió a tomar mi teléfono y borró todo el nombre —. No tenemos tanta vida como crees, Thanya, hace rato dijiste que si querías una amiga a la cual llamar cuando tu padre fuera un imbécil —, me sentí incomoda al saber que había escuchado mi berrinche—. La vida es muy corta como para no hacer lo que queremos por miedo y si la otra persona está de acuerdo, no veo por qué no relacionarte.

—Pero... —, me entregó el teléfono y ahora decía "Rana" en vez de "Ryan".

—No sólo tu vida es corta. —. Luego de decir eso, se fue primero y me dejó ahí en el puente.

De nuevo no pude evitar pensar en Kenny, en cómo se habrá sentido este chico al saber que su mejor amigo había muerto y en cómo me sentiría yo.

Por un lado, vivir una pérdida así me parecía abismalmente aterrador, pero en ese preciso instante, me fue más pesada la idea de no haber tenido la oportunidad de convivir con alguien de esa manera.

Ryan tenía razón, los humanos vivíamos muy poco tiempo, pero al menos teníamos una vida para compartir y yo la estaba desperdiciando.

Me abrumó más de lo que me permití admitir; la muerte, el fin y las personas se metieron en mi cabeza con su fugacidad. Mis días, lo que estaba viviendo y lo que no sabía vivir... Todo me rebotó en la cabeza con intensidad, un todo que sus palabras lideraban. 

EthanyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora