Antes de que los sacaran del menú en diciembre, la elección de Ignacio de los viernes era té negro con scones. Un desayuno muy elegante, como le gustaba decir a Ignacio las veces que se sentaba a comer en el mostrador, haciéndole compañía a Lucas y a quien estuviere dando vueltas por ahí. Todos en el "Templo del café" estaban encariñados con el mecánico que había llegado al taller hace menos de un año y que rápidamente se había ganado su confianza y simpatía. Lo cual era un poco irónico, considerando que ningún empleado del local manejaba y por lo tanto jamás necesitaban los servicios amables del mecánico.
Aún así, Ignacio siempre le decía a Lucas que contara con él para lo que fuera, que no tendría problema en ayudarlo con lo que necesitara. Lucas nunca había tomado en serio el ofrecimiento: a menos que se golpeara la cabeza y perdiera la memoria, no había chance de que accediera a los deseos de sus padres y empezara a manejar un auto de lujo, ya que definitivamente no estaba en sus planes cambiar su confiable bicicleta por una jaula de metal de cuatro ruedas. Sin embargo, finalmente iba a llegar el día en que el ofrecimiento iba a ser altamente apreciado.
Lucas estaba sacando del horno el croissant que había reemplazado a los scones en la orden usual. Ya estaba cocinado, por supuesto, Juan se encargaba de eso horas antes del horario de apertura de las nueve de la mañana, y ni siquiera la resaca de la noche anterior lo había detenido. Pero a Lucas le gustaba servir el croissant para su cliente favorito calentito como si fuera recién horneado, que no se notara que era recalentado.
Cuando escuchó la campana de la puerta, un par de minutos antes de la alarma del celular que anunciaba siempre su llegada, sonrió inconscientemente y se dio vuelta con la bandeja en la mano al mismo tiempo que decía:
—Ignacio, ya te sirvo. —Pero cuando vio quién acababa de entrar, su sonrisa se borró. Un hombre alto (aunque la mayoría de los hombres eran más altos que el metro sesenta y cinco de Lucas) con su cuerpo delgado envuelto en un traje de sastre gris, camisa negra y corbata blanca. Sus hombros eran demasiado anchos, y su cuello grueso daba paso a un rostro alargado y pálido, con labios hinchados por inyecciones de ácido hialurónico y ojos verdes con párpados tirantes por alguna cirugía. Su rostro lo miraba con una leve sonrisa de suficiencia, enmarcado por su cabello entrecano perfectamente peinado hacia atrás. Tenía solo treinta y ocho años, pero los retoques en su rostro lo hacían parecer mayor, contrario al efecto que probablemente buscaba. —Julián, ¿qué hacés acá?
—Quería invitarte a cenar —declaró su ex novio, acercándose al mostrador y sentándose en el asiento de Ignacio. No es que tuviera su nombre, pero era donde siempre se sentaba el mecánico cuando venía por las mañanas, y Lucas no podía evitar pensar que era suyo, que nadie más debía sentarse ahí en ese momento del día.
—No puedo. Quedé en comer con Quimey —dijo, y por una vez no era una excusa, en su no-borrachera de anoche habían quedado en juntarse a cenar en la casa de Lucas, aunque Quimey iba a cocinar porque la cocina no era su especialidad y ambos lo sabían. En realidad, las habilidades culinarias de Lucas se limitaban a calentar cosas y hacer guisos de dudosa apariencia y aún más dudoso sabor que nadie en su sano juicio se atrevía a probar. —Hablando de Quimey, otra vez está llegando tarde, lo voy a matar a ese pibe.
—Y aún así preferís cenar con él que conmigo.
—Julián —se quejó Lucas cuando el hombre vestido de traje estiró la mano y tomó el croissant de la bandeja.
—Está calentito. Perfecto —sonrió y a Lucas se le revolvió el estómago. Eso era para Ignacio, ¿por qué sus manos estaban tocando el croissant perfecto que le había preparado a Ignacio?
—No era para vos —graznó, cada vez más molesto.
—Haceme un café. Latte. Para llevar, así te dejo trabajar tranquilo, ¿dale?

ESTÁS LEYENDO
Desayuno para dos
RomancePadres controladores. Un ex malvado. Un mecánico muy atento. Y una relación amorosa falsa. A veces, la vida de Lucas parece una telenovela mal guionada. Lucas salió con Julián durante un total de dos (¡¡dos!!) semanas, pero tanto Julián como los pad...