Lucas se sentía mareado luego de lo que había pasado con su madre, por lo que se había encomendado al cien por ciento a los brazos de Ignacio para que lo sacara de ahí. No tenía muy en claro cómo había llegado a la limusina ni qué instrucciones le había dado su novio falso a Pablo el chofer, pero mucho más pronto de lo que esperaba se estaban deteniendo e Ignacio le estaba apretando la mano que lo sujetaba para llamar su atención.
—¿Podés bajar?
Lucas asintió, pero no se movió hasta que Lucas se estiró por encima de él y abrió la puerta de su lado.
—Hay un árbol de mi lado y no puedo bajar, tenemos que salir por el tuyo —le explicó, y Lucas finalmente reaccionó, saliendo a un patio de estacionamiento muy iluminado.
—¿Dónde estamos? —preguntó, todavía sacudiéndose la confusión de encima.
—Mostaza. Es hora de que comamos algo de una buena vez —explicó Ignacio.
—¿Y Pablo?
—Acá, señor Lucas. Voy a descansar un rato en el auto, si no les molesta, total ya comí —respondió el chofer, asomándose por la ventana del acompañante con un cigarrillo apagado entre sus labios.
Lucas esbozó una sonrisa tensa y se dejó arrastrar por Ignacio hacia dentro del local. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visitado un local de comida rápida con Mauricio y Facundo... Probablemente había sido cuando todos estaban estudiando sus carreras y no se veían muy seguido, así que aprovechaban ratos libres para almorzar en algún lugar que estuviera en un punto medio entre los tres. Pero rara vez podían todos y casi siempre alguno terminaba cancelando a último momento. Habían sido épocas complicadas para mantener la amistad, pero contra todo pronóstico lo habían logrado.
—¿Qué vas a querer? —le preguntó Ignacio una vez que se detuvieron frente a un tótem para hacer su orden mediante la pantalla.
Lucas estaba demasiado agotado emocionalmente como para pensarlo con detenimiento.
—Pedime cualquier combo que tenga una hamburguesa con queso sin mucho agregado. Y una Coca Zero. Ahora te paso la tarjeta —dijo, empezando a rebuscar entre sus bolsillos dónde había guardado la billetera.
—Pago yo, vos anda a sentarte tranquilo que ahí llevo todo.
No discutió, el agotamiento mental no se lo permitió, así que se arrastró a la mesa libre más cercana y decidió que le iba a regalar el desayuno de toda la próxima semana, mínimo. Que discutiera con la pared, no lo iba a dejar pagar.
Alrededor de diez minutos después, Ignacio se sentó frente a él con la bandeja con dos hamburguesas, dos porciones de papas grandes y dos gaseosas. Inmediatamente, Lucas agarró una papa y se la llevó a la boca con un deleite infinito. Estaba calentita y salada y era lo mejor que había comido en la vida, aunque el hambre y la tristeza que sentía influían mucho en ello.
—No puedo creer lo que hicieron mis viejos. Es tan... infantil —se quejó, desenvolviendo la hamburguesa. Era básica, como había pedido, con dos hamburguesas y tres fetas de queso cheddar entre los panes.
—Fue una manipulación bastante poco pensada. Creo que sí, infantil es la mejor forma de describirla —asintió Ignacio, y dio un mordisco a su hamburguesa. La de él era de pollo rebozado y tenía tomate y lechuga.
Lucas movió su cabeza en afirmación, pero ninguno de los dos volvió a hablar hasta que la comida desapareció de sus bandejas. Entonces finalmente se miraron y Lucas apenas podía soportar la intensidad en los ojos de Ignacio. Sus mejillas se sonrojaron y sus manos empezaron a sudar, mientras su corazón latía con fuerza dentro de su pecho y su cerebro se negaba a aceptar el significado emocional de las señales que estaba procesando.
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Desayuno para dos
RomancePadres controladores. Un ex malvado. Un mecánico muy atento. Y una relación amorosa falsa. A veces, la vida de Lucas parece una telenovela mal guionada. Lucas salió con Julián durante un total de dos (¡¡dos!!) semanas, pero tanto Julián como los pad...