16 - Sushi

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Apenas pusieron un pie en la sala principal del evento, divisaron a unos metros a los amigos de Lucas. Ambos llevaban trajes clásicos negros, y ambos estaban con la mirada fija en la entrada esperando la llegada de Lucas con su nuevo novio. Y la forma en la que entraron no los decepcionó.

Lucas era cerca de quince centímetros más bajito que su novio, y mucho más suave por donde lo vieran, mientras que el novio era alto, de piel pálida y cabello oscuro, todo ángulos marcados y formas alargadas. Eran una pareja complementaria, como Morticia y Homero Addams, y por cómo se sujetaban las manos como si la vida dependiera de eso, Facundo pensó que tal vez se amaran casi tanto como ese par ficticio.

Facundo le comentó la comparación que se le había ocurrido a Mauricio, decidido a conseguir así su primera sonrisa de la noche, pero consiguió algo mucho mejor: Mauricio soltó una carcajada, que intentó con todas sus fuerzas contener, y luego, para disimular, empezó a caminar hacia la joven pareja.

—Así que vos sos el famoso Ignacio —lo saludó Facundo, poniendo una mano en su hombro y apretando con más fuerza de la necesaria.

—¿Soy famoso? —preguntó Ignacio con honestidad y sin inmutarse por el saludo físico.

—No, casi ni habló de vos —dijo Mauricio con una sonrisa socarrona.

—Son unos tarados —suspiró Lucas. —Nacho, estos son los imbéciles de mis mejores amigos, Facundo y Mauricio.

—Un gusto —dijo Ignacio, aunque por la desconfianza con la que los miraba era obvio que no lo era.

—¡Nos toca la misma mesa! —exclamó Facundo. Soltó a Ignacio, que movió su hombro hacia adelante y hacia atrás como respuesta involuntaria, echó un brazo alrededor del cuello de Lucas, y empezó a guiar a su amigo a una mesa al lado del escenario. Lucas dio vuelta la cabeza y miró a Ignacio como pidiendo ayuda, pero antes de que pudiera hacer nada Mauricio estaba a su lado.

—Ellos mandan y nosotros seguimos, así es la vida —se encogió de hombros y lo instó a caminar, esquivando gente mientras trataban de no perder de vista a los otros dos, que ya estaban riendo a carcajadas de vaya a saber qué.

—¿Están saliendo ustedes? —preguntó Ignacio, manteniendo el tono plano y desinteresado para ocultar su verdadera curiosidad.

—No hay chance. Cogimos una vez de adolescentes y quedó todo ahí, ni lo hablamos. Creo que ya ni se acuerda —confesó Mauricio, negando con la cabeza. —Lucas no sabe nada de eso. Creo que cree que estamos enamorados o algo, pero eso ya es el pasado.

—¿Y por qué me lo estás contando a mí? ¿Qué te hace pensar que no se lo voy a decir a mi novio?

—Qué sé yo. No parecés chusma.

—¿Gracias?

—No me agradezcas tan pronto. Todavía no cumplí con mi deber de amigo —declaró Mauricio, deteniendo la marcha y parándose frente a él. Ignacio era más alto, y ambos eran bastante flacuchos, así que era muy poco imponente su presencia, pero de todos modos Ignacio dio un paso atrás y bajó la cabeza en una falsa señal de respeto. —Lastimás a Lucas, y te hacemos mierda, a vos y a tu negocio, ¿okey?

—Es más probable que Lucas me lastime a mí, así que no tengo de qué preocuparme —se mofó Ignacio, dando un paso al costado y rodeando a Mauricio para seguir a Lucas, que ya estaba parado al lado de una mesa, mirándolo insistentemente mientras Facundo hablaba con una pareja que no reconoció de espaldas.

—Mierda —masculló Mauricio y empezó a caminar más rápido. —Apurate.

No corrieron los metros que faltaban, pero casi. El sentimiento de urgencia invadió a Ignacio hasta que finalmente alcanzó el lado de Lucas y entrelazó sus manos. Solo entonces miró a la gente con la que hablaban incómodamente. Eran Julián y una chica que Ignacio no reconoció pero debía tener su edad, de estatura como Lucas y con un rostro angelical.

Desayuno para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora