El lunes Lucas se dedicó a cocinar para la cena de toda la semana, guardando en el freezer las porciones de comida para descongelar cada día. Hizo pastel de papa siguiendo una receta de Silvia con mucha dificultad y obtuvo algo decente con lo que tenía para comer por lo menos cuatro días, separó las milanesas que había comprado preparadas en porciones, y dividió la verdura en tuppers, algunos para el freezer y otros para la heladera, para tener comidas más o menos sanas con un acompañamiento vegetal todos los días. Esta era la parte más difícil de vivir solo y ser un desastre en la cocina, pero al menos no tenía que lidiar con las críticas de otras personas sobre sus hábitos alimenticios y habilidades culinarias como cuando aún residía en la casa familiar. Como si su madre no fuera pésima cocinera y su padre no sobreviviera a base de delivery en la oficina. La hipocresía de sus padres todavía lograba molestarlo, aún a esta edad y con tantos años de terapia encima.
Por la tarde, mientras descansaba en el sillón pensando en ver alguna película en Netflix, algo que disfrutaba muy esporádicamente, una llamada lo sorprendió.
—¿Hola? —respondió apenas vio el número de Facundo.
—Che, ¿vos tenés traje? —preguntó el otro hombre directamente.
—¿Para qué?
—¿Cómo para qué? Mauricio, Lucas se olvidó peor que yo, ¿ves?
Hubo un ruido del otro lado y luego la voz de su otro amigo habló.
—El evento de beneficencia que organiza la empresa de tus padres. ¿Te olvidaste otra vez?
Internamente, Lucas empezó a insultar. Por supuesto que se había olvidado, la última persona que había mencionado ese evento había sido su ex, ni sus viejos se lo habían recordado cuando fue a almorzar, como si esperaran que se acordara a último momento e hiciera un papelón.
—Sí, me re olvidé —admitió.
—¡Pero preguntale si tiene traje o necesita comprar! —insistió Facundo de fondo.
—¿Por qué le importa tanto si tengo traje?
—Estamos en una sastrería porque el señorito va tanto al gimnasio que los trajes de gala que tiene ya no le entran de hombros y vio uno que dice que es perfecto para vos —explicó Mauricio.
—¡Decile que ahora le mando la foto!
—Algo debo tener, no se preocupen —dijo Lucas, ya abrumado por la situación, pero entonces se acordó que el traje que venía usando para todas las ocasiones que lo requerían se le había manchado con helado de chocolate la última vez y nunca lo había llevado a limpiar así que debía estar irrecuperable. —¿Sabés qué? Mandame la dirección, los encuentro ahí.
Media hora después, Lucas encontró a sus dos amigos en el local de una exclusiva marca de indumentaria elegante masculina. Facundo estaba sentado en un sillón mirando su celular, mientras Mauricio revisaba el perchero de talles discontinuos con gesto de derrota.
—¡Luqui! —el primero en verlo fue Facundo, que enseguida guardó su celular y fue corriendo a abrazarlo con toda su efusividad. Lucas sentía que le iba a romper un par de huesos si no lo soltaba pronto, pero por suerte lo dejó rápidamente en el piso y empezó a hablar. —Luqui, Mauricio no quiere que le compre un traje nuevo de regalos de cumpleaños, convencelo de que no sea estúpido por una vez.
—Mauricio —saludó Lucas, acercándose a su amigo y apoyándole la mano en el hombro. —¿Viste algo que te guste? Faltan dos meses para tu cumpleaños, pero con Facu nunca sabemos qué regalarte, dejanos comprarte un traje nuevo de adelanto, ¿dale?
ESTÁS LEYENDO
Desayuno para dos
RomancePadres controladores. Un ex malvado. Un mecánico muy atento. Y una relación amorosa falsa. A veces, la vida de Lucas parece una telenovela mal guionada. Lucas salió con Julián durante un total de dos (¡¡dos!!) semanas, pero tanto Julián como los pad...